Capítulo 24

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Cuando quise darme cuenta ya habían pasado casi cinco días desde el viaje a Hogsmeade.

Me dediqué por las mañanas a asistir a todas mis clases, a hacer los deberes y a repasar, cuando podía, los apuntes de las asignaturas que más me llamaban la atención: Cuidado de Criaturas mágicas, Transformaciones, Encantamientos y Pociones. Era increíble lo mucho que había por aprender acerca de estos temas. Iba mucho con Hermione a la biblioteca, donde nos ayudábamos mutuamente en nuestros errores. Aunque ella no cometía muchos. Era una bruja brillante y me gustaba aprender con ella. Lo hacía más divertido.

Con Theodore fui dos noches a la Torre de Astronomía, a hablar ahí, tranquilos y sin nadie que nos pudiese molestar. Podría mentir y decir que odiaba tener que irnos a escondidas y con cuidado para que no nos pillase ningún profesor ni Filch ni la señora Norris, pero la verdad era que me encantaba correr un cierto nivel de riesgo. Era muy satisfactorio ver que aún no nos habían atrapado ninguna vez, pero aun así tener totalmente claro que eso podría cambiar en momentos. 

Hablé con Charlotte al llegar de Hogsmeade y darle sus golosinas de Honeydukes y decidimos que cada lunes desayunaríamos juntas, para pasar tiempo la una con la otra. Creo que lo muchísimo que la eché de menos cuando estaba estudiando en Francia me hacía apreciar el tenerla tan cerca. El lunes de esa semana se nos unieron Grace y Hannah (dos de sus amigas) y Theodore y Matheo. No vi al trío de oro en el Gran Comedor la mañana de ese lunes, pero comí con ellos más tarde.

Además de eso, fui unos cuantos días a entrenar con Blaise y Matheo al campo de Quidditch. Era un campo precioso, ovalado y muy parecido al que teníamos en Beauxbatons, pero al no haber visto uno en tantísimo tiempo (desde el mes de junio), me quedé anonadada. El césped era de un tono verde de gran intensidad y, al haber estado lloviendo esa semana, olía genial. 

Como siempre, había seis aros en total; tres a cada lado del campo y con tres alturas diferentes. Los guardianes (uno por equipo) son los que se encargan de proteger los aros para que los cazadores del equipo contrario (tres por equipo) no puedan introducir la Quaffle en ellos. Los golpeadores (dos por equipo) son los responsables de repeler las Bludgers para enviarlos a la zona del campo del equipo contrario. Había que tener mucho cuidado con las Bludgers. Por último estaban los buscadores. Ellos tenían que atrapar la Snitch Dorada (una diminuta pelota dorada con alas, muy escurridiza) antes de que lo hiciera el buscador contrario. Era una búsqueda complicada.

A mi me encantaba jugar de cazadora, pero no me hubiese molestado hacer de golpeadora. Me encantaba ese deporte y Matheo (que también estaba entrenando para entrar al equipo de nuestra casa, pero sabía mucho de Quidditch) y Blaise (que era buenísimo jugando) me hicieron volver a coger el ritmo. Aunque esté mal que yo lo diga, soy bastante buena en Quidditch. Sobre todo por mi padre. De pequeña ya me tenía subida en una escoba y con una Quaffle en la mano. 

- ¡Isabella! Atenta. - Me riñó Matheo una de las tardes, acercándose algo a mí con la escoba. - ¡A no ser que quieras que una Bludger te lleve a San Mungo, italiana! 

- ¡Perdón! - Dije yo, divertida. Blaise se rio y me dijo que me concentrase, pero que lo estaba haciendo muy bien. Yo se lo agradecí y le dije que él igual.

Matheo era algo protector conmigo. Se preocupaba mucho por mí y yo por él. Creo que ya lo he mencionado, pero me recuerda mucho a Leo. Ambos tienen un carácter parecido (algo explosivo en ocasiones, pero adorable si te llevas bien con ellos), la risa floja y una forma de gesticular similar. Además del mismo nivel de sinceridad.

- ¡Eh, chicos! - Nos llamó Blaise, sonriendo con cara malévola. - Os toca correr tres vueltas más al campo y habremos terminado por hoy. - Nos dijo el jueves, dos días antes de las pruebas. - Mañana no deberíais cansaros demasiado, para tener energía el sábado por la mañana. Lo haréis muy bien.

El viernes, después de comer con Daphne y Pansy, me fui a dar un par de vueltas al campo con Blaise y Matheo. Estábamos corriendo descalzos sobre el césped, algo que siempre ayudaba a relajar los músculos del cuerpo y a descargarlos. Blaise iba algo por delante de Matheo y de mí, ya que nuestra carrera era para recuperar fuerzas, no como la de Blaise.

- No entiendo como puede ir a ese ritmo con esa cara tan relajada. - Le dije a Matheo, haciéndolo reír. - ¡Te lo digo en serio, Matt! ¿Cómo es que nunca parece cansado? 

- No tengo ni idea. Puede que haga atletismo de forma profesional en secreto, ¿no crees, Isa? 

- Oye, pues es una opción. - Le respondí, mirándolo y examinando como una gota de sudor le bajaba por el cuello. - ¿Estás nervioso? 

- ¿Yo? - Me preguntó, con cara de incredulidad, con el dedo índice apuntándole a él mismo. - No. Sé que vamos a entrar.

- ¿Vamos? ¿En plural? - Le cuestioné, con una sonrisa divertida

- Oh, venga, Isa. Sabes perfectamente que se nos da genial y que le hacemos falta al equipo. Serían muy tontos si no nos escogieran, sobre todo teniendo en cuenta que por ahora les faltan un golpeador (que seré yo) y que Adrian Pucey, que juega de cazador, la temporada anterior no lo hizo muy bien. Al menos, necesitan uno o dos suplentes más. 

- Bueno, viéndolo así, es probable que entremos. Pero es mejor no hacerse ilusiones por si algo no va bien, Matheo.

- Tú tranquila, Isa. Ya verás como tengo razón.


"Rosier" - Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora