Capítulo 21

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Theodore


Aquella mañana de sábado, después de la conversación que tuve con Isabella en su cuarto, me fijé en la hora. Si no me espabilaba, no me daría tiempo a ir a Hogsmeade. Iba caminando a paso tranquilo, tratando de salir discretamente de la zona del dormitorio de chicas, deseando que todo el mundo estuviese ya en el Gran Comedor. No quería empezar a escuchar rumores otra vez. La gente tenía mucha imaginación y yo lo sabía por experiencia propia.

- ¿Theodore? - Me preguntó una voz, confusa. Era Pansy, quien me miró de arriba a abajo con el ceño fruncido, fijándose en que seguía vestido exactamente igual que ayer. Levantó una ceja y esperó. No sé a qué, pero se notaba que se esperaba algo. Bueno, sí, claro que lo sabía. Estaba pidiendo a gritos una explicación. - ¿Qué haces aquí? - Añadió, al ver que no respondía.

- ¿Ahora mismo? Irme. 

En fin. Me fui de allí, acelerando el paso y notando la mirada de Pansy a mi espalda. Escuché como suspiraba y como volvía a su cuarto. Seguramente se habría dejado algo; era despistada. 

Llegué hasta mi habitación, que compartía con Matheo y Draco. El primero seguía durmiendo en su cama, roncando como si fuera un hipopótamo. Tenía el sueño más profundo que un bebé muggle que vi un día en la playa. Había un grupo de chicos con un altavoz poniendo tecno y el niño ni se movió. Seguro que era hermano de Matheo o algo.

Me vestí rápidamente, cómodo. Me puse la sudadera negra de estrellas que le había dejado a Isabella y unos pantalones anchos de una tela parecida a la de chándal. La sudadera olía ligeramente a mar y a lirios, cosa que me hizo sonreír. Isabella olía así, igual que un día de verano. 

¿Qué acabo de pensar? Cazzo, parezco un psicópata.

Decidí despertar a Matheo (que, pista, no se había despertado ni con el ruido espantoso de los cajones del armario, que chirriaban una barbaridad) y esperarlo para ir juntos al Gran Comedor. Mientras él se vestía, me lavé la cara y los dientes y me puse colonia. Una que olía a una mezcla de menta y madera. 

Una vez estuvo preparado, salimos de nuestra habitación. No nos preguntamos dónde estaba Draco. Conociéndolo, llevaba veinte minutos (por lo menos) esperando en la parada de tren, aunque aún quedasen cuarenta minutos para salir del castillo. Era puntual, no como nosotros.

Mientras hablábamos, nos dimos cuenta de que el nombre "Isabella" salía de un montón de bocas de personas que estaban en los pasillos. Al principio pensé que era cosa mía, que me estaba volviendo loco.

- ¿Por qué cojones está hablando todo el mundo de Isa? - Me cuestionó Matheo, mirando mal a todo el que dejábamos atrás. Lo dijo en un aliento, molesto. Me encogí de hombros y posé mis ojos en las personas del pasillo, con indiferencia.

Al menos, eso intenté. 

- Es madre de la niñata esta, la nueva slytherin. - Oí decir a un chico de cuarto año, que era amigo de Cedric Diggory. No sabía cómo se llamaba, pero escuché con atención las burradas que soltaba por la boca. - La "sangrepura" que se hace la buena, pero ya veis la tradición familiar. 

Matheo se quedó quieto, mirando al mismo estudiante que yo. Vi como el chico les enseñaba un periódico a dos amigos suyos y como ellos se reían, pero yo me fijé en mi mejor amigo. Matheo tenía puesta esa mirada, esa que solo ponía a veces. Estaba buscando algún indicio de que el mago se estuviese metiendo con uno de los nuestros. Cuando lo encontrase, el otro vería pajaritos en el aire.

- Su madre y ella son iguales. - Añadió uno de los otros dos. - Da hasta miedo el parecido.

- Pues espérate, que en unos días tendremos a Rosier cargándose a todo el colegio. Y, encima, como tiene a Riddle y a Nott con una correa, ya veréis... - Continuó el que no sabía cerrar la boca. Matheo y yo le ayudamos a hacerlo. Nos acercamos más a él, quien nos daba la espalda y le dimos unos toques para que se girara.

Sus amigos nos miraron con sorpresa y él, cuando nos vio, sonrió.

- ¡Hombre! ¡Si aquí están las mascotas de Rosier!

Matheo ya le había pegado un puñetazo en la barriga y el chaval se cayó al suelo, doblado por el dolor. Mi cerebro debió poner el modo automático, porque dejé de pensar. Estaba actuando por la ira y el enfado, que, a cada segundo, iban en aumento. No era algo que soliese hacer, eso era algo más propio de Matt. ¿Quién se creía este?

Le pegué una fuerte patada en los huevos y, mirándolo fijamente, me agaché, dejando mi cara cerca de la suya. 

- Como volvamos a escuchar que ladras una palabra más de Isabella, no lo cuentas, rubito. - Amenacé, con la expresión más fría y seria del mundo. - ¿Capito? - Al ver su cara de confusión, entendí que no lo había dicho en inglés. - ¿Te ha quedado claro?

Él asintió y se levantó lo más rápido que pudo, mirándonos con miedo. Sus amigos no tardaron nada en huir con él, saliendo por patas. Por suerte, los pocos estudiantes que habían presenciado la escena no dieron muestras de haber visto nada. Matheo miró a los chicos irse con asco y nos fuimos de allí, llevándonos el periódico que habían tenido en las manos. Era El Profeta.

- Joder. - Dijo Matheo, al ver la portada. Lo miré curioso y me dio las hojas de papel.

- Joder. - Repetí, con frustración.


"Rosier" - Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora