13. Sonríe para la foto

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Se despertó de un salto al oír como alguien golpeaba con fuerza la puerta de su habitación.

—Alteza, el carruaje lo espera —oyó a James desde fuera. Se levantó rápidamente y abrió la puerta.

—Mierda, me dormí. Lo siento. En unos momentos bajo.

Se puso velozmente el traje que su padre le había asignado para la ocasión. Se miró en el espejo y observó en su reflejo como estaba vestido. Se sentía muy estúpido, esperaba no tener que usar siempre ese tipo de ropa cuando gobernase.

Salió de su habitación y mientras bajaba las inmensas escaleras sentía como empezaba a entrar en pánico. Estaba a punto de cruzar las grandes puertas del palacio, iría a recorrer el pueblo. Tenía que escuchar las preguntas y propuestas, controlar negocios de mercadería y que los reporteros le saquen millones de fotos.

El príncipe sabía que esa visita solo implicaba mayormente ser entrevistado y escuchar preguntas sumamente agobiantes. Pero nuevamente, no podía hacer nada al respecto. Se encontraba con cinco guardias a su alrededor y el carruaje real esperándolo. Se sentía abrumado, tenía mucha ansiedad de salir al mundo y que miles de cámaras le apunten a la cara.

—¡Alto! —exclamó en voz alta. Los guardias lo miraron un poco confundidos—. Iré a buscar a William —se suponía que la acompañante del príncipe tendría que ser una bella princesa. Los habitantes del pueblo estaban esperando con ansias que la familia real presentase a la bella prometida del príncipe coronado. Pero que vean que un mendigo sea el afortunado acompañante de esta visita... sería sumamente desilusionante.


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William se encontraba tranquilamente cepillando a Brun. Aunque nadie lo sabía, era su favorito y siempre le daba cepilladas y manzanas extras. Iba a sacarlo a dar una vuelta cuando vió a dos guardias dirigirse hacia él. Tras ellos estaba Edward.

—Oye tú, debes venir con nosotros —habló uno de ellos de mala gana. 

—¿Como? no entiendo. Estoy trabajando ahora mismo —respondió confundido dirigiendo su mirada a Edward quien estaba a unos pasos.

—Son órdenes del príncipe, debes acompañarnos, William.

No sabía qué decir o hacer, estaba con su ropa de trabajo y olía a estiércol.

—Ed, ¿qué significa esto? 

—Retírense —dijo hacia los guardias.

—Quisiera que me acompañes al pueblo, debo dar una conferencia de prensa yo solo—habló.

—No creo que eso sea correcto.

—Oh, por favor... 

—Bueno... —dijo no muy convencido—. Pero debo darme una ducha, no puedo salir así. Apesto a mugre.

—Bien. El carruaje nos espera en las puertas.


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Pasaron unos 20 minutos y ya se encontraban ambos jóvenes en el carruaje. James tuvo que decirle a uno de los cocheros que se apresuren ya que iban tarde. William parecía un poco nervioso.

—Oye, tranquilo. Quería que vinieras conmigo porque me da pánico ir solo. Solo relájate y quédate a mi lado, lo demás déjamelo a mí —dijo el príncipe, notando el nerviosismo del chico.

—Si, lo entiendo, pero ¿qué hago si me empiezan a preguntar cosas a mi? No sabría que responder —Edward pareció pensar un momento.

—Solo intenta ignorarlos, ¿si? Yo estaré a tu lado todo el tiempo.

Mi Dulce AmadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora