Capítulo 20

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17 de abril de 1940.

Sonreí mientras el joven imitaba al tirano. Con un trozo de cinta sobre el labio y la mano alzada pronunciaba con aires de grandeza discursos ridículos a manera de burla. Empuñaba el arma al revés y sus pies se encontraban semiflexionados. Me era imposible no carcajearme ante tu representación humorística.

-Y creer que seguimos a ese descabellado austriaco -asentí validando sus palabras-. Mi hermano tiene razón, somos tontos por naturaleza.

Su semblante cambio a serio, cruzando los brazos y recostado la espalda a una pared.

-¿Lo extrañas? -pregunté imitando su posición.

-Desde pequeños hemos peleado, pero no deja de ser de mi sangre.

-Lo entiendo, tengo una hermana. Ella es un ser humano increíble, pero temo que muera. Quiero protegerla, sin embargo, no me deja. Sé que es su vida... no debería meterme... -hice una pausa para suspirar-. Si ella fallece, sentiré eternamente que fue por mi culpa.

-¿Sabes? Cuando era un niño, amaba observar aves. Un día vi cómo un mirlo caía herido al suelo. Lo tomé y decidí cuidarlo. Era hermoso, con un plumaje negro brilloso y su pico amarillo fuerte. Lo amaba tanto y eso... le ocasionó la muerte.

Me separé de él, abriendo levemente los ojos ante la inesperada confesión.

-¿Cómo? No tiene sentido.

-Una vez sanó, me rehusé a liberarlo. Lo mantuve cautivo del mundo, de volar y, este pequeño, al darse cuenta de que no había motivo para tener alas, dejó que la tristeza lo consumiera. Mi cariño incondicional cegó su derecho a vivir... Espero que tu hermana no termine convirtiéndose en un mirlo.

(...)

Corrí hacia el lugar donde se llevaría a cabo una reunión de emergencia. Al parecer, existían ciertas problemáticas en regiones específicas.

Tomé posición y, al cabo de unos minutos, el coronel habló con firmeza.

-Se nos ha comunicado la entrada de tropas británicas en el puerto Raumabanen en Åndalsnes. Necesitamos detenerlos y no perder territorio. Se realizará división de los pelotones, pues algunos se quedarán para controlar las áreas. Los que sean seleccionados, recuerden: luchen con valentía y jamás teman ante el enemigo. ¡Blut und Ehre!

¿Cómo no tener miedo cuando lo único seguro es la muerte?

Volteé a ver a Hermann. Sonreía con tranquilidad mientras observaba al supremo. Parecía que la noticia, más que hacerlo dudar sobre su destino, tejía felicidad por su rostro.

Tal y como me había dicho esa noche, amaba la guerra, sin embargo, jamás dijo el por qué. Dudo que alguien tan amigable como él pueda desear con su alma la acción de destruir sin tener un buen motivo. O, por lo menos, era lo que quería creer. Que somos seres incapaces de odiar o amar solo porque sí.

(...)

18 de abril de 1940.

Reír fuerte una vez mencionaron mi nombre. Todos quedaron atónitos ante mi inesperada reacción. Di un paso al frente, lamentando mi mala suerte ante situaciones así. Había sido seleccionado para trasladarme y combatir debido "a mis dotes en la última pelea". Estaba resignado, aunque, muy en el fondo, mi ego se agrandó al saber que alguien reconocía mi esfuerzo.

-¿Por qué empezaste a reír como loco? -preguntó el chico una vez se retiró el coronel.

-Es que me impresiona la suerte que tengo. Siempre termino envuelto en situaciones que no me gustan... -susurré acomodando la camisa.

Peones de Guerra #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora