Capítulo 4

1.1K 62 3
                                    


- Hola, ¿puedo sentarme? - Le pregunté a una chica de pelo rubio hasta la clavícula, señalándole el espacio que quedaba libre a su lado. Tenía pinta de ser amigable. 

- Sí, claro. - Me respondió, maja. - Soy Daphne, ella es Pansy y él es Matheo. - Añadió, señalándome a las personas de su alrededor con el dedo.

Pansy era una chica de tez clara, ojos marrones y pelo liso negro que le llegaba hasta el mentón, con flequillo. Matheo era de piel más oscura, cabello rizado (también moreno) y de ojos profundamente marrones.

- Encantada. Yo soy Isabella.

Mientras charlábamos, mi mente intentaba concentrarse en la conversación, pero no paraba de sentir la mirada de Theodore en mí. Me giré hasta donde estaba sentado y lo miré a los ojos, viendo como creaba una suave sonrisa. Traté de descifrar lo que pasaba por su cabeza, pero no lo logré. Como no apartó la mirada, lo hice yo, sonriendo un poco también.

- Ha vuelto a cambiar el profesor de Defensa contra las Artes Oscuras. De verdad, ¡parece que ese puesto está maldito! - Dijo Pansy, poniendo en blanco sus ojos marrones, harta de la situación. - En primer año, el loco ese del turbante, en segundo tuvimos al famoso que no podía apartar sus ojos de su reflejo y ahora... a ese.

- ¿Qué ocurrió con los otros profesores? - Pregunté yo, interesada en la situación. Me coloqué mejor en el banco, poniendo mis brazos sobre la mesa, cruzados, e inclinándome hacia delante. Las ondas de mi pelo castaño claro se posaron en mis hombros, mientras esperaba la respuesta. La asignatura de Defensa contra las Artes Oscuras era de mis favoritas, al menos en Beauxbatons. 

Pansy me miró a mí y luego a Matheo. Parecía no saber si debía contarlo o no, pero Matheo soltó la información por ella. 

- El "loco ese del turbante", el profesor Quirrell, llevó a mi padre insertado en la cabeza durante todo nuestro primer curso aquí. - Respondió Matheo, mirándome fijamente a los ojos. 

- ¿Cómo? ¿Quién es tu padre, Matheo? - Cuestioné, esperando no estar pasándome de la raya, aunque la curiosidad me estaba impulsando a preguntar. 

- Tom Marvolo Riddle. - No se percibía ninguna emoción en él, pero me pareció que era una actitud de autodefensa.

A fin de cuentas, si no muestras lo que te hace daño, nadie podrá usarlo contra ti.

Empaticé con el chico, ya que entendía un poco su situación. Mi familia había sido seguidora de Voldemort desde los inicios de nuestro linaje, como casi todas las familias pertenecientes a los Sagrados Veintiocho. Mi padre fue el primero de nuestra familia que decidió no seguir la "tradición familiar", pero eso hizo que perdiésemos a mamá, quien no estaba de acuerdo con él. Inconscientemente, me sentía responsable de alguna forma y el haberme clasificado en Slytherin no ayudaba. Igualmente, sabía que era la mejor opción para mí. Podía no parecerlo, pero tenía grandes aspiraciones y sed de poder. No por ello tenía que ser una mala persona.

Había escuchado muchos rumores acerca de Voldemort, de su intento de volver a la vida y de su hijo, pero me habían parecido mentiras para causar terror. Ahora sabía que me había equivocado al suponer.

- Lo siento. - Añadí, después de unos segundos. 

- No importa. 

Sonreí al mago, haciéndole saber que no me importaba quiénes fueran sus padres, intentando transmitirle que él no había hecho nada malo, que no tenía por qué cargar con los errores de otras personas, que podía ser diferente a su familia, que podía llevar una vida mejor.

Continuamos hablando durante toda la cena y, al terminar el gran banquete, me quedé con la agradable sensación de que tenía con quién contar en Slytherin. Matheo parecía algo distante al principio, pero debía saber la historia de los Rosier, porque me dio la sensación de que nos entendíamos el uno al otro. El temor que tenía de que el Sombrero Seleccionador se hubiese equivocado conmigo se disipó rápido.

Eran buenos chicos.


...


Cuando terminamos de cenar, fui hablando con Pansy y Daphne acerca de nuestro verano. La castaña se había ido de viaje a diversas zonas de Italia, cosa que me hizo pensar en Theodore, y dijo que estuvo muy contenta por ahí. Me dijo que el sol la hacía feliz y sonreí, porque a mí me ocurría lo mismo.

Daphne, sin embargo, prefería el frío. Ella había viajado con su hermana menor, Astoria, a Noruega y habló mucho acerca de los bosques frondosos de la zona, de la lluvia veraniega y de las maravillosas casas muggles propias del lugar. Le gustaba mucho la arquitectura.

Matheo se unió a nuestra conversación. El joven mago era muy gracioso, así que me reí mucho con él. Se le daba bien jugar con las palabras y tenía carisma.

Poco después, vi al "trío de oro", como les había llamado mi hermana. Les anuncié a los slytherins que me tenía que marchar un segundo y que les encontraría luego en la sala común, para así poder hablar con Hermione, Harry y Ron. No quería perder su amistad, habían sido muy buenos conmigo.

- ¡Isabella! - Dijo Hermione al verme acercándome a ellos. Harry y Ron se giraron hacia mí, Harry con una sonrisa extraña y Ron con una mueca.

- Hola, chicos. - Respondí yo, sin saber muy bien como proseguir con la conversación. Tomé una pequeña pausa para pensar, suspiré y luego empecé a hablar. - Veréis, sé que nuestras casas tienen fama de llevarse mal, pero de verdad que no quiero dejar de ser vuestra amiga por una tontería tan grande como ese estereotipo. Me he sentido muy a gusto con vosotros en el tren, bueno, sin contar el pequeño desmayo. - Añadí, tratando de hacer la charla un poco más ligera. - No creo que merezca la pena perder una amistad por ese motivo. 

- Yo pienso lo mismo, Isabella. - Concordó Hermione después de una pequeña pausa, sacándome una sonrisa y acercándose a darme un abrazo. - No te odiamos por la casa en la que has quedado, solo nos ha sorprendido un poco. 

- Un poco bastante. - Siguió Ron. Era la primera vez que lo veía tan decidido a hablar. - No creo que seas una mala persona, Isabella, es solo que hemos tenido malas experiencias con personas de tu casa. Siento haberte puesto mala cara al escuchar la decisión del Sombrero Seleccionador. No tenemos ningún motivo para dejar de hablar contigo ni para evitarte. Al contrario, también me lo pasé bien con vosotros en el tren y ayudaste a Harry.

Agradecí muchísimo sus palabras y le sonreí con alegría. Me había aliviado profundamente. Miré a Harry para ver su opinión respecto al tema, a lo que él sonrió.

- Yo creo que el color rojo te hubiese quedado bien, peeeeero... - Añadió, riéndose y contagiándonos la risa al resto. - Te queda bien el verde, Isa.

- Gracias, chicos. Tengo que irme a encontrar mi habitación, pero, de verdad, gracias por todo. Me alegro de que estemos bien. 

Nos despedimos e inicié mi primera ruta sola por el castillo. Pronto dejé de saber donde me encontraba, así que saqué una especie de guía que me había dado Hagrid para ubicarme mejor en el interior del castillo. 

- ¿Ya te has perdido, bella? Creo que yo te puedo ayudar más que un mapa. - Me dijo una voz grave que estaba empezando a gustarme de más.

Theodore se colocó delante de mí, tan cerca que me hizo retroceder. Noté la fría pared detrás de mi espalda y mis pulsaciones se volvieron locas. Este chico iba a provocarme un paro cardíaco.

- ¿Ah, davvero? * - Pregunté yo, levantando la cabeza, haciendo que nuestras caras estuviesen a pocos centímetros de distancia. 

- Ovviamente, Isabella. *

Tuve ganas de besarlo ahí mismo, pero no lo hice. En cambio, lo giré haciendo que él se quedase apoyado en la pared y yo enfrente, pero también cerca el uno del otro.

- Entonces tendremos que empezar ya el tour, bello. Venga, Theo, que tenemos toque de queda. - Concluí, guiñándole un ojo y empezando a caminar, dejándolo algo pasmado por detrás de mí.

Lo escuché acelerar el paso y colocarse a mi lado. Era cierto, era bastante mejor que un mapa.

"Rosier" - Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora