Nervios

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-Que me vas a dejar sorda de un oído, tranquilízate que aquí para nervios ya están los míos.

Tras contarle todo con pelos y señales a mi querida amiga sólo se le ocurrió contestarme:

-Tía, llámalo, es obvio que te ha encantado y además tienes su número, qué más necesitas.

- Tú flipas ¿verdad? Si crees que voy a llamarlo es que me conoces menos de lo que yo pensaba.

-Ela, cariño, desde lo de Carlos no has quedado con un tío más de dos veces seguidas y siento decirte que ya han pasado muchos años desde que ese capullo te engañó así que ya es hora de que cojas tus miedos e inseguridades los tires y empieces a pensar que no todos los tíos son igual que Carlos.

Y si la cagas no pasará nada, tú eres una tía fuerte, talentosa, simpática, buena amiga, guapa, aunque no te lo quieras crees y, sobre todo, una tía que se merece ser feliz y si no quieres llamarlo, la próxima vez que lo veas en el estanco le invitas a tomar una cerveza y sin peros.

-Cualquiera te dice a ti ahora que no. Además ¿quién sabe si volverá? compró lo que quería y no tiene por qué volver.

-Sí, claro, un fumador de puros que no sabes si volverá a la única cava que hay en yo no sé cuantos kilómetros.
Ela no busques excusas y échale valor y no me seas una cagueta.

Pues resultaba que mi amiga tenía razón y claro, volví a coincidir con él en el estanco y esa segunda vez mi nerviosismo iba a peor.
Cuando entró estaba atendiendo a un cliente y no me di cuenta de que él había entrado.
Me pilló por sorpresa, al girarme me lo encontré mirándome con esa sonrisa pícara y esos ojos clavados en mí.

- ¿Qué tal Ela?

¿Por qué mi nombre no conseguía sonar tan sexi saliendo de otros labios? me ponía súper tensa cuando lo tenía cerca, no conseguía contener mis nervios y eso me ponía más histérica aún.

-Pues aquí trabajando mientras el resto del mundo disfruta de este fantástico día, ¿tú que tal? que hacía tiempo que no te veía por aquí.

-Sí que es cierto y voy a tardar en volver un tiempo.

- ¿Y eso? Dije intentando contener mi decepción.

-Me voy de vacaciones a mi País durante un mes, pero en cuanto regrese vendré a verte.

En aquel momento mis piernas se volvieron mantequilla y me costaba horrores mantenerme de pie, éste hombre iba a acabar conmigo.

-¡Anda y después dicen que los médicos no viven bien! -Dije bromeando-

-Después de dos años sin tener vacaciones, ya tocaba.

¡Pobre! dos años sin ver a su familia, yo no sé si hubiera aguantado tanto.

-Es cierto, ya es hora de ver a los tuyos, no se puede pasar tanto tiempo lejos de la familia.

Nuestra conversación se vio interrumpida por otro cliente que demandaba atención, por lo que nuestra despedida no fue muy digna de ser recordada.
El mes se me hizo eterno, no sabía si por la falta de movimiento dado que, en invierno, la clientela mermaba mucho, y no apetecía salir con el frio que arreciaba en la calle o si solo por el hecho de saber que él no entraría por esa puerta.

No sabía por qué pensaba tanto en él, solo lo había visto dos veces y precisamente no es que hubiéramos tenido una larga conversación ni nada por el estilo pero no podía parar de imaginar en su llagada y en que viniera pronto al estanco. Y claro, a veces los deseos se cumplen, pero no de la forma en que los imaginamos.

El perdón llega de tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora