Rosas, espinas y sangre.

Mejor que todo.

Me dolía, pero me aliviaba más saber que me había superado, la manera en la que pasó a mi lado, tan indiferente, como si yo fuera poca cosa y con alguien que yo sabía que la haría feliz. Me daban ganas de comer vidrio pero al fin, al fin, había encontrado algo mejor que yo. Mejor que todo.Mejor que lo que hubo entre nosotros.

No tuve los huevos ni agallas para que hubiera un final feliz, soy tan cobarde y débil que preferí mil veces alejarme que mejorarme.

Sin límites, merezco su ausencia y su silencio, merezco todo lo que ella considere que me duele, porque, sí, me duele. Me duele no poder besarla, no poder abrazarla, me duele todo esto. Sin embargo, lo merezco, merezco estas puñaladas.

Merezco que me odie, merezco que con sólo mirarme le den náuseas, merezco que me trate como si no existiera.

Y la entiendo, pero me conozco tanto que si ella fuera la que me hubiera herido desde un principio, yo actuaría peor que lo que ella lo hace. Lo sé, y lo sabré siempre.

La amé, ella no me cree, entiendo porqué pensará eso, pero la amé, con mi más incipido corazón.

Aún en el abismo del dolor, no puedo ignorar el agudo arrepentimiento que me consume por no haber luchado con todo lo que tenía y soy por conservarla a mi lado. Cada latido de mi corazón es un eco de los momentos en los que debería haberme aferrado a ella con todas mis fuerzas, en lugar de ceder ante el miedo y la inseguridad. El peso de esta pérdida se ha convertido en una carga insoportable, recordándome constantemente que la valentía que me faltó en el pasado sigue siendo mi mayor remordimiento.