24. VI

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La fiesta transcurrió normal. Intentaba calmar sus nervios con alcohol, necesitaba que Oliver apareciera para poder seguir tranquilo. No sería un muy agradable regalo de cumpleaños saber que había matado a su primo accidentalmente.

—¿Todo en orden? —Cleo lo sacó de sus pensamientos.

—Si... solo... mi madre me pidió dar un discurso, ya sabes.

—Sabes que no puedes mentirme.

—No miento —respondió evitando mirarla a los ojos.

—Como digas. De todos modos quería agradecerte por lo de hace un rato, ese chico en verdad es un imbécil —Edward la miró a los ojos, escuchándola mientras le daba un sobro a su bebida—. Gracias por eso.

—No fue nada, no te preocupes. El es idiota en su día a día —dijo enojado pero al mismo tiempo preocupado al recordar a Aarón. Matilde los interrumpió.

—Edward, cariño. Es hora de que des tu discurso.

Se levantó y se dirigió hacia la pequeña tarima que habían preparado solo para esa ocasión. Todos los fotógrafos lo apuntaron al instante. Una vez todos prestándole atención, su tío Evan pareció notar la ausencia de su hijo.

—¿Dónde está Aarón? —inquirió más con enojo que con preocupación.

Gracias a Dios, quien pareció haberlo escuchado pedir por ayuda, en ese mismo momento las puertas que daba al pasillo se abrieron y de allí entraron Oliver y Aarón. Este último se agarraba la cabeza con una de sus manos. Ninguno dijo palabra y se unieron a los demás para escuchar al príncipe.

—Primero que nada, agradezco a todos por estar reunidos aquí. Agradezco a mi querido padre por esta bella celebración, y a mi querida madre por haberme dado la vida y la oportunidad de estar aquí presente —comenzó a decir, sin dejar de observar a Aarón—. Me es un placer poder decir que hoy, a mis 18 años estoy rodeado de esta bella familia que me hace feliz día a día. Gracias a todos por venir esta noche, agradezco su atención. Y ahora si, comamos pastel —miró a su padre quien parecía conforme con sus palabras. Bajó de la tarima y dejó que le tomasen un par de fotografías más. Saludó a sus tías y abrazó a su madre.

Mientras todos estaban concentrados en recibir su rebanada de pastel, Edward se dirigió hacia Oliver.

—¿Está todo en orden? —preguntó por fin.

—No te preocupes, no dirá nada. Sabe que fue su culpa, le perjudicaría hablar —Edward asintió en un suspiro de alivio.

—Muchas gracias, Oliver. Te debo una.

Siguió su camino y estrechó la mano de su padre. Luego, con una rebanada de pastel en sus manos caminó hacia donde estaba William.

—Oye, sigo esperando mi trago —bromeó.

—Lo siento, tuve un percance... te traje esto para recompensar —dijo extendiendo el pastel. Se miraron unos segundos. Edward en verdad sentía que podría ahogarse en los ojos color océano de William.

—Ed, tu madre quiere que nos tomemos algunas fotos —interrumpió Jazmine tomándolo del brazo.

Luego de aproximadamente 30 minutos de estarse tomando fotografías, los invitados comenzaban a retirarse.

Romeo, William y Oliver se hallaban atendiendo los carruajes de las personas que comenzaban a irse. Luego de que ya no quedara nadie que atender en el establo, se dirigieron al jardín para tomar un descanso, ya que estaban un poco ebrios a causa de la larga velada.

Mi Dulce AmadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora