Capítulo 2

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- Toma, Harry. El chocolate te sentará bien. - Ofreció el profesor Lupin al recién levantado, con delicadeza para no sobresaltarlo.

Por culpa del dementor, Harry se había desmayado. No recuerdo de manera exacta cuanto tiempo estuvo inconsciente, pero fue lo bastante como para que el profesor Lupin nos explicara quién era él, qué hacía ahí y lo que eran los dementores. También me felicitó por conocer el encantamiento con el que se les combatía y por haber logrado aplicarlo, aunque yo sabía perfectamente que el que había salvado a Harry era él. Mi hechizo solo había servido para ganar unos segundos. "Tengo que practicar más", pensé.

- ¿Qué ha pasado? - Preguntó el susodicho, levantándose algo incómodo y confuso. Llevaba su mirada hacia cada uno de los presentes, tratando de recordar lo ocurrido.

- Te has desmayado, Harry. - Respondió Hermione, con preocupación.

- ¿Quién estaba gritando? - Dijo el mago otra vez, empezando a ubicarse. - Se escuchaba el grito de una mujer. - Añadió, algo más bajo y tocándose la frente. Parecía que le dolía la cabeza.

Ron, Hermione y yo nos miramos. No había gritado ninguna mujer en ningún momento y lo sabíamos todos los presentes menos él. Me sentí parcialmente como una intrusa, no creía deber estar ahí. El profesor Lupin pareció pensar lo mismo, ya que soltó una excusa por lo bajo a la que nadie prestó mucha atención y se marchó de forma ágil. 

- Nadie ha gritado, Harry. - Añadió Ron, tratando parecer tranquilo.

- Creo que deberías tomarte el trozo de chocolate y descansar un poco. Los dementores son increíblemente peligrosos y te arrebatan la energía tratando de absorberte el alma. No entiendo qué hacen aquí. - Solté yo, tratando de dejar el tema del grito. - Son los encargados de vigilar Azkaban, no un tren que lleva a un colegio.

- Sí que es extraño, Isabella. - Coincidió la gryffindor, frunciendo el ceño. Casi podía ver como giraban los engranajes de su cerebro, buscando una respuesta que sería imposible encontrar hasta obtener más información. Después, miró la hora en su reloj de pulsera y soltó un bufido. - Tendríamos que ir a cambiarnos ya. ¿Vienes, Isabella? 

- Sí, ahora mismo. - Respondí, cogiendo mis cosas. - Me alegro de que estés mejor, Harry. Hasta luego, chicos.


.....


Tenía puesta ya mi ropa, que solo tenía colores negros y blancos (a excepción de mis pendientes, mi pulsera favorita y mi collar, que eran de color dorado), ya que aún no me habían seleccionado. Hermione, en cambio, ya llevaba atada la corbata roja con líneas doradas y en su túnica se podía ver el escudo de su casa. 

- Te sienta muy bien la túnica. - Me dijo, con una sonrisa.

- Y a ti el color rojo, Hermione. - Le respondí, igual de sonriente. Estaba contenta de haberla conocido a ella, y también a los chicos. - Tengo que ir a buscar a mi hermana, pero luego os veo. 

- ¡Hasta ahora, Isabella! 

Sentía como los nervios y la ilusión iban creciendo dentro de mí. Estábamos llegando y no podía estar más inquieta, pero trataba de disimularlo. Por suerte, la discreción siempre se me había dado bien. Caminaba por el pasillo del tren mientras terminaba de colocarme bien la ropa, cuando noté que me había chocado contra alguien. 

- ¡Guarda dove stai andando!  * - Me dijo una voz algo grave.

Miré al chico a los ojos. Era muy alto (debía rondar el 1.80) y tenía una cara que me dejó atontada durante un par de segundos. Era precioso. Tenía el pelo castaño, pero con diferentes tonos más claros, los ojos de color verdoso y un lunar debajo del izquierdo. Unas cejas muy pobladas y unos dientes perfectamente alineados. 

"Rosier" - Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora