- Te amo. - le dije.
Él sólo me miró y se volteó.
Primer puñal en el corazón.
- Oye, te dije que te amo. - Reclamé, esperando conseguir una respuesta.
- Y te oí. - respondió.
- Aquí es la parte donde dices que me amas igual. - reí, al menos para bajar la tensión un poco.
- Qué lástima.
Segundo puñal.
- ¿Por qué lo dices?- pregunté, con el trabajo en vano de devolver mis lágrimas.
- Porque yo sé lo que es amar a alguien que no te ama. Por eso me das lástima.
Tercer puñal. Ya estaba sangrando.
Me paré, no aguantaba tanta indiferencia, empecé a ponerme la ropa.
- No te pongas así. - Esta vez me miró.
- No es nada, sólo que ya me tengo que ir. - dije, con la voz quebrada.
- Está bien, pero, ¿Mañana vendrás? - me preguntó.
- ¿Quieres que venga?
- Créeme, si pudiera tener tu cuerpo solamente y no a ti, lo haría.
Cuarto, doliendo como los tres primeros. Me estaba desangrando.
- Pudrete y jodete. - dije, casi ahogandome.
- Estábamos bien, todo iba bien, tú eres la que empezó con su romanticismo barato.
Quinto, no sé cuántos más podría aguantar.
- Eres mucha mierda para ser una persona. - me enojé.
Ahora las lágrimas se habían vuelto de impotencia, de rabia.
El silencio arropó ese frío cuarto.
- ¿Por qué sigues aquí? - rompió el hielo.
Mi cierre no subía, estaba atascado.
- Mi cierre se atascó.
- Ven, te ayudo. - se levantó y se puso detrás de mi.
Sentí sus manos en mi cuerpo, por alguna razón no podía dejar de derretirme por él.
Cuando terminó de subirme el cierre, me dió un beso en el cuello, agarrándome por la cintura, mi respiración se empezó a agitar.
- Tengo que irme. - reaccioné.
- ¿Tienes o quieres? - me preguntó, volteandome hacia él.
- Ambas. - dije, decidida a salir por la puerta.
- Si te vas, no vuelvas.
Sexto, mi corazón ya estaba hecho trizas.
A medida que caminaba hacia la puerta, cada paso resonaba con los ecos de los momentos superficiales que compartimos. Parecía que el tiempo se había detenido, atrapándome en un bucle de recuerdos vacíos y fríos. Recordé las noches llenas de pasión pero vacías de amor, los encuentros que solo llenaban un vacío momentáneo. Sin embargo, esas memorias eran ahora fantasmas que me perseguían, recordándome constantemente lo que nunca tuve.
Me dolía irme, pero me dolía más, quedarme, entonces me fuí, para siempre.
ESTÁS LEYENDO
Rosas, espinas y sangre.
PoesíaSentimientos y sensaciones, escritos que te transportarán al dolor ajeno, al sufrimiento, tal vez al amor, tal vez a la esperanza. Quédate y leelos para descubrirlos.