Capítulo 8

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15 de septiembre de 1939.

Los entrenamientos siguen siendo muy rigurosos, hasta el punto de entumecer cada parte de mi cuerpo. Los trotes al alba, las paredes a escalar y los obstáculos que debo esquivar sólo son la punta del iceberg, pero las tardes son más tranquilas, llevando un manto de calma y cartas de póker.

Aún la correspondencia no llegaba, por lo que no sabía si mi amada había podido leer mis palabras, o si mi madre estaba más tranquila ante lo escrito en papel. Según me comunicó Helmut, las cartas pueden tardar en llegar alrededor de un mes.

El tiempo transcurrió con simpleza y la hora de la típica reunión se hizo, designado que hoy le tocaba guardia a mi equipo. La vigilancia por escuadrón duraba alrededor de una semana, el cual nos desvelábamos protegiendo la zona.

Nos brindaron a cada uno armas livianas, cascos y demás utensilios en caso de una emboscada. Nosotros nos mantuvimos serenos ante la noche que recién iniciaba y nos dividimos para cubrir mayor terreno, salvo Helmut, este prefirió ir solo. Fui acompañado por Edel, quien mantenía un semblante feliz, algo ya característico en él.

Nos recostamos a una pared. El silencio predominaba, pero no era incómodo. Detallé el estrellado cielo mientras suspiraba. La imagen viva de la chica predominaba tras mis pupilas, convirtiéndose en la única razón de mis tontas sonrisas en aquella oscuridad abrumadora.

- ¿En qué piensas? O, mejor dicho, ¿en quién? -cuestionó juguetón mi compañero.

Mantuve silencio, aún con la risa surcando en mi rostro.

-Está bien, no me digas -comentó observando el cielo-. Sé que se trata de una chica -reímos con fuerza, pero callamos al oír pasos y murmullos no muy lejanos.

Nos miramos mutuamente, sostuvimos nuestro fusil y fuimos hacia el lugar de donde procedían los ruidos. Nos escondimos tras una ancha columna y apreciamos la escena. Suspiramos aliviados al presenciar que sólo eran Benno y Conrad. Íbamos a saludarlos y preguntarle porqué se habían alejado de su zona de patrullaje, hasta que presenciamos un evento extraño, el cual logró transformar la cara alegre de Edel en un gesto de asco.

Las manos de los muchachos se unieron como piezas de rompecabezas, y la unión de sus cuerpos era un hecho pecador ante los ojos ajenos. Su cercanía no tenía explicación, pero el detonante fue aquella muestra de amor. Sus labios se juntaron en el silencio de la noche, brindándose caricias subidas de tono y un afecto más allá de la amistad.

El rostro de mi compañero estalló en rojo y no dudó en ir hacia ellos. Su puño se estrelló, por algún motivo, en la mejilla de Koch. Fui con rapidez hacia el desenfrenado joven y lo sostuve de los brazos mientras el otro iba a auxiliar a su herida pareja.

- ¿¡Qué demonios te sucede, Edel!? -gritó con furia el de ojos negros. 

- ¡Eso debería preguntar yo! ¿¡Por qué dos hombres se estaban besando!?

Todos se quedaron atónitos, incluso yo. Aquellas palabras habían sonado despectivas y crueles. Conrand, quien aún permanecía en el suelo, intentó decir algo, pero sus palabras fueron detenidas por la llegada de Helmut.

- ¿Por qué no están haciendo guardia? -preguntó, pero no esperó una respuesta por parte de ninguno de nosotros-. Si tienen algún problema que resolver entre ustedes, déjenlo para después. Recuerden: "El enemigo no espera". Estén en alerta y aprendan a diferenciar lo personal de lo laboral. Ahora, ¡muévanse!

Cada uno fue por su camino, abriendo así una brecha en nuestra reciente amistad.

(...)

Peones de Guerra #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora