Capítulo 10

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- ¡Matheo! 

El castaño iba caminando en dirección contraria al Gran Comedor, probablemente hacia la sala común de Slytherin o hacia su habitación. Se giró al escuchar mi voz y me apresuré para llegar a su lado.

- Hola, Isabella. - Me dijo, mirándome y tratando de identificar lo que pasaba por mi cabeza. 

- Hola. - Respondí, empezando a caminar junto a él, pausadamente. - ¿Vas hacia la sala común? 

- Sí, pero no me quedaré mucho. Voy a buscar a Blaise, para entrenar un poco. Este año me apetece entrar en el equipo de Quidditch. - Cierto, las pruebas. Yo también debía empezar a prepararme físicamente si quería tener alguna oportunidad en el equipo. 

- Eso es fantástico, Matheo. Seguro que entras. - Respondí, animada. Tal vez podía ir con Blaise y él un día para practicar yo también. Según tenía entendido, Blaise era ya parte del equipo. 

- Eso espero. - Dijo él, riéndose un poco y contagiándome la risa a mí también. 

Ya habíamos llegado a las mazmorras, donde la sala común se encontraba, así que decidí que ese era el momento. 

- Emm, Matheo. Necesito tu ayuda. - Anuncié, dejando de andar. 

El joven Riddle posó su peso en la pared del pasillo y me miró con las cejas ligeramente enarcadas. Hizo un gesto con la cabeza indicándome que continuara. 

- Vale, puede que hoy tenga que romper las normas para hacer algo necesario e importante. Y puede también que tenga que llegar a la sala común de Gryffindor sin que me vea nadie, ni Filch, ni la señora Norris, ni ningún prefecto. Hipotéticamente hablando, ¿qué harías tú para conseguir que no me vea nadie? - Mientras iba hablando, veía como Matheo iba sonriendo. 

- Has pedido ayuda a la persona correcta, Isabella. - Respondió, con orgullo. - ¿Hipotéticamente hablando, a qué hora tendrías que estar en la sala común de Gryffindor? 


...


Matheo me había explicado su idea. Era brillante y teníamos otras opciones en caso de que surgiese algún imprevisto. Quince minutos antes de las doce, nos reuniríamos en nuestra sala común. Iríamos vestidos con ropa oscura, ya que, cuando anochecía, el castillo estaba muy poco iluminado. Así no llamaríamos tanto la atención.

Me contó que se llevaba sorprendentemente bien con los gemelos Weasley y que ellos le habían enseñado los pasadizos secretos del colegio. Ya habían hecho un par de bromas los tres juntos. Uno de esos pasadizos llevaba directamente a la sala común a la que tenía que ir, así que no necesitaría decirle la contraseña de la casa a la señora que siempre vigilaba la entrada. Por si acaso, decidí aprendérmela de memoria. "Buñuelos de plátano", era fácil.

Matheo me acompañaría para no tener ninguna clase de problema en los pasadizos y llevaría un par de inventos de los gemelos Weasley por si nos encontrábamos con alguien a quien no quisiéramos ver.

- Muchas gracias, Matheo. De verdad. - Le dije al castaño, dándole un fuerte abrazo que le pilló un poco por sorpresa, pero que acabó correspondiendo. 

- ¿Vas a decirme por qué necesitas incumplir las normas hoy, Isabella? - Me preguntó, con una sonrisa algo burlona. 

- Lo haré, pero no ahora. Si todo sale bien esta noche, te lo contaré en los pasadizos. Es una información no apta para cotilleos y aquí la información se esparce demasiado deprisa.

- Créeme, lo sé. - Me respondió, riéndose. Hoy estaba especialmente contento y me alegré por él. 

- Suerte con Blaise, Matheo. No te caigas de la escoba. - Me despedí yo, bromeando un poco. 

"Rosier" - Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora