Rosas, espinas y sangre.

Lluvia.

La lluvia, tan mágica, tan pura, tan sabia.
Le da de tomar a quién tiene sed, limpia lo que está sucio y refresca el clima.
Cuántos años tiene la lluvia, existe desde la creación, ha visto el mundo cambiar de mil formas, de mil maneras, nos ha visto nacer, crecer, morir.

Nos ha visto a nosotros. Quisiera preguntarle si en la noches también lloraste, si en las noche soñaste conmigo, pensaste en mi ausencia, si te acuerdas a mi. De nosotros. Lo perfecto que era todo aquello.

Eramos épicos, nuestra conexión, nuestra vibra, nuestra química.

Quisiera preguntarle si te hacen falta mis besos como me hacen falta a mi. Aún veo nuestras fotos, qué feliz eramos, qué feliz era yo contigo a mi lado.
Te extraño, aún me duele no tenerte a mi lado. Aún escucho nuestra canción favorita, con la que bailamos hasta cansarnos, aunque no supiéramos bailar.

Cuando nos besamos, ¿Recuerdas eso?, el tan anhelado beso bajo la lluvia. El cielo llora, por nuestro amor quebrado. El amor tan grande que teníamos, que desapareció con el viento.

Le quiero preguntar a ella si recuerda cuando nuestras risas opacaban el sonido de sus gotas al caer.

Si queremos preguntarle a alguien sobre nosotros, sobre lo nuestro, preguntemos a la lluvia.

No es solo ella quien está llorando, yo la estoy acompañando. Hay un aguacero en mi pecho, ella lo sabe.
Al igual que a mí le duele el hecho de que no estemos juntos.

Ya no tengo lágrimas para llorar, pero ella me las presta.

Me baño en ella, esperando que sus gotas me traigan de nuevo tu presencia, tu tacto, tu risa, a ti.

Si te importa saber sobre mi, pregúntale a la lluvia, ella sabe las veces que tomé alcohol pensando que eso podría hacer olvidarte.
Ella sabe que mis lágrimas pudieron superarla, ella sabe las veces que acostada, llamé tu nombre, ella sabe el huracán que se volvió mi vida desde que te fuiste de mi lado.
Sí quieres saber de mí, preguntale a la lluvia.