Extra 2

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JOHAN KRIEGER.

El silencio sepulcral que se creó después de que Lilith se alejó de mí, aumentó mi emoción por empezar el juego. Pocas veces me sentía tan entusiasmado como ahora y todas ellas siempre eran provocadas por Lilith. Además, el ambiente lleno de intriga que generaron las velas rojas me erizó la piel. 

Mientras la buscaba, me aseguré de que mis pasos fueran cautelosos, lo que provocó que cualquier ruido —por más mínimo que fuera— se llevara toda mi atención. 

En este lado de la casa, Lilith suele pasar sus horas libres, ya que está la sala de juegos, el jacuzzi y el garaje en donde guarda el monoplaza con el que ganó su primer campeonato como recuerdo. Pensé en los lugares donde podría estar escondida y sonreí cuando todas mis deducciones se redujeron a una sola opción: el garaje. Algo me dice que está ahí. 

Avancé por el pasillo lentamente, pero desafortunadamente, tropecé con algo y cuando lo levanté del suelo para inspeccionar, mi corazón empezó a palpitar frenéticamente al identificar las zapatillas plateadas que llevaba Lilith hace unos momentos y que había dejado aquí, en medio del pasillo. 

No me pareció extraño porque serían una desventaja para su escondite. 

Los dejé a un lado y continué avanzando. Para llegar al garaje, tenía que cruzar por el gran salón, en donde guardamos un piano, sin embargo, me pareció curioso que estuviera iluminado por una de las velas rojas, puesto que yo no había puesto ninguna. 

Supuse que Lilith la había dejado ahí cuando divisé un pequeño bulto cerca de la vela. Al tomar el objeto, pude darme cuenta al instante que había dejado su ropa interior con encaje. Tocarlos me generó una fuerte reacción hormonal que era imposible reprimir. 

Mi mujer estaba sin ropa interior en algún lugar de la casa, y además de eso, solo estaba usando una falda tan frágil que iba a romper fácilmente cuando se la quitara.

Continué caminando hasta que llegué a la entrada del garaje y abrí la puerta de forma sigilosa. Aquí no había velas, pero si un letrero enorme con luces que iluminaban un hermoso monoplaza, y encima de este, se encontraba Lilith sentada en el halo. Las tenues luces del letrero iluminaron su cuerpo a medias.

Me quité la máscara y avancé lentamente.

—Me encontraste —dijo con un tono seductor que me estaba volviendo loco. 

—Te esforzaste en dejar todas esas pistas —susurré cerca de su cuello. 

Ella tomó mi rostro con ambas manos y comenzó a besarme. 

Mis manos se deslizaron por sus piernas para abrirlas lentamente, pero mientras estaba ocupado  pensando en todo lo que le haría, no me di cuenta de sus intenciones hasta que sentí algo  frío rodear mis muñecas. 

EL GRAN CIRCO/FinalizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora