9. Suerte en quién descubre tus secretos

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Castillo real de Segovia.
Lunes 22, 1928.

¡Will, al fin puedo escribirte! ¿y sabes por qué? ¡EL PRÍNCIPE ME DIO UNA BOLSA CON DINERO! ¿No es muy loco?
En fin, ¡cuéntame cómo estás! ¿cómo están Nolan y María? Dime que haz visto a Lana, debe estar más guapa que nunca, pero seguro sigue siendo igual de insoportable, ¿cómo está todo en el pueblo?
Aquí llegó un chico suplente para cubrirte en el establo es un chiquillo arrogante, lo detesto, es un imbécil. Debes odiarlo.

Tu amigo Romeo.

Soltó una risa interna al terminar de leer la carta de su amigo, tenía que responderle luego ya que debía salir a buscar a Nolan a la escuela.

En el camino se cruzó a Lana, quien estaba fuera del puesto de verduras.

—Hola, guapa —saludó.

—Will, ¿a que no sabes quien me envió una carta? —habló.

—Adivinare, Romeo.

—¡Si!, ¿sabes hace cuanto no me escribía? Hace más de dos meses —dijo enfadada—. Según él porque no tenía dinero, pero apuesto a que si tiene dinero para comprarle flores a todas las chicas del palacio —se quejó molesta. William la miró divertido.

—¿Me acompañas a recoger a Nolan de la escuela? —preguntó. Ella asintió y emprendieron marcha.

En el camino la escuchó quejarse de todos los chicos del pueblo quienes le coqueteaban y según ella todos eran aburridos, pero también se quejaba porque decía que su más grande sueño era que llegara el chico indicado para poder enamorarse.

William la escuchaba atento, a veces era difícil comprenderla al cien por ciento. Lana podía llegar a ser muy intensa, pero era muy lista y sabía poner en palabras sus sentimientos de una manera única. Era de lo más entretenido escucharla hablar y dar sus opiniones acerca de todo.

Ambos jóvenes llegaron a la pequeña escuelita que se encontraba en la punta de una gran colina. William tocó la puerta, había llegado un poco temprano pero daba igual. La profesora le abrió sonriente, traía puesto un delantal colorido.

—Buenas tardes señorita Suzan, vine a recoger a Nolan Stevens —informó amable.

—Oh, claro, tú debes ser William —dijo la mujer. William asintió amable.

—Nolan me comentó muy emocionado que su hermano vendría a recogerlo —comentó.

—Así es, la semana pasada también vine a recogerlo, pero no había llegado antes de tiempo, por lo cual no pude presentarme con usted.

—De todos modos te conozco, joven William —confesó—. Te he visto en los periódicos, el papel blanco y negro no deja apreciar esos preciosos ojos que tienes —comentó en una sonrisa.

—Oh, muchas gracias señorita Suzan.

Pasaron un par de segundos y la profesora trajo a Nolan.

Caminaron vuelta a su casa. Los tres pasaron la tarde juntos, almorzaron y luego Lana ayudó a William a limpiar la casa. Nolan les contó cómo le había ido en la escuela.

A las cinco de la tarde Lana tuvo que retirarse a su casa, Nolan y William quedaron solos esperando a su madre mientras dibujaban.

—Will, ¿qué es esto? —preguntó Nolan agarrando entre sus manos un cuaderno que tenía William a un lado de la mesa. Apenas lo vio, William se lo quitó enseguida.

—No es nada, solo un simple cuaderno —dijo nervioso.

—No parece un simple cuaderno, esta que explota de cosas escritas y pegadas —dijo el menor extrañado.

—Son cosas del trabajo, no es nada —respondió mientras se paraba para guardar el cuaderno en su habitación.

Al pararse se cayó una hoja que tenía en ella un dibujo. Nolan se levanto de su silla y lo recogió del suelo.

Lo analizó y trató de entenderlo. Era el príncipe Edward sentado en una cama, le pareció extraño ya que la habitación y la cama no parecían dignas de un príncipe. No traía suéter. Se dejaba ver una pierna descubierta de la sabana que cubría la parte inferior de su cuerpo. Su mirada se dirigía directamente al dibujante. Sus ojos soltaban una intensa mirada, y sus labios una sonrisa genuina, era más como un reflejo a lo que veían sus ojos.

Definitivamente era un retrato del príncipe que jamás creyó ver. Sabía que lo había hecho William, su hermano era un excelente dibujante.

La hoja estaba doblada en dos, solo había utilizado la mitad. Notó que entre medio del dobles de la hoja había algo. Una fotografía. Era la fotografía que había utilizado su hermano para realizar el retrato del príncipe. Se asemejaba bastante a la fotografía. Solo que en el dibujo no se apreciaba tanto la modalidad de la habitación, definitivamente no era la habitación de un príncipe. Nolan pensó unos segundos, analizando la situación, decidió que no incomodaría a William con preguntas,de todos modos no sabría que preguntar exactamente, "oye Will, ¿puedes explicarme por qué dibujaste al príncipe Edward semi desnudo en lo que parece ser tu habitación?" Se guardaría el dibujo con la fotografía y cuando éste no se de cuenta iría y lo devolvería sin decirle nada.

William salió del baño, Nolan no había notado que al terminar de guardar su cuaderno había ido al baño. Nolan guardo el dibujo y la fotografía rápidamente en su bolsillo.

—¿Qué sucede? —preguntó William al verlo pensativo en el mismo lugar—. ¿Terminamos de dibujar esas aves? Pensaba en agregar otro color.

—Oh —Nolan pareció nervioso—. No, estoy cansado. Iré a mi habitación.

Lo que quedó de la tarde Nolan lo pasó pensativo, ¿por qué su hermano haría ese dibujo?

María al fin llegó del trabajo, la recibieron como debían y charlaron un poco sobre cómo le fue a cada uno en el día.

William ayudaba a su madre a preparar la cena.

—¿Sabes? Un empleado del palacio vino a comprar a la cafetería, era un encargue del príncipe —comentó su madre.

—¿Que? ¿De verdad? —asintió

—Encargó un pie de manzana y una bolsa de croissants —recordó.

—Vaya, no lo puedo creer.

La cena pasó rápida, William en verdad amaba cocinar con su mamá.

Al momento de ir a dormir decidió contestarle la carta a Romeo y también escribirle a Edward.

Mensajería del pueblo de Segovia.
Martes 23, 1928.

Hola rubio, ¿cómo estás?
No puedo creer que Edward hiciera eso, fue muy dulce de su parte.
¿Con que el nuevo chico te cae pésimo? ¡No seas tan cruel y ayúdalo a limpiar el establo!
Mamá y Nolan te mandan saludos, ¿y sabes quién más? ¡Tu mejor amiga Lana a quien hace más de dos meses no le escribes! Por dios Romeo, debemos venir juntos al pueblo a verla porque tiene conflictos con todos los chicos de aquí.
Nos vemos pronto, rubio.

Tu mejor amigo, William.

Dobló la hoja y la metió en un sobre, seguidamente sacó otra que sería dirigida a Edward.

Mensajería del pueblo de Segovia.
Martes 23, 1928.

Hola Ed, ¿cómo te encuentras?
¿Cómo es eso que le regalaste dinero a Romeo para que me escriba?
Me contó mamá que encargaste comida en su cafetería, no es por nada pero... ¿es porque te dije que mi mamá tenía una cafetería y yo la ayudaba en ella? ¿Te gusto el pie de manzana y los
croissants?
Cuéntame cómo va todo por el castillo, nos vemos pronto mi príncipe.

Con cariño, Will.

Mi Dulce AmadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora