*Capítulo 9: Lazos y Revelaciones**

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La biblioteca de Valneblina era nuestro santuario, un lugar donde las palabras escritas nos envolvían en un abrazo silencioso. Sofía y yo, Lian, nos encontrábamos entre los estantes, rodeados de historias que habían sobrevivido al paso del tiempo. Era aquí donde nuestra amistad había comenzado, un lazo forjado entre misterios y libros polvorientos.

"Recuerdas la primera vez que vinimos aquí juntos?" preguntó Sofía, una sonrisa juguetona en sus labios.

Asentí, recordando aquel día lluvioso. "Estabas buscando 'El Enigma de la Rosa', y yo tenía la última copia."

Ella rió. "Y en lugar de pelear por el libro, terminamos compartiéndolo."

Ese había sido el comienzo de todo. Dos almas curiosas encontrando consuelo en la literatura y en la compañía mutua. Desde entonces, la biblioteca se había convertido en nuestro refugio, un lugar donde podíamos ser nosotros mismos, lejos de las expectativas del mundo exterior.

Tomás había llegado a nuestras vidas como un torbellino, su energía inagotable y su humor una chispa en la monotonía de Valneblina. "¿Y qué hay de Tomás?" pregunté. "¿Cómo terminó uniéndose a nuestro dúo?"

Sofía sonrió. "Fue en la feria del pueblo. Estaba intentando ganar un peluche para su hermana pequeña, y tú y yo estábamos allí."

"Ah, sí," dije, recordando la determinación en los ojos de Tomás mientras lanzaba anillos a los premios. "No podíamos dejarlo solo después de ver su empeño."

Nuestras familias eran tan diferentes como la noche y el día. La mía, siempre envuelta en el misterio de un pasado que preferían olvidar, y la de Sofía, una familia de artistas que veían la belleza en cada rincón de Valneblina. Tomás, por otro lado, venía de una familia de comerciantes, pragmáticos pero con un corazón de oro.

"Creo que nuestras diferencias son lo que nos hace fuertes," dijo Sofía, su mano rozando la mía. "Cada uno aporta algo único a esta... investigación."

"Y a esta amistad," añadí, sintiendo la verdad de sus palabras.

En ese momento, la puerta de la biblioteca se abrió y Tomás entró, su expresión seria. "Tenemos que hablar," dijo, y supe que la tregua había terminado. Era hora de volver a la realidad, a las sombras que nos acechaban.

Pero por un breve instante, en la calidez de la biblioteca, con Sofía a mi lado, había encontrado un poco de paz en medio del caos. Y eso era algo que el asesino nunca podría arrebatarnos.

ValneblinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora