Capítulo 26: La Carta y la Discordia**

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La carta llegó en un sobre sin marcas, su contenido heló la sangre de Lian y sus amigos. La tinta negra delineaba amenazas y secretos que solo ellos deberían conocer.

"Si continúan entrometiéndose, el final de ustedes será peor que el de nuestras víctimas," comenzaba la carta. Luego, como si las palabras fueran cuchillos, revelaba los secretos más íntimos de cada uno.
Para Lian, el texto era una puñalada directa al corazón: “Sabemos de tu soledad, Lian. De cómo te culpas por la muerte de tu madre, Elena. De cómo en tus momentos más oscuros, deseaste que fuera tu padre quien hubiera muerto en su lugar.”

Lian se quedó sin palabras, su rostro pálido. “Sofía, yo… eso fue solo un pensamiento fugaz, en mi peor momento. Nunca quise…”

Pero la carta tenía más veneno que derramar. Para Sofía, decía: “Y tú, Sofía, siempre tan perfecta a los ojos de todos. Pero conocemos tu secreto más vergonzoso, cómo envidiaste a Valeria hasta desearle la muerte, solo para ser la única estrella en la familia.”

Para Tomás, exponía su amor no correspondido por Valeria, y cómo la observó en silencio mientras la deseaba.

Para Valeria, revelaba su sentimiento de culpa por sobrevivir al ataque en el hotel, preguntándose si podría haber hecho algo para salvar a Don Ernesto.

"¿Cómo saben todo esto?" preguntó Sofía, su voz temblorosa.

"Alguien nos está vigilando muy de cerca," dijo Lian, su rostro pálido.

"¿Acaso no podemos confiar el uno en el otro ahora?" inquirió Tomás, mirando a Valeria con una mezcla de dolor y sospecha.

Valeria se cruzó de brazos, su mirada desafiante. "No vamos a dejar que esto nos divida. Eso es lo que quieren."
Y tengo que hablar contigo en privado tomas.

La discusión se intensificó, cada acusación y cada secreto revelado los empujaba más hacia la desconfianza. Pero Lian, con un esfuerzo sobrehumano, logró calmar los ánimos.

"Esto es exactamente lo que el culto quiere," dijo con firmeza. "Tenemos que ser más fuertes que sus juegos mentales."

Con la tensión aún palpable en el aire, Lian tomó la decisión de ir con su padre, el jefe de policía. Le contó sobre el culto, sobre la carta y sobre el peligro inminente.

"Padre, esto es más grande de lo que imaginamos. Y ahora saben demasiado sobre nosotros," confesó Lian, la gravedad de la situación reflejada en su voz.

El jefe de policía escuchó, su expresión endureciéndose con cada palabra. "Prepararé un equipo. Vamos a protegerlos y vamos a acabar con este culto."

Lian asintió, sabiendo que la batalla final se acercaba. Valneblina estaba en la cuerda floja, y solo la verdad podría restaurar la paz en su atormentado pueblo.

La noche cayó sobre Valneblina como un manto de incertidumbre. Las estrellas se ocultaban tras nubes oscuras, reflejando la sombría atmósfera que envolvía al pueblo. Lian y sus amigos se reunieron en la antigua biblioteca, donde los libros polvorientos y los secretos olvidados parecían susurrar en las sombras.

"Tenemos que descubrir quién nos envió esa carta," dijo Lian, su voz un susurro firme en la penumbra. "Y más importante aún, cómo saben tanto sobre nosotros."

Sofía, con los ojos fijos en un libro de criptografía, asintió. "Podría haber pistas en los patrones de la carta, algo que nos indique quién está detrás de todo esto."

Tomás, aún afectado por las revelaciones, se acercó a Valeria. "Necesito hablar contigo," dijo, guiándola a un rincón apartado. "Sobre lo que dijo la carta... y sobre mis sentimientos."

Valeria lo miró, su expresión indecifrable. "Tomás, ahora no es el momento. Tenemos que concentrarnos en el culto."

Pero Tomás insistió, "No puedo seguir fingiendo que nada ha cambiado. Necesito saber si hay alguna esperanza para... para nosotros."

Mientras tanto, Lian y Sofía descubrieron un patrón en la carta: ciertas letras estaban sutilmente marcadas, formando una secuencia. "Es un código," dijo Sofía, sus dedos recorriendo las letras. "Necesitamos descifrarlo."

La tensión entre Tomás y Valeria creció, pero fue interrumpida por un ruido sordo proveniente de la puerta principal. Alguien había dejado un paquete. Con cautela, Lian lo abrió, revelando un objeto envuelto en un paño negro. Al retirar la tela, un frío escalofrío recorrió la habitación.

Era una máscara ceremonial del culto, acompañada de una nota: "La verdad os hará libres, pero primero debe ser descubierta."

"Esto es una invitación... o una trampa," dijo Lian, contemplando la máscara.

"O ambas," agregó Sofía, su mirada determinada. "Pero es una pista, y no podemos ignorarla."

El grupo decidió dividirse: Lian y Sofía trabajarían en descifrar el código, mientras Tomás y Valeria seguirían la pista de la máscara. A pesar de sus diferencias y secretos, sabían que solo unidos podrían enfrentar la oscuridad que amenazaba a Valneblina.

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