TRES AÑOS DESPUÉS.
-Mira la rosa que me ha regalado Toño. ¿No es para comérselo?
Toño era el novio de mi mejor amiga Ani. Tras cuatro años de relación seguía teniendo detalles como ese con ella.
Era un buen tío y lo más importante para mí, estaba tremendamente enamorado de ella por lo que lo hacía a mis ojos, aún mejor. Siempre que podía iba a verla al trabajo.
La familia de Ani tenía una empresa de bordados y serigrafía donde ella llevaba la parte de diseño.
Nos conocíamos desde pequeñas. Nuestras madres eran compañeras de trabajo en una peluquería del centro por lo que muchas tardes las pasamos entre lava-cabezas, los secadores y las señoras rajando de sus maridos y contándoles su vida a su peluquera. Hoy en día, cuando paso por la puerta de una peluquería y huelo ese aroma a tintes, permanentes y cera, evoco mi infancia. Me trasporta a un tiempo inmensamente feliz.
El local de al lado era, una agencia de seguros. Recuerdo a sus dueñas dándonos caramelos de regaliz o cuando mi madre habría un paquete con productos para la peluquería y en ellos había unos corchos con forma de "S" de diferentes colores, celeste, amarillo, verde y rosa.
Con ellos jugábamos a hacernos collares, con aguja e hilo, los íbamos ensartando hasta hacerlos una guirnalda que nos colocábamos sobre el cuello.
También recuerdo la puerta corredera de madera que separaba la zona de depilación y estética del resto del local.
No entendía muy bien que hacia mi madre allí con esas mujeres a las que oía quejarse y dar pequeños gritos y a mi entender, eran de dolor.
Una cría de 7 años no era capaz de entender aquel dolor hasta que, ya llegada la pubertad, mi madre me demostró de forma literal por qué esas mujeres chillaban, algunas más alto que otras.
Mi madre se ofreció a hacernos la cera a Ani y a mí, no será para tanto, pensé, esas mujeres no aguantan nada.
Cuando sin previo aviso empezó a extender la cera que aplicaba a través de un rodillo, pensé, si lo que viene es peor que esto, me bajo de la camilla y no me toca más.
Efectivamente, el tirón que vino luego me hizo apiadarme de aquellas mujeres, mi madre, bruta donde las haya, no avisaba y jalaba de aquel papel grueso que colocaba encima de la tira de cera caliente que extendía sobre la piel.
Aquella cera ardía pero no sabía si lo peor era la sensación de calor o la sensación de dolor tras sentir como la tira blanca se despegaba de la piel llevando consigo todo vello que pudiera estar adherido a mi piel.
Ani miraba la escena con cara de horror, pensando que ella tendría que sufrir lo mismo que yo.
Si se me pasó por la cabeza la idea de bajar de esa camilla con una pierna depilada y la otra no, rápidamente mi madre la borró de mi mente.Con una fulminante mirada, quedé pegada a aquella camilla del dolor.
Mi madre no era una mujer que dejara ningún trabajo sin acabar y conmigo no iba a hacer una excepción.
Tras sufrir el dolor en las piernas y en las axilas, cedí mi turno a Ani. Ella no sufrió tanto, su piel no era tan sensible como la mía, apenas se le irritó. Por el contrario, la mía parecía un volcán en erupción.
En cuanto pude hacerme el láser no dudé e invertí lo poco que ganaba en hacer desaparecer todo el vello de mi cuerpo.
Esos días ya quedan lejanos pero Ani y yo somos amigas desde entonces y no nos hemos separado, exceptuando el tiempo que estuve viviendo en Mikonos.
Casi todos los días pasaba por el negocio a verla y como pronto empezaría a trabajar ya no podría hacerlo tan a menudo.- ¿Ela cuando empiezas en el nuevo curro en el estanco?
-En dos días
-No jodas, ¿el día de san Valentín empiezas a currar?
-Ani, ¿crees que voy a tener ese día un plan mejor que trabajar?
-Hablando de un plan mejor, ¡A que no sabes a quién vi el otro día corriendo por la avenida?
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El perdón llega de tus manos
RomanceCuando el amor aparece por la puerta de tu trabajo tras unos ojos que parecen devorarte, no te queda más remedio que jadear de deseo. Ela lleva demasiado tiempo escapando de Cupido y Mateo ni se plantea una relación hasta que la conoce. Le trasmite...