8. Hablar para entender

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Limpió sus lágrimas, aunque era en vano, estas seguían saliendo sin parar. Escuchó como alguien entraba por su puerta. Estaba acostado con las sábanas por encima de su cabeza, así que la persona que había entrado no le veía el rostro.

—Edward, ¿qué haces acostado? —era la voz de su padre.

—Estoy cansado —contestó. Se esforzó en que su tono de voz no sonara angustiado.

—Como sea. Venía a decirte que te felicito por tu discurso, salió de maravilla —habló.

—Oh... gracias —escuchó los pasos de su padre por toda la habitación, supuso que este estaba dando vueltas por el lugar.

—Me agrada cuando haces las cosas con responsabilidad —confesó—. Te informo que dentro de dos días tendremos nuevamente la visita de la familia Ortiz.

—Está bien —fue lo único que dijo. Gabriel se retiró de la habitación.

Se quedó un momento más debajo de sus sábanas pensando, hasta que recordó que debía aclararle varias cosas a William.

Se sentó y sacó de su mesita de luz una libreta y una pluma.

Castillo real de Segovia.
sábado 20, 1928.

Querido William:

Se que hay varias cosas pendientes por hablar luego de lo sucedido en la asamblea, fue incómodo para ambos, lo sé. Prefiero que lo hablemos en persona, ¿Qué dices?
Me alegra saber que tú y tu familia estén bien. Pude verlos ayer, parecen ser personas agradables como tú.
Te extraño tanto que lo único que deseo en este momento es tenerte aquí conmigo.

p.d: Romeo está bien. Se está aprovechando del pobre chico nuevo, le deja todas las tareas solo para él.

Atentamente: Edward Howard.

 ━♔━≫♔≪━♔━

William ya estaba por terminar su turno en la cafetería de su madre, desde lo sucedido en el comité no había podido parar de pensar en eso. Las palabras del rey Gabriel lo asustaron, pero las simples palabras de Edward fueron algo que en verdad le hizo contraer el pecho.

Se quitó el delantal, agarró su bolso y salió del pequeño local con aroma exquisito a café.

Al salir chocó con alguien que iba entrando.

Lana.

—Will... —nombró la chica, asombrada.

—Lana —se observaron en uno al otro.

—¿Qué haces en el pueblo? —comenzó a preguntar emocionada—. ¿Cuándo llegaste? ¿Acaso no vivías en el castillo? ¿Romeo ha venido contigo?

La chica lo comenzó a marear con preguntas. William la invitó a caminar hasta un pequeño parque para ponerla al tanto de su vida.

Lana Homaly era una peculiar amiga suya de la infancia. Era una chica que poseía unos dorados rizos y unos ojos verdes intensos. Era blanca como la nieve pero con un tono rubor en sus mejillas... en verdad era muy bella.

Lana, William y Romeo solían ser un peculiar trío rebelde. Fueron amigos toda su niñez ya que los padres de la chica eran muy amigos de los padres de William. Al llegar a los 13 años, William ya se había ido a vivir al castillo. Pasó un tiempo y al año siguiente este volvió al pueblo con una bomba de sentimientos encontrados. La chica le había confesado su atracción por él y no paraba de coquetearle y preguntarle si lo podía besar. William en verdad estaba confundido, le cumplió la petición a la chica y le correspondió el beso. Se besaron en su habitación, hasta que de un momento a otro los besos pasaron a más.

Mi Dulce AmadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora