Una mala caida

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-No soy una porreta, bueno, no somos unas porretas. Ni que lo hiciéramos a diario, ya no recuerdo cuando fue la última vez que fumamos.


-Antes de irme a la isla -apunté-

-Joder, ¿tanto?

-Sí, tanto, pero hoy tu amiga te va a contar lo patética que fue su noche con el chico que no le gusta pero, que en el fondo, está jodidamente enganchada sin querer reconocerlo. Por eso, como esta tarde no trabajamos ninguna, vamos a montarnos una pequeña fiestecilla privada, tu, María y yo.

-Pues empieza a largar, ¿qué pasó cuando me fui?

-Duramos poco en el bar.

-Mi mente pervertida ya está viéndote, quitándole la ropa a ese empotrador.

-Ani por favor, no digas esas cosas que me perturbas hasta a mí. Algo toqué, pero no llegó a tanto la cosa.

*Definición de empotrador según Ani: Macho alfa de grandes medidas, seductor y cien por cien beneficiable sexualmente. En sus palabras exactas: "Vamos, que si yo fuera tú, ya me lo habría tirado".

La hierba empezaba a hacernos efecto y tras esto las dos empezamos a reírnos con una risa floja que no nos dejaba casi articular palabra.

-Si yo te contara, amiga -dije exhalando una gran calada-

-A qué esperas, habla y cuéntamelo todo sin dejarte ningún detalle.

Le conté como habíamos tenido que irnos del bar porque estaba demasiado borracho para aguantar de pie o sentado mucho más tiempo allí; cómo lo acompañé a su casa y la caída en su entrada.

Cuando llegué a la parte del casi beso, ya estábamos tan colocadas entre el vino y el cigarro que no podíamos aguantar la risa, literalmente tuve que ir al baño porque me hacía pis encima.
Ani no daba crédito a mi mala suerte.


-Para una vez que parece que vas a mojar en tanto tiempo y el tío va y se queda dormido, estas gafada amiga.

-No iba a mojar de todas formas- grité desde el baño- Parece que no me conoces, no me atreví a pedirle una cita y me voy a desnudar la primera vez que voy a su casa. Yo necesito más tiempo antes de llegar a eso, tiene que haber mucha química entre ambos para llegar a sentirme tan cómoda como para abrirme a él de ese modo.

-Abrirte sí, ¡abrirte pero de patas!

-¡Ani! Dije a carcajadas sentada aun en el baño.

Nos empezó a entrar hambre y devoramos toda la lasaña que había hecho Ani. Me supo a gloria aquel primer bocado.

-Sin que sirva de precedente, esta vez voy a defenderlo. Si como me cuentas hacía tiempo que no salía, había bebido bastante y tuvo el beso de buenas noches. Es normal que el chico cayera frito al instante.

- Si en el fondo lo sé, no es por eso por lo que esté molesta, es porque ni si quiera me ha hablado y lo más seguro es que sea porque no se acordará de nada de lo que ayer pasó en su casa.

-Ela, ese aún está durmiendo la mona, cuando se espabile y recuerde la cagada tan grande de ayer, créeme que hará por verte.

Me escocía en mi orgullo, el hecho de que ni si quiera se hubiera pasado a darme las gracias por acompañarlo a casa. Bueno, "llevarlo" sería la palabra más correcta en este caso. Es cierto lo que Ani decía, estaría durmiendo, pero el día pasó y seguía sin noticias de Mateo. Hasta la mañana siguiente en el estanco cuando mi teléfono vibró en el bolsillo trasero de mi vaquero. Esperé a estar sola para sacarlo y por poco me caigo del susto.

El perdón llega de tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora