Edward despertó repentinamente sintiendo una fuerte punzada en la cabeza. Se reincorporó al escuchar a Oliver vomitando a su derecha. Al observar mejor pudo ver que todos estaban en el establo. No podía pensar bien, solo sabía que no podía soportar más el dolor de cabeza que tenía, sumado al revoltijo en su estómago.
—Tengo hambre —pudo escuchar murmurar a Romeo, aún parecía dormido. Junto a este yacía William aún dormido.
A la izquierda del príncipe estaban Cleo y Jazmine, quienes también dormían profundamente sobre un costal de heno. Oliver se acercó con aspecto demacrado.
—Alteza, aún no amanece del todo. Creo que será mejor que usted y las chicas vuelvan al castillo —soltó débilmente mientras se agarraba el estomago, para luego volver a vomitar.
—Si... creo que tienes razón —se levantó del suelo como pudo—. Creo que necesitas una ducha, te hará bien.
—Si, lo haré —dijo sobándose el estómago. Edward asintió y se acercó hasta donde estaban Cleo y Jazmine.
—Cleo, despierta —dijo mientras suavemente sacudía su hombro—. Debemos volver al castillo —la joven se dio la vuelta, ignorándolo y soltando un leve sonido de queja en respuesta. Edward suspiró. Intentó llamar a Jazmine de igual forma. Por suerte esta enseguida abrió los ojos y se incorporó para seguidamente despertar a Cleo.
Dedicó un lapso de segundos en observar a William, quien dormía profundamente, parecía pálido y un poco sudado por el calor del lugar.
—Vamos —le dijo Cleo—. Nos matarán si nos encuentran aquí —los tres jóvenes salieron directo hacia el castillo. Apenas llegó a su habitación, Edward tomó una larga ducha, estaba un poco mareado aún pero lo supo sobrellevar bien.
Para la hora del desayuno ya estaba listo. Bajó por las escaleras deseoso por ingerir algún alimento.
—Eres un insolente —fueron las primeras palabras que escuchó al terminar de bajar por las escaleras al gran salón.
Quería desaparecer, en verdad tenía el suficiente malestar físico para no querer que su padre arruine el buen momento que tuvo ayer con sus... ¿amigos? Fue realmente muy feliz, quizá lo fue tanto que no se lo merecía, y ahí estaba otra vez, su padre terminando con su felicidad.
—Padre, yo... —habló en un suspiro frustrado.
—¡Cállate. No intentes justificar tus estupideces! —todos los presentes tenían la cabeza gacha, todos menos Cleo, quien lo miraba a los ojos—. ¿¡Cómo eres tan estúpido de llevar a la princesa a dormir al establo!? —le gritó en la cara—. ¡¿Cómo puede ser que Mark haya visto al futuro rey de Segovia en ese estado tan inoportuno?!
—Señor, fue un accidente. Fue idea de los tres, no nos percatamos de la hora —intervino Jazmine.
—Silencio, Jazmine —calló el rey Ortiz.
—Edward tendría que ser lo suficientemente coherente de saber que no es correcto que duerman en ese lugar como si fueran jóvenes vulgares.
—Disculpe la interrupción, su majestad, pero fue idea mía dormir ahí.
—¡Cleo, guarda silencio ya mismo! Ustedes también tendrán un castigo severo. ¿Cómo es posible que unas señoritas de su clase estén teniendo ese tipo de comportamientos?
—No. No es justo que culpen solo a Edward. La responsabilidad es de todos.
—¡Suficiente! —gritó Pedro—. No voy a seguir permitiendo estas insolencias. Ambas a su habitación. ¡Ya mismo!
Edward salió corriendo tras las chicas, quienes ofendidas obedecieron a la orden del rey.
—En esta familia nunca se puede tener un desayuno agradable —finalizó Matilde frustrada.
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—No debieron hacer eso. Ahora están en problemas ustedes también.
—No iba a permitir esa injusticia. Si castigan a uno que nos castiguen a los tres.
—Cleo tiene razón, fue injusto lo que hicieron. Además ni siquiera fue tu culpa.
—Y de todos modos nos divertimos. Valió la pena —animó Cleo
El castigo consistió en los tres jóvenes encerrados haciendo tareas en lo que restaba del día.
Eran las 13:30pm cuando Edward comenzó a notar el apetito en su estómago. Decidió bajar a hurtadillas a la cocina a buscar algo que comer.
En una pequeña canasta que había en un estante guardó la suficiente comida para así también poder llevarle a las chicas que, suponía también morían de hambre, ya que ninguno tuvo el tiempo de desayunar.
Cuando se dio la vuelta para irse vio que alguien entraba. Quedó helado.
William se adentraba a la cocina mientras se besaba con una chica, no miraron a su alrededor, por lo tanto no se percataron que Edward estaba allí. Caminaron sin dejar de tocarse, reírse y besarse hasta llegar a la puerta que daba a la despensa de la cocina.
Recordaba haber visto a aquella joven antes, no recordaba su nombre pero si haberla visto junto a William en la cocina varias veces.
Se quedó varios segundos estático en su lugar. Haber visto eso fue como un balde agua fría. La canasta que tenía en sus manos se le resbaló y cayó al suelo junto con toda la comida que tenía dentro. Sintió como su corazón se contraía.
Consumido por la impotencia y nublado por la ira caminó hasta la habitación de Jazmine. Tocó la puerta y esta no tardó en abrirse. Sin decir nada la beso atrayéndola hacia él por la cintura.
Cerró la puerta detrás de sí y se adentraron hasta llegar a la cama.
—Ed, ¿qué sucede? Recuerda que estamos castigados.
—Shhh... ¿quieres hacerlo? —Jazmine lo tomó de los hombros.
—No creo que sea correcto —dijo en una risita nerviosa.
—Solo dime si quieres hacerlo o no. A la mierda lo que sea correcto.
Le respondió besándolo apasionadamente mientras lo tomaba del cuello y enrollaba las piernas en su cintura.
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Mi Dulce Amado
RomanceEn la vida, muchas veces aguantas tanto dolor que te destroza hasta caer de rodillas al suelo, solo por amor. Muchas veces no sabes en qué momento caerás, o si simplemente la vida es buena contigo y te hace levantar de la mejor forma. Nunca lo sabre...