Encuentros

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- ¡Despierta amiga! 

-Eso hija estas cuajada. Mira que no lanzarte a pedirle salir a un hombretón como ese, de verdad las mujeres de hoy en día estáis apavadas. 

- Ay Maite si yo te contara. 

- Otro día me lo cuentas pero ahora nos vamos. 

- ¿A dónde? – Preguntamos las dos a la vez- 

- Ya lo veréis, no queráis saber tanto. Tú deja el coche donde está que ya vamos en el mío. 

Cuando llegamos a su coche, nos obligó a taparnos los ojos con un pañuelo.  Que se lo pusiera a la novia lo entendía pero a mí no. Si a Ani no le gustaban las sorpresas, a mí aún menos pero a Maite no le podíamos negar nada.

Estuvimos dando vueltas unos minutos hasta que el coche por fin paró. 

-Os aviso desde ya, prohibido quitarse el pañuelo hasta que yo os lo diga.  Intentó ponerse sería pero su tono de voz denotaba emoción. Que estaría tramando ésta mujer.

Estábamos literalmente de los nervios, allí, de pie, sin saber dónde nos encontrábamos, las dos cogidas del brazo como unas niñas pequeñas. Sintiendo los nervios del día de reyes, cuando no sabes que vas a encontrarte al abrir las puertas del salón, donde sabes que habrá muchos paquetes envueltos, con la ilusión de que alguno de ellos sea lo que tanto habías pedido. 

No sabría muy bien cómo afrontaría la vida con mi mejor amiga a miles de kilómetros. 
No quería ser egoísta y sabía que ella debía seguir su camino, pero para mí suponía una perdida enorme no poder contar con mi amiga siempre. 
Sí, estaba siendo muy egoísta por mi parte pero Ani había sido el mejor apoyo en los peores momentos de mi vida. 
Perder a mi hermana fue un golpe demasiado duro para una niña que no entendía bien lo cruel que la vida podía llegar a ser con una.
 
Ella siempre estuvo a mi lado, en cada golpe, cada caída, cada logro, cada alegría. 
Todo lo hemos pasado juntas, desde nuestra primera regla, hasta nuestro primer beso. 
Más que una amiga, es mi hermana.
Con tan solo mirarnos o con una conversación telefónica ya sabíamos que le pasa a la otra. Iba a ser difícil no verla tan a menudo. 
Hay que ser conscientes de lo que tenemos a nuestro lado y valorarlo al máximo. Ya sean personas o momentos. 
Nunca se sabe cuándo será la última vez de algo o con alguien. Eso la vida me lo había enseñado bien.

Yo lo tuve que aprender a marchas forzadas y desde entonces procuro no pensar demasiado las cosas. Aunque claro,no siempre lo consigo.

- ¿Preparadas? 

- Contigo nunca se puede estar preparada mamá, estás demasiado loca.

- Si, pero esta vez te llevarás una buena sorpresa. 

-Pues quítame la venda ya porque me estoy poniendo histérica.  Venga, ya podéis destaparos. 
Al quitarnos el pañuelo de los ojos, no podíamos creer lo que vimos. 

Absolutamente todas las amigas de Ani estaban allí, la mayoría por no decir el cien por cien eran también amigas mías, en nuestra vida casi no nos habíamos separado por lo que nuestro círculo de amistades era casi por completo el mismo. Exceptuando sus compañeras de carrera, que al final de tanto quedar con ellas, se hicieron parte importante de mi vida.
Maite había liado una buena en el campo de sus padres, era un terreno a las afueras de la ciudad donde había construido una casita y con los años, tras la muerte de éstos, sus hijos lo arreglaron y construyeron una piscina para pasar allí los veranos alejados de la saturación vacacional. 

La verdad que aquel sitio me traía unos recuerdos maravillosos de nuestra infancia, allí pasamos muchos veranos juntas y hoy una vez más era testigo de un momento mágico. 

El perdón llega de tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora