¡Acabo de darle dos besos a esa jeva!-Dije mientras salía del estanco un poco avergonzado.
¿Pero qué te pasa chico? Primero te pasas a verla y le sueltas que le habías prometido venir en cuanto regresaras del viaje y ahora ¿esto? Seguro que piensa que estoy loco o peor, que soy un pervertido.No sé por qué me da tanta curiosidad esa chica. En el hospital estoy acostumbrado a trabajar con muchas mujeres guapas. Sin embargo hay algo en ella que no me deja parar de pensar en sus ojos, su boca, su voz. El día que la conocí parecía estar cabreada, supongo que llegar casi a la hora del cierre no fue la mejor forma de conocernos. Noté como rehuía mi mirada y yo, que no podía apartar los ojos de ella. Como intentaba explicar la procedencia y las características de algunos de los habanos que me enseñó. Llevaba años siendo fumador de puros y noté que aquella chica no tenía demasiados conocimientos del material que allí tenía. Aun así, estaba embelesado mientras la escuchaba. Intentando parecer interesado por la explicación que me daba. Después de ese día, volví al estanco un par de veces más pero con quien me encontré fue con su jefe. Hablamos de la cata y aunque, lo único que me interesaba era saber más de su empleada, decidí no mostrar mis cartas.
En pocos días me iba de viaje y estaría casi un mes ocupado visitando y disfrutando con mi familia de mi tierra. Seguro que se me pasaría aquella intriga en cuanto pisara la escalinata de la casa de mi infancia. No podía estar más equivocado. Esos ojos mezcla de verde y miel se habían metido bastante dentro, de una forma tan sigilosa que ni yo me di cuenta de ello.
Llegó el día, vi de lejos mi hogar, aquella antigua choza restaurada. La casa no había cambiado nada, sus paredes eran de listones de madera pintados en celeste, dejando a la vista por algunas zonas, la madera que había debajo de la pintura. Partes desgastadas por el tiempo y las inclemencias del tiempo. Sabía que mi negrita andaría en la cocina preparando la comida, rodeé la casa y me paré tras la puerta trasera. Una rejilla hacía de frontera para los pequeños insectos que rondaban deseosos de un buen bocado. La ví moviendo las caderas al ritmo de la bachata que sonaba en la radio. Siempre le había gustado bailar y mientras cocinaba se movía al ritmo de la música. Tiré de la puerta hacia fuera y el crujido delatador la hizo volverse.- ¡Papito! ya estás aquí, ¡qué alegría! Ven a darle un abrazo a tu negra. Su aroma era cálido, a brisa de verano, a sal, a risas, a hogar.
- ¿Cómo estás flaquita? Estarás preparando algo rico ¿no? ¿Vendrán mis hermanos?
- ¡Pues claro! Habrá que montar un Ajiaco (1) para celebrar tu llegada. Los chchís (2) de Elena crecen demasiado rápido, están hermosos y ¿sabes qué? El pequeño Mateo me recuerda mucho a ti pero, sin esos ojazos tuyos.-Estoy deseando verlos y añoñarlos (3) los días que esté en casa. Voy a dejar las maletas en el cuarto y a ponerme los calizos(4).
Mi habitación seguía igual que cuando me fui, mi madre nunca tiró nada de aquel pequeño cuarto donde pasé mi infancia y adolescencia. No era grande, tan solo cabía una pequeña cama que, se quedó pequeña pronto dada mi estatura y un mueble cajonero donde guardaba la ropa y mis utensilios de pintura. Hacía años que no cogía un pincel o un lápiz. Las prisas de la vida moderna me habían hecho cambiar, ya no era aquel jevo (5) que vivía enfurruñado con su historia. Poco quedaba de ese joven, tan solo unos lápices y algún que otro dibujo olvidado en un Cajón. La casa se llenó de vida cuando Mario y Elena llegaron a casa. Mi hermana estudió magisterio en Santo Domingo. Al acabar no le costó encontrar trabajo en nuestra antigua escuela y allí conoció al que hoy es su marido. Un compañero que no se resistió al bellezón que era mi hermana. Tanto por dentro, como por fuera. De mi madre había heredado su estilizada figura y sus ganas de luchar y afrontar los problemas. De su padre tenía, la vitalidad y la risa, un trocito de Wilson vivía en cada sonrisa que ella daba al mundo. Mis sobrinos me robaron el corazón, eran dos pequeñas criaturas regordetas y ruidosas. Lloraban constantemente pidiendo o más bien exigiendo a gritos ser amamantados. Elena se veía exhausta, cansada pero feliz de ser madre. Mi hermano, estudió en la Escuela de Ingeniería Industrial en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo. Se había convertido en un hombre muy apuesto que de seguro, tenía loca a las mujeres que lo rodeaban. Tras la comida, mis hermanos regresaron a sus casas y
yo, salí al porche trasero de la casa de mi madre. Allí la calma reinaba, los vecinos andarían durmiendo para paliar el calor que andaba haciendo. Sin darme cuenta, me sorprendí pensando en ella. No sabía nada de aquella chica, quizás tenía novio y tal vez no estaba ni interesada en mí y yo, allí sentado dándole vueltas a la posibilidad de poder conocerla más algún día. Escuché como se abría la puerta detrás de mí. Sabía que mi madre venía en mi busca. Reconocería esos andares incluso de espaldas.-Toma -me dijo tendiéndome un vaso lleno de ron-
-Gracias mamita-Dije agarrando el vaso.
- ¿En quién piensas? -Hacía mucho que no nos veíamos pero, esa mujer parecía que leyera dentro de mí.
- ¿Por qué dices eso?-Porque te conozco ¿no es eso suficiente? Tienes un brillo en esos ojos, hace mucho que no te veo pero, la última vez eran muy diferentes. Ella había dejado este mundo y...
-Mamá, de eso hace ya mucho. Dije cansadamente. No me gustaba remover el pasado. Pensaba demasiado y dolía aún más. El tiempo ayuda a sobrevivir con el pero, el vacío es complicado de llenar.
-Es cierto, mejor, háblame de la nueva chica.
- ¿Qué nueva chica?
- No intentes dar coba a esta vieja. Tú tienes cara de estar emperrao(6), conozco bien a mis hijos. Así que cuéntale a tu negra ¿quién se te ha metío ahí dentro? ,Dijo señalando mi pecho.Le conté el encuentro con aquella mujer, cómo pude sentir su dolor mientras la abrazaba para consolarla. Las ganas que experimenté de protegerla mientras la tenía entre mis brazos. De lo que sentí cuando la miré a los ojos y el pellizco que el corazón me dio cuando nuestras miradas se encontraron. Hablé de ella mientras mi madre miraba al horizonte escondiendo una sonrisa en los labios. No sabía que un encuentro tan corto con aquella mujer diera para estar hablando horas sobre ella, mi madre solo asentía. Me escuchaba en silencio bebiendo a sorbos cortos de su ron. De fondo nos llegaba el sonido desde una vieja radio que a duras penas retransmitía una canción típica de la zona: Pambiche(7).
Mi madre se levantaba y lo primero que hacía era encender aquella destartalada radio. Hace años le compré una más moderna pero, se negaba a usarla. Decía que aquella vieja radio era como ella, antigua pero no inútil. Aquella viejita me había enseñado a ver más allá del exterior, de valorar a las personas por como son y no por lo que aparentan. Yo, que siempre andaba preocupado de qué ponerme, de vestir bien, elegante. Me encontraba en aquel porche, sentado en una mecedora de la época de mi abuela, con unos vaqueros con el bajo medio roído, una camiseta blanca vieja que encontré en el cajón del mueble de mi cuarto y los pies descalzos apoyados en la barandilla.
Echaba de menos esa libertad de no sentir presión social por lucir bien o quizás era la presión que yo mismo me había impuesto sin darme cuenta. En mi casa volvía a ser de nuevo yo, solo Mateo, no un Doctor obsesionado con la buena ropa, el buen vino o la buena comida. La voz de mi madre me sacó de mis propios pensamientos.-Si esa chica, con tan poco, ha hecho funcionar de nuevo tu corazón. No la dejes escapar, debe de ser especial.
-Te haré caso flaquita.- ¿Quieres que te prepare unos gofios (8) como los que te hacía cuando eras pequeño?
-Voy a salir de la isla con la ropa apechurrá (9) como me sigas añoñando así.
-Sólo por hoy, ya mañana solo comes guanabas(10).
Las vacaciones pasaron como un suspiro, había disfrutado de la paz, de mi familia y de las playas paradisiacas de mi tierra. La rutina no tardaría mucho en llegar. Tras bajar del avión de nuevo volvería a mi vida ajetreada y llena de prisas.
Me despedí de mi madre con la promesa de que me visitaría pronto. Tantos años viviendo en España y no había sido capaz de convencerla mi madre para que viniera a visitarme. Decía que los aviones y ella no se llevaban bien.(1) Guiso de caldo con carne, frutos y tubérculos picados en trozos y especias que varían de país a país
(2) Niño recién nacido o muy pequeño.
(3) Abrazarlos.
(4) Sandalias, chancletas.
(5) Joven.
(6)Enamorado.
(7) Género musical dominicano.
(8) Polvo azucarado de maíz.
(9) Despachurrar, aplastar, destripar, espaturrar.
(10) La guanábana se cultiva por su fruta, la guanaba.
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El perdón llega de tus manos
RomanceCuando el amor aparece por la puerta de tu trabajo tras unos ojos que parecen devorarte, no te queda más remedio que jadear de deseo. Ela lleva demasiado tiempo escapando de Cupido y Mateo ni se plantea una relación hasta que la conoce. Le trasmite...