La otra mujer.

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Y todo este tiempo fuí la otra mujer.
A la que nunca eligen, a la que siempre es un "tal vez", a la que estaba ahí, como espectadora, como sobra, ni siquiera como esperanza, como decisión, como opción.

"Estoy con ella" se ha vuelto mi nombre y mi apellido.

- ¿Si tanto me quieres por qué no la dejas?- pregunté un día, esa pregunta me estaba consumiendo.

- Cuando te enamores de alguien profundamente lo entenderás. - me dijo, seguro de su respuesta.

- Si estuvieras enamorado no la estarías engañando. - dije, intentando entender.

- Lo cotidiano en algún momento aburre, lo normal, las peleas, los reclamos, los besos, las mismas caricias, el mismo sexo. Cuando tienes tanto tiempo con una persona te aburres, buscas algo diferente.

- Más bien, algo nuevo. - quise comprender.

- Sí, exacto, tú eres nueva, eres diferente, pero no lo suficiente para abandonar mi rutina.

Entré en duda.

- ¿Y con ella no puede ser diferente?. - pregunté.

- Puede, pero es más rápido y más fácil buscar algo nuevo.

El silencio entre nosotros se hizo pesado, como si cada palabra no dicha pesara toneladas.

- No lo entiendes - dijo él finalmente, rompiendo el silencio. - Estoy cansado de ella. Me cansa su forma de ser, las peleas constantes, los reproches por cada pequeña cosa. A veces siento que ya no hay nada más que nos una, pero... no puedo dejarla.

- ¿Por qué no puedes? - pregunté, mi voz llena de frustración. - Si tanto te cansa, si tanto te molesta, ¿por qué sigues ahí? ¿Por qué sigues eligiendo lo mismo?

- Porque no es tan fácil. No es como si pudiera simplemente levantarme y decir "se acabó". Hay historia, hay... amor. O al menos, algo que se le parece.

- Eso no suena a amor - dije, tratando de comprender. - Suena a conformismo, a miedo de estar solo. Suena a que te quedas porque es más fácil estar en una relación rota que enfrentar la posibilidad de reconstruirla o de estar solo.

Él negó con la cabeza, como si mis palabras no pudieran penetrar su entendimiento.

- Es más complicado que eso. No es solo el miedo a estar solo. Es que... a pesar de todo, ella sigue siendo mi vida, mi rutina. Es difícil de explicar, pero no puedo dejarla, no quiero dejarla, aunque me duela.

- Y mientras tanto, ¿qué pasa conmigo? - mi voz se quebró. - ¿Qué soy yo en todo esto? ¿Una distracción? ¿Un escape temporal? Porque eso es lo que parece. Parezco ser la que está aquí para recogerte cuando ella te echa de la casa, la que te escucha cuando estás harto, la que está para ti cuando ella no lo está. Pero nunca soy la que elijes. Nunca soy la prioridad. Siempre soy la otra, la que está en segundo plano.

- No es así - intentó defenderse. - Tú eres importante para mí, mucho. Eres mi refugio cuando todo se desmorona, cuando necesito un respiro.

- ¿Y eso es suficiente para ti? ¿Para mí? - pregunté, sabiendo ya la respuesta. - Porque para mí no lo es. Estoy cansada de ser tu refugio, tu opción cuando las cosas van mal en tu relación. ¿Por qué no me eliges? ¿Por qué siempre soy un "tal vez"?

- No es que no quiera... - comenzó, pero lo interrumpí.

- No, claro que no quieres. Porque si quisieras, lo habrías hecho. Si de verdad me valoraras, si me vieras como algo más que una opción temporal, ya habrías tomado una decisión. Pero aquí estamos, hablando de lo cansado que estás de ella, mientras sigues atado a esa rutina. Y yo, como siempre, esperando a que me elijas, a que me des un lugar que nunca será mío.

Rosas, espinas y sangre. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora