24 de noviembre de 1939.
El cielo se tornaba oscuro poco a poco, dejándonos sin luna aquella noche. A lo lejos se observaba la base, esa que había extrañado tanto. Por fin podría ver a Helmut y, aunque guardaba cierto rencor, también a Benno.
Suspiré una vez se detuvo el camión. Poner mis pies en la tierra sucia se sentía como gloria. Nuestro capitán nos ordenó a formar una fila por última vez en el día.
-Estoy orgulloso de todos ustedes. Han demostrado su valor como alemanes –habló con firmeza Schulz-. ¡Blut und Ehre!
Nos retiramos en calma, pues todos estábamos agotados. Quería darme una ducha, pero mis piernas y brazos pedían a gritos dormir.
Entré al viejo dormitorio, recordando los juegos de póker. Extrañamente, se encontraba vacío. Di mi último suspiro hasta la cama y caí rendido sobre ella. Intenté por lo menos retirarme la camisa, pero el peso de mis párpados era mayor. Al darme cuenta, ya estaba durmiendo.
(...)
Sonreí despacio mientras me dirigía hacia el balcón, aquel que apresaba una belleza exuberante. Mantuve mis brazos extendidos, esperando el caer de la flor más hermosa de mi jardín. Ahí estaba ella, pálida y con sus cabellos negros azabache. Rompió nuestra lejanía dejando que el viento la guiará hacia mí. La tomé entre brazos, acurrucándola cerca del latido apresura de un corazón enamorado.
-Cumplí mi promesa, te esperé –murmuró levantando sus ojos esmeraldas.
-Lo sé, mi Gretchen –hablé sellando sus labios con los míos.
Un beso tan puro y magnifico. Clavando su alma en la mía.
Ahogué un grito ante el filo desgarrador de una bala. Estaba atravesando mi pecho, pero lenta y dolorosamente.
Me separé de la chica, abriendo los ojos al divisar que su rostro se desfiguraba, dando paso a uno nuevo. Era Conrad, sonriendo con malicia.
-No me salvaste... -susurró mientras su cabeza se movía en círculos.
-Perdón... -dije alejándome ante el miedo-. Hice mi mayor esfuerzo.
-¡Mentiras! ¡Eres un inútil! Todos los que amas morirán porque eres incapaz de protegerlos.
Corrí en dirección contraria, esperando huir de aquel monstruo. Otro disparo tocó mi piel, para dar inicio a una ráfaga que desmembraba mi cuerpo. Grité en agonía. Volteé, dándome cuenta de que aquellas balas eran lazadas por mis conocidos.
Helmut, Benno, Koch, Edel, Erika, mamá, papá...
-Cuando alguien te arrebate lo que ames, tu corazón dejará de latir y sólo querrás venganza –era la voz de Kurt, pero, aquel rostro de la que emanaba no era el de él. Era... aquel hombre polaco que maté. Mi primer asesinato. Comencé a llorar.
-¡Basta! ¡Basta! Basta... basta... bas...ta...
Me levanté de golpe, sintiendo una presión en el pecho que arrancaba el aire de mis pulmones. Limpié mis lágrimas con furia e intenté volver a dormir, pero sabía que, esa noche, sería incapaz de recuperar el sueño.
Me senté y aprecié el desolado lugar. Al parecer a Helmut le tocaba guardia esa noche.
Saqué aquella pequeña foto de Gretchen y, con una minúscula sonrisa, le hablé.
-Han sido días difíciles, mi amada. Me siento agotado, como si el mundo se destruyera con cada paso que doy. Koch, murió por mi culpa... aquellos judíos también y Erika... la pequeña Erika, está en prisión. Soy incapaz de proteger a los que amo... ni siquiera puedo estar a tu lado. ¿Qué me mantiene con vida? Supongo que el recuerdo amargo de lo que una vez tuve. ¿Aún me amas? ¿Me amarás eternamente? Tal vez eso me ayude a conservar mi cordura.
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Peones de Guerra #PGP2024
Historical Fiction•Una historia para recordar que el humano es un bucle de errores•