Capítulo 26

19 4 3
                                    

25 de junio de 1940.

Golpeé levemente el tenedor contra la mesa, intentando disipar el silencio de una comida incómoda. Erika permanecía viendo fijo a un punto perdido en el plano, sin ni siquiera inmutarse ante los suculentos alimentos servidos. Ludwig, por otro lado, sonreía plácidamente mientras devoraba su filete.

-El próximo año cumples los 18, en marzo, si no me equivoco -comentó el sujeto limpiando sus labios con la servilleta-. Habíamos acordado que, tras ese evento, llevaríamos la boda acabo. ¿Qué te parece en abril? Hermoso mes...

Observé como sus ojos se abrían en desconcierto, pero, antes que pronunciara una palabra la chica, sostuve con fuerza su muñeca. Entendió mi mensaje de inmediato, por lo cual hablé.

-Es muy pronto... desearía que mi hermana disfrutase de...

-Siendo honesto -me interrumpió inclinando la cabeza-, no me importa. Si quieren aplazar el matrimonio unos meses o años... mi vida seguirá como hasta ahora. Sólo te recuerdo, Fritz, que el único interesado en que se realice el casamiento lo antes posibles... ere tú.

Mi hermana frunció el ceño con duda y, en un intento desesperado, buscó respuestas en mi mirada.

Sabía perfectamente el significado de esas palabras...

(...)

No había comprendido la magnitud de aquella casa. Grandes pasillos, habitación acogedoras y calma demasiada. Era entendible, debido a que se encontraba lejos de cualquier ciudad o pueblo, pero podía llegar a ser algo abrumador.

Caminé con destino a mi dormitorio, pero una mano fría y débil me sostuvo.

-Fritz... -susurró la joven-. ¿Puedes pasar tiempo conmigo hoy?

Levantó la mirada mostrando la cristalinidad de un futuro llanto. Sonreí de lado, acariciando su rostro y besando este mismo.

-Por supuesto que si... hermana.

No sabía que aquellas palabras podían transformar lo demacrado en belleza y resurgir algo de amor donde sólo quedaba decepción. De haber comprendido eso antes, tal vez hubiera expresado cariño hacia ella hace tiempo atrás.

-Hay una pequeña biblioteca, no es lo más fascinante del mundo, pero podríamos conversar ahí.

Asintió dejándose guiar entre las paredes. Una vez llegamos, tomamos posición en el sofá de piel oscura. Los estantes repletos de historias nos abrazaban.

-¿Aún sigues con Gretchen? -preguntó con suavidad.

-Intercambiamos cartas cada vez que la guerra lo permite... es complicado mantener el contacto y más cuando una de las partes no desea responder -dejé caer el comentario con resentimiento hacia la joven, quien hundió su frágil cuerpo aún más entre los cojines.

-No puedes esperar rosas cuando solo entregas espinas... -susurró volteando la cara en dirección contraria-. Leí todas tus palabras, pero sólo podía pensar en como sería casada a la fuerza.

-Lo hago por ti... no puedo ver como mueres lentamente.

-¿Recuerdas a papá? -no comprendía lo inesperado de cada pregunta, pero hacían retorcer mi alma en angustia.

-Evito hacerlo... -acepté no muy orgulloso.

-Siempre me viene a la mente sus tratos machistas... y cierta preferencia que tenía hacia ti. Su gran hijo, el único hombre... me cuestiono que hubiera pasado si en lugar de nacer en el género más débil, fuera alguien de pecho duro con cicatrices de lucha.

-No comprendes lo que dices -aseguré con frustración, endureciendo mi puño ante el torrente de imágenes del pasado-. Ser hombre... no es fácil.

-¿Y mujer si? -su indignación volvía tenso el ambiente-. No tengo libertad de escoger mi camino, tú me la quitaste -me observó con los ojos llorosos.

Mi corazón dolió fuertemente y las lágrimas escurrieron por mis mejillas con lentitud. Respirar se volvía pesado y hablar era casi imposible sin el sentimiento de que no debía hacerlo. Rompí mis cuerdas vocales en un intento desesperado por defenderme.

-Yo no soy libre... soy preso de ideales ajenos, de mentes perversas...

-No... solo eres encarcelado por tu cobardía. Vives lamentando tus desgracias, pero eres incapaz de hacer algo para cambiar tu destino... Querido hermano -cambió de forma radical el tono de su voz y, en un ágil movimiento, se arrodilló ante mí-, te imploro que desistas de la idea absurda de un matrimonio injusto. Demuéstrame que tus ideales prevalecen incluso entre la adversidad.

Sostuve sus manos acariciando cada hueso sobresaliente. Asco sentí al escupir los engaños que ya me había creído.

-Todo esto lo hago por ti...

Culminé sabiendo que era mentira.

No era por ella, ni por mamá, ni porque las amaba. Tal vez esa fue mi intención en un pasado, pero, ahora donde he visto más cadáveres que sonrisas, estoy cegado por el deseo egoísta de sobrevivir, incluso si debo destruir a quien una vez aprecié. 

(...)

-Gracias por venir -dijo pidiéndome tomar asiento.

Aquella habitación esa oscura, con muebles tapizados en rojo vino y cortinas amplias. Podría perfectamente confundirse con el salón hacia el infierno.

-Hablé con mi padre y... no está muy contento. Accedió a la petición de esperar que Erika sea mayor, sin embargo, no desea prolongar mucho más lo inevitable. ¿Qué planeas hacer?

Mis dedos danzaban en angustia ante las ansias de buscar un cigarrillo. Me sentía incomodó, juzgado, rodeado; con un cuchillo en el cuello esperando mi próximo respiro.

-Mantengo mi posición... sólo unos meses serán, lo prometo.

-Tus palabras no valen nada entre estas paredes. Te haría firmar otro contrato, pero últimamente me divierto demasiado contigo. Intentas hacerte el digno cuando no lo eres...

Caminó alrededor mío, observándome por encima del hombro. Sus facciones durante el último tiempo habían cambiado radicalmente. De ser alguien desinteresado por el mundo, a dejar prevalecer una macabra sonrisa. Ahora lo entendía, me convertí en su espectáculo.

-Me percaté que mayormente llevas un cigarro entre tus labios... que rápido caíste.

Sólo podía cerrar los puños con furia, comprendiendo que, como siempre, debía mantenerme con la cabeza en bajo y no desafiar a los altos.

-Puedes marcharte... le comunicaré sobre esta plática a mi padre.

Mordí mi lengua para retener los gritos de ira que circulaban por mi cuerpo. Si sólo tuviera la valentía suficiente para desafiar al destino...

Me levanté del asiento, provocando que este hiciera un sonido sordo por todo el lugar. Caminé hacia la salida, pero, antes de poder escapar de aquella sensación de inferioridad, culminó con unas palabras roncas y vacilantes.

-22 de junio de 1941, no olvides esa fecha. 

Peones de Guerra #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora