31 de diciembre de 1939.
Caminé lentamente, dejando que el viento consumiera mi ser. Desde lo lejos se podía observar el árbol reflejo de un día alegre, un día donde nuestras almas olvidaban la sangre y miseria.
-Fritz -oí mi nombre-, ¿escuchaste los rumores? -comentó Helmut con tranquilidad. Negué.
Comenzó a explicarme los futuros planes de la Alemania. No había fechas claras, ni exactitud en sus suposiciones, pero comprendía lo que tramaban. Tantos meses estudiando tácticas de guerra me habían vuelto lo suficientemente poseedor de ideas relacionadas al movimiento nazi. Ellos deseaban avanzar lento, pero, una vez su ego creciera, darían inicio a la masacre. Sólo quedaba esperar con el fusil en mano la orden.
(...)
Faltaba poco para las doce. Mis compañeros levantaban jarras colmadas en alcohol y cantaban con felicidad ante la terminación de un año.
-Por nuevos días llenos de color -sentenció un chico sonriendo.
Choqué los vasos, provocando ese típico tintineo que manifestaba suerte. A lo lejos divisé a Benno, quien permanecía con un semblante serio. En algún punto, nuestras miradas coincidieron y nos dedicamos un asentimiento amigable de cabeza.
Habíamos dejado atrás los rencores.
-¡Viva Alemania! -gritamos al contemplar como las agujas se posicionaban en lo alto.
La esperanza estaba de nuevo, presente en cada corazón gracias a la espera de una vida mejor. Que 1940 no contenga muertes dolorosas y sea más dulce. Que la simpatía y el amor al prójimo colmen cada paso que demos y no surque el odio.
Por un año donde la sangre no llene ríos.
(...)
17 de enero de 1940.
Desperté y una brisa fría me acarició, rápidamente intenté cubrir mi cuerpo con tela, pero no tenía sentido hacerlo. Debía levantarme para comenzar a mi jornada como soldado.
Aprecié la fecha en el calendario nuevo, percatándome del día. Hoy... había nacido.
Podría celebrar como años atrás, sin embargo, las ganas no eran suficientes. Tal vez cuando el mundo regrese a la paz pueda regalarme un día de fiesta solo para mí.
Una vez me vestí, salí del dormitorio, listo para el trote. La mirada del capitán me tomó desprevenido.
-Klein -me llamó entre calma-, ¿has sabido algo de tu hermana? -cuestionó.
No comprendía el motivo de su reciente interés, pero igualmente contesté.
-Aún se encuentra en prisión. No le han hecho daño, pero estará tras una celda hasta que decida pedir perdón.
-Parece ser alguien unida a sus principios -asentí con un suspiro-. Debo admitir que, desde que Benno habló sobre ella, me he dedicado a investigar y he visto fotos. Es una preciosa joven -levanté una ceja con duda-. Tengo un hijo de 30 años, buena apariencia con dinero y, gracias a contactos, lo pude alejar del campo de batalla. Me gustaría que acortejara a Erika.
-¿Qué? ¿Casarse con ella? Pero-
-La podré sacar de la cárcel, brindarle comodidad y libros para que permanezca con sus ideas feministas. Tú, por otra parte, tendrás la tranquilidad de saber que estará a salvo para siempre.
-No lo sé -admití-. No es algo que tenga derecho a decidir, pero le haré saber sobre su propuesta.
No parecía muy feliz ante mis palabras, pero estrechó mi mano a manera de acuerdo.
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Peones de Guerra #PGP2024
Historical Fiction•Una historia para recordar que el humano es un bucle de errores•