La fiesta

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Mi teléfono no paraba de sonar, Manuel no dejaba de insistir en que hiciera lo posible por convencer a Carmen para ir a la fiesta. Lo que él no sabía era que hiciese lo que hiciese o dijese lo que dijese, Carmen iba a hacer lo que le diera la gana.
Eso me gustaba de ella, era una chica que no se dejaba llevar por los demás. Anteponía su opinión a la presión que pudieran hacerle y no se dejaba intimidar por lo que opinara de ella el resto del mundo. Tenía claro sus objetivos y no iba a parar hasta conseguirlos. Sus estudios eran primordiales en su lista de tareas.

Terminé de ducharme y eché un vistazo al armario. No tenía demasiada ropa arreglada, siempre llevaba camisetas y vaqueros pero para salir sí procuraba adecentarme un poco más que de costumbre. Por suerte, encontré en el desastre que era mi armario, una camisa limpia y no demasiado arrugada para la ocasión. Con un vaquero y las deportivas estaba listo. No pensaba demasiado qué ponerme cada día para ir a la universidad, pasaba de comerme el coco por la ropa, los hombres en eso lo teníamos más fácil. Yo al menos no

salía de mi uniforme de pantalones oscuros y camisetas serigrafiadas con algún grupo de música tipo; Queen o ACDC. Llevar camisa para aquella fiesta ya era un hito en mí.
Cuando la vi colgada en la percha, no la reconocí. Realmente no creía ni que fuera mía. Decidí probármela y descubrí con asombro que me sentaba bien. No era muy llamativa, de color azul oscuro. Con un fino borde en los puños en celeste. Lo más seguro, es que fuera de Manuel o quizás del antiguo compañero de piso. Lo cierto es que era de mi talla y está mal decirlo pero, me sentaba como un guante. Me eché un vistazo en el espejo. Pensé que debería arreglarme un poco el pelo y no me vendría mal un corte, pero esa noche lo arreglaría con un poco de agua para definir un poco los rizos rebeldes, algo de colonia y ya estaba listo para ir en busca de Manuel. Hacer acto de presencia un rato y desaparecer pasadas un par de horas. De camino a la puerta de entrada me crucé con Carmen.

-Uh ¿dónde vas esta noche, tienes una cita o qué? -dijo Carmen al verme salir del cuarto.

-No, solo voy a la biblioteca- dije guiñándole un ojo.

-Y se te ha ocurrido ponerte camisa justo hoy, tú que de las camisetas de algodón no sales.

-Ya, bueno, la vi ahí colgada y no lo pensé mucho. No era del todo cierto. En el fondo se me había pasado por la cabeza, la absurda idea de que podría encontrarme con la chica del café. Era algo bastante improbable. Madrid era una ciudad inmensa y, encontrármela más de una vez en el mismo café ya era algo demasiado raro como para que, también la viera en la fiesta de una universidad donde la mayoría de los asistentes eran estudiantes del campus. Aquella chica seguro que andaba de birras con sus amigas o tal vez con su ligue.

-Cuando te vea no va a poder quitarte los ojos de encima.

-¿Quién?

-La chica que te gusta, claro. ¿Por qué si no te habrías puesto una camisa?

-Estás loca Carmencita- dije meneando la cabeza. Acto seguido cogí las llaves de la entrada y me despedí de ella recordándole que me gustaría mucho verla más tarde en
la biblioteca. Apretándole los mofletes de una forma fraternal, salí del piso rumbo al campus.

Estaba bastante nervioso, de camino a la fiesta no paraba de pensar qué le diría si me encontraba allí a la chica del café. El camino se me hizo muy corto a pesar de que era un paseo desde mi casa a la universidad. En metro ya hubiera llegado hacía rato pero estaba la tarde buena y decidí pasear.

-Por fin llegas-Dijo Manuel cuando me vio en la fiesta. ¿Y Carmen? ¿viene contigo?

-Manuel, lo intenté, pero ya sabes cómo es ella, no hay quien pueda convencerla de algo que no quiere hacer. Mientras hablaba con Manuel de fondo escuché una voz conocida.

El perdón llega de tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora