Capítulo 35: La Cabaña del Bosque**

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Lian descendió por la escalera oculta de la biblioteca, el polvo y el olvido marcaban cada peldaño. Al final, encontró lo que tanto temía y deseaba: Sofía estaba allí, amarrada y visiblemente débil.

"Sofía, ¡aguanta! Voy a sacarte de aquí," susurró Lian, mientras desataba las cuerdas que la retenían.

Con cuidado, la cargó en sus brazos y la llevó a la única casa en el bosque que conocía bien: la cabaña donde se refugiaba cuando su madre y abuelo murieron. Era un lugar seguro, lejos de miradas curiosas y del culto que ahora parecía omnipresente.

Una vez en la cabaña, Lian cuidó de Sofía, dándole agua y buscando que recuperara fuerzas. En la tranquilidad de ese refugio, le escribió un mensaje a Valeria:

"Valeria, encontré a Sofía. Está viva pero débil. La llevé a un lugar seguro. Por favor, no le digas a nadie, ni siquiera a tus padres."

Valeria, al leer el mensaje, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. "Tomás, no vas a creer esto," dijo, mostrándole el teléfono.

"¿Cómo es posible? ¿Y si sus padres están involucrados?" respondió Tomás, la incredulidad y la sospecha en su voz.

Valeria asintió, recordando. "La noche que se llevaron a Sofía, mis padres estaban... diferentes, más nerviosos."

Lian, al otro lado del mensaje, sintió cómo la desconfianza crecía dentro de él. ¿Por qué los padres de Sofía estarían nerviosos esa noche? ¿Acaso sabían más de lo que decían? ¿Era posible que estuvieran involucrados con el culto? ¿Y si todo esto fuera parte de un plan más grande que él no podía entender?

La incertidumbre lo consumía, pero Lian sabía que debía mantenerse fuerte por Sofía y por la verdad que aún estaba por descubrirse.
** La Revelación**

En la cabaña, con Sofía a salvo por el momento, Lian se dejó caer en una de las sillas desvencijadas. Su mente era un torbellino de recuerdos y revelaciones. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar, formando una imagen que le costaba aceptar.

Recordó las visitas frecuentes de los padres de Trini a su casa cuando era más joven, las sonrisas cómplices entre los adultos, las miradas que ahora entendía que ocultaban secretos oscuros. Todo apuntaba a una verdad ineludible: sus propios padres eran parte del culto.

El teléfono vibró, sacándolo de sus pensamientos. Era otro mensaje del número desconocido: "Te encontraremos."

Lian respondió con una determinación que no sabía que tenía. "Ya sé quiénes son. Sé todo." Y procedió a listar los nombres que había recordado, aquellos que ahora veía bajo una luz siniestra.

La respuesta no se hizo esperar: "Nada cambiará. Aún si sabes quiénes somos, debes aceptar tu destino."

Lian apretó el teléfono con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. No, no aceptaría ese destino. No dejaría que Sofía se convirtiera en otra víctima de esa tradición retorcida. Tenía que actuar, y rápido.

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