Victor

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-Creo que se ha lastimado el brazo, no se queja pero está blanca, ya sabes lo bruta que es, puede que lo tenga roto, así que, no tardes mucho.


-No, hija, estoy cerca, ya mismo llego.

Tras llamar a mi padre, escribí a Mateo contándole la situación. Muy a mi pesar, la cena tenía que posponerse.

Su respuesta me dejó a cuadros.

-Nos vemos en el hospital, te espero en la puerta de urgencias-

¡Qué! ¿de qué estaba hablando? ¿Cómo que nos veíamos en el hospital? No entendía nada, tenía a mi madre tirada en el suelo y no podía plantearme mucho las cosas en ese momento. Mi padre llegó a casa, cogió en brazos a mi madre y la tumbamos en la parte trasera del coche que estaba aparcado en el garaje. Al montarme junto a mi madre, le escribí inmediatamente a Mateo:

-Mateo, será mejor que no vayas, ya te contaré qué tal todo con mi madre, besos.

¿Besos? Desde cuando le hablas así, mierda, ¡ojalá pudiera borrarlo!. Me temo que ya lo ha leído así que no hay marcha atrás. Su respuesta no tardó en llegar.

-No iré si no quieres pero, Víctor está de guardia esta noche, le diré que os espere-

Sabía que nada le haría cambiar de opinión, así que acepté agradecida su ayuda.

No sabía con qué me iba a encontrar en el hospital, por lo que decidí no comentarles nada a mis padres sobre el amigo de Mateo. Llegamos en quince minutos al hospital, no estaba demasiado lejos de mi casa. En la puerta, esperándonos, estaba Víctor. Hablando con un enfermero, se le veía preocupado, mirando el reloj. Cuando el coche paró y bajé de él, se acercaron de inmediato con una silla de ruedas. Miré a mi padre haciéndole un gesto con la cabeza hacia donde estaba mi madre, salió del coche y abriendo la puerta trasera, la ayudó a salir y a sentarse en la silla que, Víctor y su compañero tenían preparada para ella.


-Mario, llévala a radio a que le hagan unas placas, ya he hablado con ellos, la meterán en cuanto llegues, ahora voy yo.

Acto seguido, el chico se fue con mi madre y allí nos quedamos los tres.

Víctor, ofreciéndole la mano a mi padre se presentó.

-Soy Víctor, trabajo en el hospital y esta noche estoy de guardia. Mateo me llamó y me contó lo sucedido a su mujer y claro, no podía negarme a ayudar a su hija.

-Encantado-Dijo mi padre un poco confuso. Seguro que se estaría rebanando los sesos, pensando quien sería ese tal Mateo que el Doctor le acababa de nombrar-, soy el padre de Manuela. Antonio, mi mujer es Melisa. No nos ha dado tiempo de presentarnos.

-No pasa nada, ya habrá tiempo luego, aquí nos queda un rato.

Yo, allí plantada, parecía una mera espectadora de aquel desconcertante momento. Sabía que una vez solos, habría preguntas sobre el tal Mateo y no veía claro cómo responder a la batalla de interrogaciones que seguro mi padre lanzaría.

- Creo que deberíamos entrar, quiero estar ahí cuando mamá salga de la sala de radiografías.

Andamos siguiendo a Víctor por los pasillos. -Mi padre a mi lado cuchicheaba- Ya podías habernos avisado, la cara de tu madre era un poema al verlo y la mía tanto de lo mismo, ¿de qué conoces a éste médico?

Un poco azorada le expliqué a mi padre, que el Doctor que la atendía era amigo de Mateo y que éste, era cliente del estanco, bueno que en realidad ambos eran clientes del estanco y que me acordé de ellos de camino al hospital y pensé que quizás estuvieran trabajando alguno esa noche. Por lo que le escribí a Mateo para comentarle lo que le había pasado a mamá. Me dijo que él no estaba trabajando pero su amigo Víctor sí. El resto ya lo has comprobado tú mismo. Con los nervios se me pasó deciros nada. -mentí descaradamente.

El perdón llega de tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora