La cabaña de Hagrid era un lugar reconfortante. Me encantaba ir ahí con el trío de oro y Charlotte y hablar con Hagrid sobre las diferentes criaturas mágicas que quería que viésemos. De todas formas, mi intuición me dijo que esa visita no iba a ser igual que las otras.
Entré tras picar a la puerta de madera, interrumpiendo una conversación muy acelerada.
- ¡Ese estúpido rubio no puede hacer eso! Por Merlín, ¿es que no tiene ninguna clase de remordimientos? ¡No lo aguanto! - Iba diciendo Hermione, con la voz altísima. Me quedé de piedra. Nunca había visto a la gryffindor de tan mal humor.
- Juro que si lo veo reírse de lo que ha hecho... - Empezó Ron, que estaba con expresión de asco y enfado.
- Chicos, sé que es algo horrible. Mi pobre Buckbeak... - Añadió Hagrid, mirando por la ventana con tristeza en su mirar.
De repente, los cuatro presentes repararon en mi presencia y tuve ocho ojos observándome. A ese hecho lo siguieron unos cuantos segundos (demasiado largos, a mi parecer) en lo que se dedicaron a mirarse entre ellos, permaneciendo en silencio. Los observé con los ojos entrecerrados, intentando averiguar algo por mi cuenta.
¿Qué estaba pasando?
- ¿Y bien? - Me atreví a preguntar, entrando totalmente de una vez en la cabaña y cerrando la puerta de entrada a mi espalda.
- ¿Quién se lo dice? - Preguntó Harry, mirando a sus dos amigos de Gryffindor y al guardabosques, muy serio.
Ninguno respondió al momento. Lo miraron a él.
- Hazlo tú, Harry. Creo que si hablo del tema empezaré a gritar otra vez. - Le pidió la castaña, con la voz algo más calmada, pero que seguía con tonos enfurecidos.
- Está bien. - Accedió el de ojos claros. En esa luz, eran muy verdes. - Será mejor que te sientes, Isabella.
Confusa, hice lo que me pidió y empezó a contarme lo sucedido.
Me hervía la sangre.
...
- ¿Dónde está? - Pregunté, nada más entrar a mi sala común, con urgencia. Examiné los asientos del sofá, pero no vi a quien buscaba.
Mi grupo de amigos se quedó en silencio y Matheo me miró con una expresión de total curiosidad.
- ¿Dónde está quién? - Me preguntó el rizoso, mirándome fijamente.
No hizo falta mi respuesta, porque apareció bajando las escaleras que conducían a los dormitorios de los chicos. Pareció darse cuenta de la enorme tensión que había en el ambiente al quedarse callado. Sonreía, con una caja rectangular en la mano derecha que parecía de un juego de mesa. Eso hizo que me enervara aún más.
- Bueno... ¿Es que ya no queréis jugar al Monopoly?
- Tú. - Dije yo, notando como dejaba de notar frío debido al enfado. Me acerqué a él, a paso medianamente lento.
Debía mantenerme serena. Al menos, lo máximo que pudiera debido a la situación. No hay nunca que dejarse llevar por las emociones, a menos que hablemos de arte.
- ¿Te parece normal, Malfoy?
- Em... creo que sí. El Monopoly es divertido, pero... Por favor, deja de mirarme así. Podemos jugar al dominó si lo prefieres, Isa.
- Draco, dudo que se refiera a eso. - Susurró Matheo, en un tono algo cantarino. No le presté atención, estaba centrada en la persona que tenía delante.
- ¡No hablo de juegos de mesa! Por tu culpa, Draco, van a matar a Buckbeak. ¿Lo sabías? - Le pregunté, intentando calmarme. Se quedó en silencio y, por ende, me acerqué más a él. - Lo sabías.
Estaba tan enfadada que no advertí que Matheo se había levantado y se había puesto a una distancia prudencial de nosotros. Pansy y Daphne nos miraban, con sorpresa. No había rastro de Blaise ni de Theo, pero en ese momento no me importó en absoluto.
Me abalancé sobre él con furia, con todas mis fuerzas, pero no pude acercarme a él todo lo que me hubiese gustado. Alguien me tenía sujeta, dejando mi puño a medio camino de la nariz del joven de los Malfoy. Vi su cara de susto y noté que yo decía cosas, pero eran sinsentidos. No sabía que estaba soltando por la boca; no podía pensar.
- ¡Suéltame! - Exigí, a quienquiera que tuviese detrás, intentando zafarme de los brazos que me sujetaban.
- Lo siento, Isa. - Escuché.
Era la voz de Matheo. Noté como me cogió en brazos y como me colocó, como un saco de patatas, sobre sus hombros. Abrió la puerta de la sala común y nos llevó fuera, pero eso no hizo que yo dejase de pedirle que me bajara. Estaba indignada, porque me sentía increíblemente inútil.
- ¡Suéltame, Riddle! - Le dije, pataleando.
No me hizo ni caso. Ni siquiera se molestó en responderme. Me llevó por todo el castillo de esa manera (menos mal que la mayoría de alumnos estaban viendo el partido de Ravenclaw contra Hufflepuff) hasta llegar al Bosque Prohibido, donde por fin me dejó soltarme.
Resoplé al notar por fin los pies en el suelo. Estaba un poco más tranquila.
- No me puedo creer que hayas hecho eso. - Me dijo, mirándome fijamente a los ojos.
- ¿El qué? - Pregunté, de mal humor.
- ¿De verdad ibas a pegarlo? - Me cuestionó, con una sonrisa burlona.
- Tenía ganas de darle un buen puñetazo y de romperle la nariz, la verdad. - Respondí, tras unos segundos de silencio.
- A veces, yo también tengo ganas. Me hubiera gustado verlo, Isa. - Confesó, sin borrar la sonrisa de su cara. Yo también sonreí, aunque era una sonrisa mucho menos amplia que la de Matheo.
- No quiero que lo maten, Matt. No es justo.
- Lo sé.
Me miró con delicadeza y suavizó su expresión, mirándome con la comprensión propia de un hermano mayor.
- ¿Te apetece un chocolate caliente?
Sonreí con ganas y acepté su propuesta.
- Claro que sí, Matt.
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"Rosier" - Theodore Nott
FanfictionEn el expreso de Hogwarts, a Isabella la corroían los nervios. Llegar nueva de Beauxbatons para empezar su tercer curso iba a llamar la atención, pero era una chica lista y tendría a su hermana con ella, además de a cierto italiano. Espero que disf...