Tus ojos

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-Anda ahora te invito a otra y todo solucionado, bueno pediré tres, ya me llevas una de ventaja.


Aquello empezaba a llenarse y la música cada vez estaba más alta por lo que hablar se hacía complicado excepto en nuestra mesa, la más alejada de los altavoces. Por eso nos gustaba tanto aquel sitio, alejado del barullo, pero perfecto para ver a todo el mundo, si bien es cierto que esa noche las cervezas ya hacían de las suyas.

Andaba contándole todo lo que me había pasado con Mateo, cuando por su cara noté que algo raro pasaba. Por su cara y por las dos manos que se posaron en mis hombros haciéndome botar del susto.

- ¡Hombre! si es mi estanquera favorita- dijo una voz que delataba una palpable ingesta de alcohol-

Temblaba como un flan, no me hizo falta que hablara más para saber inmediatamente quien era.

Me giré y nada más verle la cara supe que llevaba unas cuantas cervezas más que yo.

-Mateo- Logré articular- ¿Qué haces tú por aquí?

-¡Hola Ela! Y sin mediar palabra me cubrió en un abrazo tras levantarme con suavidad en el que literalmente, casi ni veía a Ani ponerme caras de "¿Qué está pasando aquí?"

No me había dado tiempo a empezar a contarle nada cuando ya estaba bajo esos brazos y pegada a ese cuerpo que olía tan sumamente bien. Sin saber cómo me encontraba de pie siendo atrapada por su cálido abrazo. Allí me sentía en paz, era como una droga, un éxtasis que me obligaba a cerrar los ojos y evadirme del bullicio por unos segundos.

Cuando nos separamos físicamente aún nuestros ojos seguían conectados, no sé si era el efecto de la cerveza, el cansancio o que sencillamente ese hombre me volvía tan loca que veía cosas donde nos las había. Lo único que sé es que sus ojos y los míos estuvieron conectados y ahí pasó algo que no sabría ni como describir, al menos en ese momento.

-Mateo, te presento a mi amiga Ani.
Me apresuré a decir para poner un poco de tierra de por medio entre ambos.


-Un placer conocerte por fin, mi amiga no para de hablar de ti.

Mateo levantó una ceja pero vi que reprimió las ganas de decir algo al respecto.

Yo la mataba, mis ojos echaban fuego, no podía creer lo que acababa de decir. Ni tampoco lo que diría a continuación:

-Bueno chicos yo me voy ya, estoy bastante cansada y seguro tenéis muchas cosas de que hablar, así que, que paséis una buena noche y sed buenos, tú y yo ya hablaremos mañana -Dijo mirándome con una gran sonrisa en la cara-

Dándome un beso se fue, dejándome a solas con un tipo con el que controlar mis nervios era casi misión imposible.
Tenía ganas de agarrarla y obligarla a sentarse de nuevo pero cuando quise reaccionar ya estaba saliendo del local.
-¿Has venido solo?

-No con mis amigos.

-¿Y dónde andan?

-Pues si te soy sincero, no lo sé. Iba con ellos lo juro, fui a por una cerveza, luego te vi y les dije que me acercaba a saludarte y ya no se más de ellos. No los veo.

Ahí estaba, parado frente a mí, sin saber muy bien qué decir. Observé cómo iba vestido: Un pantalón azul marino a conjunto con un jersey abierto, debajo tenía una camisa de cuello mao color celeste. Su pecho se marcaba debajo de esa ajustada camisa abotonada y sus brazos que hacía un momento me habían rodeado se notaban duros y firmes.

Con su puro en la mano y la cerveza en la otra me miraba con una sonrisa pícara encondida en sus ojos.

-Siéntate anda, ¿Cuánto has bebido?

El perdón llega de tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora