- Quiero que te vayas.
Cuando salieron de su boca esas filosas palabras sentí que cada una de ellas traspasaba mi corazón.
- Permíteme demostrarte por qué merezco una segunda oportunidad. - pedí, casi rogando.
- Déjame adivinar... ¡Ah ya sé! ¡Según tú, porque me amas!- fue sarcástica.
- Te imploro que tengas compasión de mi, amarte no es un pecado.
- Hubieras pensado eso antes de burlarte de mi.
- Si me pides que me arranque el corazón, lo hago.
- Jamás te pediría eso, tú sabes bien lo que haces o lo que no, no me vengas con cuentos.
Saqué un cuchillo.
- Si alguna vez se me ocurre tan siquiera faltarte a ti, te pido que me atravieses esto en mi pecho. - le puse las manos en él.
- No. - se soltó - Tu oportunidad ya pasó, ya no necesito nada de esto. Por favor, solo vete, vete para hoy o vete para siempre, pero, sólo vete.
Me consumí en mi tristeza pero acepté mi destino, ya era tarde, era tarde para amarla, era tarde para mi, era tarde para que hubiera un "nosotros". Y eso me pasaba a mí, por creer que ella merecía menos, por ser un imbécil, por ser un parásito, por pretender que tenía alguna vil idea de lo que era quererla, pero en realidad, no sabía nada, ni siquiera un poco.
La única experiencia que me queda es volver mi tristeza arte, volverla a ella arte, porque para mí, era más fácil recordarla para siempre que borrarla por completo.
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Rosas, espinas y sangre.
PuisiSentimientos y sensaciones, escritos que te transportarán al dolor ajeno, al sufrimiento, tal vez al amor, tal vez a la esperanza. Quédate y leelos para descubrirlos.