15. Duquesa Ortiz

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Cuando Edward entreabrió los ojos, miró hacia su enorme ventanal y observó que apenas estaba amaneciendo. Le dolía mucho la cabeza y tenía los ojos muy hinchados, además de un enorme malestar. Hundió su cabeza en su almohada, intentando pensar con qué ánimos enfrentaría el día que le esperaba. Sabía que su padre no lo querría ver, pensó que embriagarse para que el día no fuera tan abrumador no sería una idea tan mala. Pero no iba a perder el control frente a la familia Ortiz y hacer que su padre lo apuñale al terminar el día.

James llamó a su puerta, vagamente se sentó para escucharlo. Prendió un cigarrillo mientras intentaba prestarle atención.

—Será un largo día. Luces mal —habló James mirándolo con una mueca—. Deberías  comer algo y entrenar. tienes un tiempo libre antes de que llegue la familia Ortiz.

—Mhm —respondió sin importancia, su mirada estaba perdida en un punto fijo—. Debo ver a William —recordó. Parecía que Edward había pensado en voz alta. James parecía estresado por su actitud. Edward sin más se levantó, aún perezoso se dirigió hacia el baño.

 —En diez minutos te estaré buscando para desayunar —habló en voz alta dándole unos golpes a la puerta del baño.

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William despertó al sentir unos golpes en la puerta de su habitación. Sabía que era Romeo por la forma en que tocaba la puerta.

—¡Entra! —habló con voz de dormido.

—Buenos días bello durmiente. Se te hace tarde para el trabajo —saludó.

—Tu aún tienes el pijama puesto, eres el menos indicado para hablar de mi —miró con los ojos entrecerrados y voz dormida.

—Ya, es que te estaba esperando. Sabes que odio estar en el establo solo, los caballos me miran mal —dijo Romeo, mientras se tiraba a la cama y se recostaba junto a William.

—Seguramente seas tú el que los mira mal a ellos —bromeó William.

—Oye, ¿estuviste llorando? Tienes los ojos muy hinchados —preguntó al observar más de cerca a William.

—Si, bueno. Es que discutí con papá ayer por la noche. 

—¿Fue por el recorrido de ayer? ¿Quieres hablar de eso? —preguntó.

—Si, fue algo así. Pero no quiero hablar de eso. Eres un entrometido —dijo entre risas.

—Ey, yo solo quería saber —respondió, pateándolo suavemente.

—Si, tu siempre quieres saber.

William observó el reloj que tenía en su pared y se levantó sobresaltado.

—¡Mierda! ¿Por qué no me dijiste que era tan tarde?

—Es a lo que vine, de hecho. Pero tú nunca quieres escucharme —dijo bromeando.

—¡Vamos, ve a vestirte que ya es tarde!

Ambos chicos se pusieron su ropa de trabajo y salieron corriendo escaleras abajo. Fueron a buscar a Oliver antes de salir. El castillo estaba repleto. Romeo se hurtó unos panes de queso en el bolsillo junto a unas manzanas y continuó corriendo.

—¡Romeo, podrían arrestarnos por eso! —se quejó Oliver nervioso.

—No seas exagerado, relájate

Cuando estaban a un par de metros de llegar al establo, William pudo notar como Edward salía de este. ¿Qué estaba haciendo allí?

—Ahí estás. Estaba muy preocupado —dijo Edward, aliviado y a la vez exaltado. William observó a Romeo y estos se entendieron simplemente con la mirada.

Mi Dulce AmadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora