El vestido de novia era todo un espectáculo. Era blanco, largo, de encaje, con una cola estilo sirena. Era simplemente precioso, y se veía muy costoso. Lo que no entendía era para qué tanto despilfarro si solamente sería una boda civil. Una simple y vulgar boda.
«Me voy a casar», pensó Rin, mirando con aprensión el vestido que seguía tendido sobre la cama. A su lado, había una caja con unas zapatillas a juego. Adicional a eso, una serie de accesorios que no se había molestado ni siquiera en destapar.
Tan ensimismada estaba en su tragedia que no sintió cuando la puerta de la habitación se abrió, revelando una figura que le hizo sentir temor.
De pie, junto a la puerta, estaba esa mujer: Kagura.
—Bonito vestido—dijo, no supo identificar el tono de su voz. ¿Estaba molesta o acaso triste?
Rin no respondió. No sabía a qué había venido, pero era evidente que su presencia no representaba nada bueno.
—Entonces vas a casarte con él. Quién lo diría—murmuró con cierto tinte de ironía, ni siquiera la veía. Seguía fija en los accesorios sobre la cama.
—Si pudiera decidir, ese hombre sería la última persona con la que me casaría—contestó finalmente, sin poder ocultar su desprecio.
Finalmente, Kagura la miró a los ojos, y su mirada, de un extraño color carmesí, se oscureció mucho más. Sus ojos destellaron con odio, un profundo odio.
—Créeme, que él tampoco quiere casarse contigo. ¿Por qué querría casarse con la hija de su enemigo?—bufó, dando un par de pasos al frente—. Eres simplemente un peón en este juego. Una pieza inútil que no puede ser desechada por el momento. Y aunque te cases con él, seguirás siendo eso, su rehén, su enemiga.
Rin sintió los ojos humedecerse porque era cierto, sabía que nada más era un peón en este juego retorcido. Tampoco era como si quisiera que ese hombre sintiera algo por ella, desde luego que no, la realidad era que no quería casarse con él de ninguna manera.
—Y aunque hoy firmen un papel—prosiguió la mujer con malicia—. Sesshomaru seguirá siendo mío.
Eso a ella no pudo importarle menos. ¿Qué era suyo? ¿Y eso a ella en que le interesaba?
—No tengo ningún interés en quitártelo—contestó con rabia. No sabía cuál era la necesidad de esa mujer de decirle esa serie de tonterías.
—¡Y no podrías tampoco!—le dijo, acortando la distancia en un santiamén.
Kagura la tomó por la barbilla y la miró de una forma tan fría, que le hizo entender que esa mujer estaba tan loca como ese hombre.
—¡Eres poca cosa! ¡Insignificante! ¡Jamás serías el tipo de mujer que le gustaría!
Rin se obligó a mantenerse firme a no demostrar temor. De todas formas, sabía que no podía hacerle nada, por mucho que la odiaran en ese momento la necesitaban.
—¡Y él es exactamente eso para mí! ¡Al igual que tú!—soltó en respuesta, demostrando toda su firmeza.
Una cachetada se estampó en su rostro, y al segundo siguiente, un jalón de cabello la hizo gritar. La mujer la tiró al suelo con fuerza y estuvo a punto de abalanzarse sobre ella, si no hubiese sido por la aparición de Jaken.
Kagura al verse descubierta se apartó y se dirigió a la puerta, pero antes de irse, se giró una última vez:
—Que no se te olvide tu lugar, maldita hija de Naraku—le dijo con desprecio.
La joven sintió como su cabeza palpitaba por la rabia y el dolor. En ese momento una mano apareció en su campo de visión, se trataba de Jaken, quien tenía como finalidad ayudarla a levantarse. Sintiendo recelo del ofrecimiento, la tomó y en un segundo estuvo nuevamente de pie.
—Venía a decirte que debes estar lista en veinte minutos. Ya tenemos que irnos—le informó el hombrecito con cierto tono de lástima.
Estuvo a punto de decirle que se largara, que no iría a ninguna parte, pero la imagen de Kirinmaru se mostró en su mente. Era por él que soportaba todo esto, era por él que iba a casarse con ese demonio.
Rin quedó nuevamente sola en la habitación y se acercó al espejo. Su reflejo era una cosa lamentable, sus ojos humedecidos, su pómulo enrojecido con una marca de dedos. ¿Cómo ocultaría eso? Se acercó a una de las gavetas y sacó maquillaje.
De esa forma empezó a arreglarse. Se colocó ese vestido que parecía representar un peso insoportable. Ese día dejaría de ser Rin Onigumo, para convertirse en Rin Taisho, la esposa de ese hombre…
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Yako
FanfictionYako era su nuevo nombre, el nombre que lo bautizo en aquel mundo plagado de muerte y de venganza. Tras la muerte de su familia, deseaba una sola cosa: hacer pagar con su sangre a su enemigo. Sin embargo, en su camino a la venganza, no contaba con...