—¡Alto ahí ahora mismo! —Edward comenzó a correr cuando los guardias comenzaron a escoltar a Oliver. Su palabra parecía no tener autoridad, pues nadie obedecía su petición. Oliver estaba siendo custodiado a detención y él no estaba pudiendo hacer nada al respecto.
Corrió tras ellos hasta que montaron a Oliver en un carruaje. Este aún no avanzaba ya que no tenía cochero, uno de los guardias se dirigió en busca de uno.
—¡Exijo ya mismo que lo bajen de ahí! —ordenó en desespero—. ¡Díganme ya mismo de qué se trata todo esto! ¡Oliver no ha hecho nada!
—Lo siento alteza, pero las reglas son las reglas. Con todo respeto, señor, usted no maneja el servicio del ejército. No podemos hablar del delito hasta que el rey Gabriel esté enterado y se haga un juicio, por ahora Oliver queda detenido por incumplimiento de las normas de seguridad. Es toda la información que le puedo dar.
—Esto es ridículo —Edward no tenía paciencia para escuchar—. ¡No voy a permitir que se lo lleven! —dijo con firmeza, aunque en el fondo sentía nerviosismo y confusión—. Háganse a un lado —tuvo intención de enfrentar a forcejeos al guardia cuando sintió a alguien tomarlo de los hombros. James.
—Edward, debes calmarte —James lo jaló para mirarlo de frente.
—¡No! —gritó entrando en completo desesperó—. ¡Se quieren llevar a Oliver! ¡Claro que no me voy a calmar! Nadie se toma la molestia de explicar qué carajo está sucediendo.
—Entiendo, pero tu debes entender que no es tu trabajo decidir sobre los problemas jurídicos —Edward soltó una risa agria.
—Por favor... ¡en horas contadas esos problemas estarán en mis manos! —en los segundos que duró esa discusión, fue muy tarde cuando se percató de que el carruaje emprendió en marcha.
—¡No! ¡No! ¡No! —se quejó elevando sus brazos y llevando sus manos a la nuca, lamentándose. La frustración lo ayudó a comenzar a correr con rapidez hacia el castillo.
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Su mirada iba dirigida al pequeño hueco que había quedado descubierto en la ventana, los guardias no se habían percatado de que la pequeña cortina no cubría del todo la ventanilla. Evitaba mirar sus manos esposadas, cada vez que las miraba su llanto silencioso se volvía ruidoso. Le habían quitado aquella carta, aquella carta que lo metió directamente en todo esto. Pensó en Edward, no sabía si también estaba asustado porque descubran el verdadero autor del delito o si siquiera era consiente de la razón de toda esta situación. Suponía que lo dirigían a detención, nunca pensó que alguna vez iría preso o siquiera tener puestas unas esposas, eran más ajustadas de lo que creía, de hecho podía sentir cómo le hacían daño en las muñecas, seguramente se le había formado una gran marca. Temía que sus padres lleguen a enterarse, no tenía idea qué explicación podría llegar a darles, si es que volvía a cruzar palabra con ellos. Porque eso era lo que más temía, si alguna vez volvería a ver el mundo exterior o si lo estaban dirigiendo a su propia tumba.
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Corría por los pasillos deseando que William si estuviera en su habitación. Abrió la puerta y efectivamente allí estaba. William se sobresaltó y lo miró con el ceño fruncido.
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Mi Dulce Amado
RomanceEn la vida, muchas veces aguantas tanto dolor que te destroza hasta caer de rodillas al suelo, solo por amor. Muchas veces no sabes en qué momento caerás, o si simplemente la vida es buena contigo y te hace levantar de la mejor forma. Nunca lo sabre...