Dinastía.

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Para mí, nuestro amor era como una dinastía poderosa, una época dorada en la que nos sentíamos invencibles. Me veía a mí misma como una reina en un reino construido con nuestros sueños y promesas. Cada día juntos era como un nuevo capítulo en la historia de nuestro imperio, lleno de momentos felices y conquistas compartidas. Pero como todas las grandes dinastías, empezó a caerse lentamente y también tenía enemigos ocultos: las dudas, los miedos y las palabras no dichas. Poco a poco, esas fuerzas comenzaron a desgastar los cimientos de lo que habíamos construido.

Finalmente, llegó el momento inevitable. Nos sentamos frente a frente, las palabras no podían esperar más.

- No podemos seguir así. Nuestras diferencias son como grietas en los muros de nuestro castillo, y no importa cuánto tratemos de repararlas, siguen apareciendo más. -dije con voz temblorosa.

Él apretó los puños, su voz llena de frustración y tristeza.

- Lo sé, pero eso no hace que sea más fácil decir adiós. Siempre pensé que nuestra dinastía nunca caería.

- Yo también lo pensaba. -  respondí, tratando de mantener la calma. - Pero a veces, incluso las dinastías más grandes deben caer para que algo nuevo pueda surgir.

- ¿De verdad crees eso?- preguntó, con una mezcla de desesperación y enfado en su voz. - ¿Crees que después de todo lo que hemos pasado, es tan fácil simplemente dejarnos ir?

Las lágrimas empezaron a correr por mi rostro.

- No es fácil, nada de esto lo es. Pero seguir así nos está destrozando a los dos. No podemos seguir luchando en una guerra que ninguno de los dos puede ganar.

Se levantó de su silla, caminando de un lado a otro, su voz ahora más alta.

-  ¡Esto no es una guerra, es nuestro amor! No puedo entender cómo puedes rendirte tan fácilmente, después de todo lo que hemos compartido.

Mi corazón dolía al escuchar sus palabras.

- No estoy rindiéndome - dije, casi en un susurro. - Estoy tratando de salvarnos, aunque sea dejándonos ir. Nos estamos haciendo más daño quedándonos juntos, luchando contra algo que no podemos arreglar.

Él se detuvo, mirándome con una mezcla de amor y dolor.

- Todavía te amo. No puedo imaginar mi vida sin ti.

Las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta.

- Yo también te amo, más de lo que puedes imaginar. Pero a veces, amar significa saber cuándo dejar ir.

Con esas palabras, ambos supimos que nuestra historia había llegado a su fin. La discusión se calmó, y el silencio llenó el espacio entre nosotros. Nos quedamos allí, frente a frente, sin saber qué más decir. Finalmente, nos separamos, dejando atrás el imperio que habíamos construido juntos. Ahora, quedo aquí, entre las ruinas de lo que una vez fue un amor grandioso, recordando con nostalgia la grandeza de nuestra dinastía caída y el dolor de dejar ir.

Rosas, espinas y sangre. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora