Capítulo 37

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4 de abril de 1941.

Había regresado al cuartel sin despedirme de mi hermana ni intercambiar palabras con Ludwig. Intenté mantenerme lo más alejado del mundo y concentrarme en controlar la presión en mi pecho. Tras mis pupilas se divisaba la imagen de Gretchen y, junto a ella, cada palabra dicha y escrita. Era difícil el imaginar no tenerla más en mi vida. El saber que no debía enviarle otra carta y que cada promesa hecha se esfumaba en la lejanía de sus labios.

No podría describir la sensación que azotaba a mi cuerpo cada noche. El sentir que se marchaba una parte importante de tu vida, el asimilar una pérdida voluntaria. Deseaba contactarla, pero sólo podía ser un masoquista imaginando escenarios donde el pasado era distinto, donde ella seguía a mi lado. Aún conservaba la esperanza de que, alguno de esos días, apareciera en la mansión o, simplemente, llegara otra vez su letra cursiva perfumada en un papel. Sabía que era imposible, que ella había tomado una decisión donde no estaba yo incluido. Tenía que respetarla y seguir adelante, pero... ¿cómo hacerlo cuando vive en mis pensamientos?

No tenía más llanto que soltar, pero mi corazón continuaba en luto, creando latidos discontinuos que me quitaban el aliento. ¿Cómo pude amarla con tanta intensidad? Estaba consciente de los riesgos, pero, ingenuamente, creí que jamás llegarían. Sólo quedaba esperar a que mi alma sanara o, mínimo, olvidara sus ojos, pero ¿cómo olvidarla?

Cada vez que arde en angustia mi pecho, busco la fotografía de su rostro triste porque temo no recordar la comisura de sus labios, la caída de sus cabellos en los hombros, los pómulos marcados y el brillo en la mirada.

Me repetí todos los días frente a un espejo la realidad vivida, haciendo hincapié que debía concentrarme en la guerra y no en ella. Pronto habría una nueva batalla y desconocía si sería partícipe de ella o no. Debía estar preocupado por ello, pero me sentía más muerto que nunca. Perdía en cada paso lo que una vez fue mi mundo. Erika, Gretchen, mis amigos, mi madre. A pesar de no tener motivo de vida, la idea de fallecer me atemorizaba.

-No te entiendo, Fritz... -susurré sin comprender mis sentimientos.

No quería vivir, pero tampoco morir. Deseaba defender a mi hermana, pero le temía a Ludwig. Anhelaba ver a mi nada, pero no soportaría que su mirada se transformara en decepción como la de mamá.

-Si los temores siguen creciendo, serás solo un cadáver que fluye gracias a la corriente... -murmuré observando de reojo el libro que me regaló Benno-. ¿Llegará el día en que logres leerlo?

(...)

5 de abril de 1941.

Hoy darían a conocer a los encargados de llevar a cabo la invasión de Yugoslavia y Grecia. Tenía esperanzas de no ser enviado a luchar, pero las miradas de odio que me brindaba el coronel mientras explicaba el motivo de este ataque me hacían dudar.

-La misión de atacar Grecia quedará en manos del teniente Helmut Neumann y en el ataque de Yugoslavia, el sargento Benno Meyer. Ellos decidirán quienes serán más competente para acompañarlos durante esta guerra. ¡Blut und Ehre!

-¡Blut und Ehre!

Temblé internamente.

Esto simbolizaba que mi destino no estaría sujeto a Schulz, sino a los pensamientos de mis compañeros, quienes se mostraban distantes.

No podía olvidar la confesión de Helmut sobre vengarse, ni las palabras de Benno una vez me entregó el regalo. ¿Alguno estaría dispuesto a llevarme a pesar de saber mi posición en la guerra?

Desconocer la respuesta me causaba frustración y ansiedad. Los tres hombres se marcharon a la oficina apartada del ruido para, supongo, coordinar los pelotones. Quedaba esperar a la noche, en la cual nos darían la noticia desgarradora que pondría otra vez en juego nuestro bienestar físico y psicológico.

¿Quién tendría la dicha de matar?

El sólo imaginarme otra vez con un fusil apuntando a personas parecidas a mí me causaba deseos de vomitar.

Tranquilo, no creo que te elijan...

(...)

Clavé con impaciencia el tenedor en la comida mientras apreciaba mis compañeros quienes parecían disfrutar de cada alimento.

-Me sorprende que estés solo -comentó Bernardo sentándose a mi lado-. ¿Qué te sucede?

-Creo que sabes la respuesta -dije al comprender la sonrisa que surgía en su rostro.

-He conocido a muchos soldados a lo largo de la vida, pero nunca a alguien como tú.

-¿Cobarde?

-Complicado -comentó para después comer algo-. Sé que sientes que eres un inútil atemorizado, pero, presiento, que cambiarás en el futuro. Tendrás un golpe tan duro que transformará todo indicio de miedo en valentía pura.

-He pasado por cosas duras y, a pesar de ello, preservo el ser una rata en mi cuerpo. Huyo, me escondo y no me importa lastimar a otros con tal de salvarme.

-Yo no opino lo mismo. Sé que has hecho cosas malas, como firmar ese contrato con Schulz -quedé sorprendido ante sus palabras.

-¿Cómo sabes?

-Lo sé todo. Tengo un don para descubrir las cosas, como, por ejemplo, lo que ocurrió con Ludwig en el despacho. Lo hiciste para aplazar la boda de Erika.

-Prefiero que no menciones ese hecho -comenté mientras sentía como mi cuerpo temblaba ante el recuerdo que creía haber olvidado.

-Perdón. El punto es que tienes una forma distinta de afrontar los problemas. Los solucionas desde el silencio y siendo temerario. ¿Es el mejor método? No lo sé, pero tampoco soy quien para juzgar. Soy un ser malvado que carga con muertes en sus hombros. También fui un joven dispuesto a todo con tal de sobrevivir. Es nuestro instinto como humanos.

-Helmut y Benno no son así. Preservan sus valores incluso cuando el mundo parece destruirse.

-¿Estás seguro de ello? -asentí-. No soy vidente, pero te garantizo que en un futuro verás una realidad de ellos que te podría desilusionar. Fuera del campo de batalla podemos pensar claramente, pero, dentro de él, somos monstruos con armas. Nuestros ideales son frágiles cuando la vida depende de un hilo. No lo olvides.

Culminado aquella frase, se retiró, dejando a medias su plato. No entendía el trasfondo de la conversación, pero había logrado relajar mi ansiedad ante la idea de portar un rifle otra vez. Si debía ir a la guerra, que Dios acompañara mi cuerpo en gloria.

-¡Terminen cuanto antes la cena! ¡Van a anunciar a los elegidos para conformar a los pelotones!

Peones de Guerra #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora