16. Deja vu

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—Jazmine, Edward —llamó Matilde—. Debemos charlar algunas cosas... —ambos jóvenes asintieron en señal de estar atentos.

—Como ya sabrán, hoy se decidirán las fechas exactas de su boda, el pueblo necesita saber quién será su futura reina —su padre tomó suavemente su copa de vino y la acercó hacia sus labios, dando un pequeño sorbo—. Lo que significa que mañana harán una visita por el pueblo para anunciar su compromiso —Edward sintió que el mundo se le venía encima.

—Además, pasaremos la noche aquí —mencionó Pedro. Gabriel asintió. Edward pareció aturdido por tanta información. Salió de su trance cuando sintió como Cleo se acercaba a él para decirle algo.

—Debes decirme donde se encuentran la habitación de tu empleado William —guiño su ojo hacia él. Edward la miró sin expresión alguna—. Bromeo —susurró divertida.

Durante el siguiente transcurso del almuerzo hablaron de cómo había sido el viaje de la familia Ortiz, negocios, lo delicioso que estaban los platillos, vestidos, joyas, viajes, y varias cosas más que a Edward no le interesaba escuchar. Se sentía perdido.

—Llegó el momento de la razón por la que estamos reunidos aquí en este almuerzo —Gabriel tomó entre sus dedos una servilleta para limpiar las comisuras de sus labios.

—Si. Es un tema muy emocionante, tenemos mucho de que hablar, acordar y planear —prosiguió el rey Ortiz.

—Oh, si. Si me permiten, con Cleo ya estuvimos viendo vestidos. Sé que quizás sea un poco apresurado, pero creo que ya se cual es el indicado —Jazmine era probablemente la más emocionada en esa mesa.

—No querida, no es para nada apresurado. Me parece encantador —contestó Matilde.

—Dime algo, querido Edward, ¿tú ya tienes algo previsto? Te veo muy callado —intervino la reina Ortiz.

—Yo...umh, si. Estuve viendo... sortijas.

—¡Oh, fabuloso! ¡Es algo muy importante y encantador, Edward! Que atento —habló Miranda.

—Si, muy encantador Edward —su padre lo miró desafiante, sabiendo perfectamente que él en ningún momento se había puesto a elegir sortijas.

—No sé qué tienen en mente... —empezó el rey Ortiz —pero pensamos que a finales de noviembre sería excelente —una enorme sonrisa salía de su rostro mientras intentaba mirar las reacciones de todos al mismo tiempo. El rey Gabriel parecía estar de acuerdo con la propuesta.

—Excelente. Poco antes es el cumpleaños de Edward —todos lo miraron sonrientes.

—Vaya —Cleo susurró con expresión divertida en dirección a Edward, este la observó irritado.

—Excelente —habló Edward.

—Me parece una gran idea, tendremos muchos festejos de corrido —habló alegremente Pedro—. A fines de noviembre será.

Edward estaba anonadado, no solo porque ya estaba la fecha acordada, si no que poco antes sería su cumpleaños y poco después de eso estaría la coronación la cual estaba preparada desde el día de su nacimiento para el 28 de noviembre. Se sentía mareado, no querría estar ahí y menos recibiendo tantas noticias que lo único que lograban era hacerle doler la cabeza. Sintió como alguien le tomaba del hombro.

—Cariño, ¿te encuentras bien? Luces pálido —preguntó| Matilde. Apenas escuchó la voz zumbante de su madre un nudo se le formó en la garganta.

—Estoy bien —apenas pudo modular Edward.

—Luces muy pálido, necesitas algo dulce —propuso la reina Ortiz.

—Tienes razón, Miranda. Haré que sirvan el postre —Gabriel tomó la pequeña campana en su mano y la sacudió, llamando a los empleados. En no menos de 5 segundos apareció un cocinero por la puerta, esperando que el rey le indique sus órdenes. Cuando así fue, se retiró hacia la cocina.

Mi Dulce AmadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora