Capítulo 9

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17 de septiembre de 1939.

La sangre se escurría por la tierra y los disparos eran oídos como gritos de horror. Las explosiones eran la horrenda música que azotaba mis oídos, junto al llanto de los heridos. Aquella escena rozaba lo aterrador convirtiéndose en la pesadilla de muchos.

Mis manos se sentían cálidas ante el líquido rojo que se desplazaba por ellas. El sudor corría por mi frente, fusionándose con mis lágrimas. No podía todavía comprender el motivo por el cual jugábamos a matar. ¿Para qué? ¿Para quién? Nuestra única recompensa sería un camino tallado hacia el infierno. Aun así, seguía apretando sin descanso el gatillo.

Salí de la trinchera con destino a mis enemigos, quedando mareado ante el golpe recibido en mi nuca. Caí al suelo y aguanté la respiración al sentir algo metálico contra mi rostro. La pequeña pistola era fría, con restos de pólvora.

Podría haber suplicado por mi vida, pero no tendría sentido. En su lugar, cerré los ojos, detallando tras mis pupilas aquel vestido rosa lleno de encajes y esos ojos esmeraldas que jamás vería. No quería morir... no ahora... no en este momento... no en este sitio...

- ¡Levántate, Fritz! -el fuerte grito me hizo dar un salto, el cual provocó que cayera al duro suelo.

Oí las risas de mis compañeros y no pude evitar maldecirlos antes de también unirme a su carcajeo. Conrad me ayudó a pararme y quedé algo sorprendido ante la escena tan fría que se había creado una vez Edel entró a la habitación.

El silencio se volvió incómodo. Nadie sabía qué hacer para evaporar el asfixiante ambiente. Benno, con rabia ante la mirada juzgadora del recién llegado, tomó la mano de Koch y se marcharon.

-No entiendo cómo pueden ser mari... -antes de poder finalizar la palabra, Helmut también se retiró, no sin antes chocar hombros de manera poco amigable con el joven.

Me quedé a solas con el de ojos azules, este se sentó en la cama.

-Por lo menos tú me apoyas -no afirmé nada-, ¿no? -agregó al apreciar mis facciones de desacuerdo.

-Antes de hacer o decir algo, piensa esto: "¿Qué es más importante? ¿Tus amigos? O... ¿tus prejuicios?" -me marché a paso rápido, dejándolo en la soledad de sus pensamientos.

(...)

Durante el trayecto del día, la lejanía entre Edel y el resto se notaba. El único que intercambiaba palabras con él era Helmut, pero no más allá de un simple: "Hola, ¿cómo estás?".

Si bien para muchos nuestro actuar podía ser exagerado, me era imposible lidiar con alguien así de cerrado. ¿Cómo pueden priorizar sus ideales ante que sus amistades? ¿Acaso no podía presenciar el daño que haría si decía algo?

Suspiré con tristeza ante esas ideas que atacaban mi mente.

Me sorprendió el sonido de unos pasos apurados, volteé con duda. Era ese terco, el cual se encontraba agitado, como si hubiera corrido durante muchas horas.

- ¿Podemos hablar? -iba a negarme, pero me interrumpió-. Por favor, no será demasiado tiempo.

Asentí y nos alejamos un poco de la muchedumbre de soldados.

-He pensado mejor y... tienes razón -aquellas palabras me habían relajado por completo, haciéndome sentir que todo volvía a la normalidad-. No diré nada... lo prometo.

Estreché su hombro amigablemente y le pedí que también hablara con los demás. Aceptó y nos dirigimos hacia ellos. Admiré desde lejos como Edel pedía disculpas por su comportamiento y todos sonreían de nuevo.

Peones de Guerra #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora