Extra: La distancia

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Taehyung cierra con fuerza la puerta y sus compañeros de laboratorio lo observan con curiosidad. Sin demostrar una expresión en el rostro, camina con seguridad a su computadora y la toma con brusquedad, tirando el cable de carga en el proceso.

—¿Está todo bien, Tae? —indaga Tatiana, una doctoranda rusa—. Si quieres golpear algo, podría ser a Henry —murmura la chica, señalando sin disimulo a su otro compañero.

Las palabras de su compañera logran sacarle un resoplido de diversión, pero después rápidamente se viene a su mente las crueles palabras de su tutor encargado de su tesis doctoral. La rabia y frustración vuelve a apoderarse de él y, posterior a una corta despedida, sale de la oficina que compartía con sus compañeros y cruza su gran laboratorio, no sin antes revisar a los ratones de prueba de la semana y alimentarlos.

Cruza el espeluznante camino de su laboratorio hasta el bicicletero, decidiendo ignorar el edificio antiguo de piedra y los árboles ancestrales de la zona. Y debe avanzar rápido, porque el crujido de la madera de estos al danzar con el viento es algo que no puede pasar de desapercibido.

Al llegar a su fiel bicicleta —que lo ayuda a recorrer el campus para llegar a su apartamento que comparte con dos compañeras de cuarto— lleva el casco a su cabeza, sintiendo lágrimas recorrer sus mejillas. Las limpia con brusquedad cuando se abrocha la protección por delante y toma el manubrio de la bicicleta como soporte para subirse sobre esta.

No demora más de quince minutos en llegar a su apartamento.

Al abrir la puerta, lo primero que se encuentra es silencio. Sus compañeras de cuarto solían visitar a sus familias los fin de semanas, y antes solía gustarle y ansiaba que llegarán esos días para estar solo, sin nadie a su alrededor, pero, con el paso del tiempo, una pesada emoción lo comenzó a embargar al llegar a casa. 

Hablaba con su madre todos los días, porque, después de la muerte de su abuelo y su salida del país, la mujer era indispensable para él. Pero las llamadas no eran suficientes. Jamás fueron suficiente. La extrañaba todos los días de su vida.

Enciende la luz de la sala de estar y por fin se permite llorar tranquilo.

Cocina llorando.

Come llorando.

Ve televisión llorando.

Y, cuando esa llamada de todos los días entra a su computadora —la cual mantenía encendida a la espera—, contesta llorando.

—¡Hola, amor.... —La primera imagen que ve es adorable. Jungkook sujeta a Mitocondria frente a la cámara, pegada a su mejilla y con una gran sonrisa en el rostro. Lástima que la emoción y alegría en la voz de Jungkook se disipa de inmediato al ver los ojos irritados y expresión de tristeza mezclado con cansancio en su novio—. ¿Qué pasó?

La urgencia en el tono de voz del pelinegro lo hace sentirse el doble de mal.

Aparte de mal doctorando, es un mal novio.

Dios.

Taehyung niega con la cabeza, porque sabe que si abre la boca lloraría con más fuerza aún, y no quería preocupar más a Jungkook.

—Taehyung, dime, por favor —murmura suplicante. Lo observa dejar a Mitocondria en su regazo, pero la perrita salta insistentemente, buscando dar lengüetazos en las mejillas del pelinegro—. Me estás preocupando.

El chico vuelve a negar.

Pasan unos segundos.

Las lágrimas continúan cayendo.

Amor en tiempo de elecciones | JJK & KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora