Comparación.

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- ¿Qué tiene ella que no tenga yo? - pregunté, con mi corazón hecho trizas, sintiendo cómo cada palabra me desgarraba por dentro.

- No es así... - respondió, casi sin saber cómo - no tiene nada que ver contigo.

- ¡Tiene todo que ver conmigo! - no pude aguantar más, me quebré en llanto, la rabia y el dolor salían a borbotones. - ¿Es más bonita? ¿Más inteligente? ¿Qué es lo que ves en ella que yo no te puedo dar?

- Ninguna de esas cosas.

- ¿Entonces por qué la elegiste? - Mi voz temblaba, y mis lágrimas caían sin parar. Sentía que el suelo se abría bajo mis pies.

- Porque no eres tú. - dijo sin vacilar, con una frialdad que me heló los huesos.

- ¿Qué carajos quiere decir eso? - grité, la desesperación impregnando cada sílaba. - ¡Explícame, maldita sea! ¡Merezco una explicación!

- Porque con ella sentí lo que no sentí contigo. - Sus palabras fueron como cuchillos, penetrando profundamente.

- ¿Y qué sentiste con ella que no pudiste sentir conmigo? - Susurré, con la voz rota, apenas audible.

- No lo sé... - Su voz también parecía quebrarse. - Fue algo que no pude controlar. Algo que simplemente sucedió.

- ¿Te arrepientes? - pregunté, aferrándome a una última esperanza.

- Parte de mí sí... - admitió, evitando mi mirada. - Pero ya no puedo echarlo para atrás. Es lo que es.

- Me destruiste. - Dije finalmente, sintiendo como el peso de su traición me aplastaba.

- No quise hacerte daño... - murmuró, su voz apenas un susurro.

- ¡Pero lo hiciste! - grité. - ¿Sabes cuánto te amé? ¡Di todo por ti! ¡Todo! Y tú, tú simplemente... ¿Qué? ¿Te aburriste de mí? ¿Decidiste que no era suficiente?

- ¡No fue así! - Su voz se elevó, pero había dolor en sus ojos. - No quería que terminara así.

- ¡Pero terminaste eligiéndola a ella! - escupí, sintiendo el veneno en cada palabra. - ¿Cómo pudiste? ¡Eras todo para mí!

- ¡No lo entiendes! - gritó de vuelta, sus ojos llenos de lágrimas. - ¡Me odio por lo que hice, pero no puedo cambiarlo!

- ¡Claro que puedes! - lo interrumpí. - Puedes dejarla, puedes intentar arreglar esto, pero no quieres. ¡Eres un cobarde!

- ¡No es tan simple! - su voz temblaba, y pude ver la lucha interna. - No puedo simplemente romper algo que ya empezó. Sería injusto para todos.

- ¿Y qué hay de mí? - mis palabras fueron un susurro lleno de dolor. - ¿Dónde queda mi justicia?

- No es justo para nadie... - dijo él, evitando mi mirada.

- ¿Y qué? ¿Ahora te importa la justicia? - escupí. - ¡Ella es una zorra, una cualquiera! ¿De verdad crees que vale la pena perderme por alguien así?

- ¡No la llames así! - gritó, su voz llena de dolor y rabia.

- ¿Por qué no? - repliqué con veneno. - ¡Porque duele, verdad? ¡Duele escuchar la verdad sobre la persona con la que me traicionaste!

- No entiendes... - susurró, sus lágrimas cayendo ahora libremente.

- ¡No, tú no entiendes! - grité. - ¡Ella nunca será yo! ¡Nunca te amará como yo te amé! ¡Nunca será suficiente!

- Lo sé... - admitió, su voz rota. - Sé que nadie me amará como tú lo hiciste. Ella nunca se arrancará el corazón por mí si se lo pido. Pero no sé por qué lo hice. Tenía todo contigo y aún así... te traicioné. Es confuso para mí también.

- ¿Entonces por qué? - lloré, con la desesperación apoderándose de mí. - ¿Por qué me hiciste esto?

- No lo sé... - dijo él, su voz llena de amargura. - A veces ni yo mismo lo entiendo. Tenía todo contigo, pero algo en mí... algo me llevó a esto. Y ahora no hay vuelta atrás.

Nos quedamos en silencio, dos almas rotas, destrozadas por decisiones y circunstancias que no podíamos cambiar. Él no respondió. Sus ojos reflejaban una mezcla de culpa y confusión, pero ninguna palabra podría deshacer el daño hecho. Morí, en ese preciso momento morí. La persona que había confiado y amado había elegido a otra, y no había vuelta atrás.

- Ojalá nunca me hubieras conocido - dije finalmente, cada palabra era una daga. - Ojalá nunca hubiera permitido que me lastimaras así.

- Yo también... - murmuró él, las lágrimas cayendo libremente ahora. - Yo también.

La desesperanza nos envolvía a ambos. Nos habíamos roto mutuamente de una manera que parecía imposible de reparar.

Ha pasado un año desde que nos separamos. Durante ese tiempo, luché día a día para superar el dolor, comparándome con cada mujer que veía, preguntándome qué tenían ellas que yo no. Pero finalmente lo superé. Me reconstruí, encontré mi propia felicidad y me di cuenta de que no necesitaba a nadie más para sentirme completa.

Un día, mientras caminaba por el parque, lo vi. Él estaba allí, esperándome, con los ojos llenos de tristeza y arrepentimiento. Me acerqué, segura de mí misma, sin una pizca de amor en mi corazón.

- Hola - dijo él, con la voz temblorosa. - ¿Podemos hablar?

- No sé qué hay que hablar - respondí, manteniendo mi distancia emocional.

- Lo siento... por todo. - Sus ojos estaban llenos de lágrimas. - Ella me rompió el corazón, me di cuenta de lo que perdí contigo.

- ¿Y qué esperas que haga con eso? - pregunté, sintiendo una calma fría. - Hace un año me destruiste, me dejaste en pedazos. ¿Y ahora vienes porque alguien más te hizo lo mismo?

- No... no es solo eso. - su voz era desesperada. - Me he dado cuenta de lo mucho que te amaba, de lo mucho que me equivoqué.

- ¿Te diste cuenta? - dije con una amarga risa. - Después de un año de sufrimiento, de reconstruirme desde cero, ¿ahora te das cuenta? Demasiado tarde.

- Por favor... - suplicó. - Dame una oportunidad de arreglar las cosas. Te prometo que he cambiado.

- No necesito promesas vacías. - respondí. - He encontrado mi paz, mi felicidad. No necesito a alguien que me dejó por otra. Me he dado cuenta de que valgo mucho más de lo que tú podías ver.

- No digas eso... - murmuró, las lágrimas rodando por sus mejillas. - Lo siento tanto. Te lo suplico.

- Ya no me importa. - dije con firmeza. - No siento ni una pizca de amor por ti. Lo que hice durante este año fue aprender a amarme a mí misma, y no voy a permitir que nadie me quite eso.

Él bajó la cabeza, derrotado. La realidad de sus acciones finalmente cayendo sobre él. Yo, por otro lado, me di la vuelta y seguí mi camino, sintiendo la libertad de haber dejado el pasado atrás.

- Adiós. - dije, sin mirar atrás. - Espero que encuentres tu propio camino.

Mientras me alejaba, supe que había cerrado un capítulo doloroso de mi vida, y estaba lista para seguir adelante, sin mirar atrás.

Rosas, espinas y sangre. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora