A las ocho y media de la noche, después de haber cenado con el trío de oro, salí de la ducha. Me sequé el pelo, me lavé los dientes y me hice el maquillaje bastante natural: máscara de pestañas marrón, un poco de colorete y bálsamo de labios con color. Me sentía muy a gusto así.
Después fue el turno de escoger la ropa y los accesorios que me llevaría. Decidí ponerme una camiseta de manga larga de color negro, mi falda de largo midi rosa claro de flores y unas bailarinas que fueron de mi madre. Iba cómoda, pero arreglada a la vez. Después cogí mis pendientes plateados (para variar un poco) y un collar con mi inicial al cuello del mismo color. Puede ser una tontería, pero me pareció que el dorado llamaría más la atención de noche y no quería que nos pillasen saltándonos el toque de queda.
Una vez fueron las nueve y 25, salí hacia la sala común que estaba casi vacía, a excepción de dos amigas que parecían estar estudiando Transformaciones y de Theodore. Iba con una camisa negra y pantalones largos negros. Le quedaba increíblemente bien ese color y la camisa marcaba sus bíceps... Por Merlín, Isabella, céntrate.
- Nos hemos puesto de acuerdo. - Le dije medio riendo, a medida que me acercaba. Me miró de arriba a abajo y sonrió.
- Estás preciosa. - Vale, ahora sí que me va a dar un paro cardíaco. Noté como me puse roja y como él sonrió más al darse cuenta. Me quedé un poco embelesada mirándolo y nos quedamos así unos segundos.
- ¿A dónde me llevas, bello? - Le pregunté, sacándonos a ambos del trance.
- Es una sorpresa. Venga, andiamo, bella. - Me respondió, cogiéndome de la mano y abriendo la puerta de la sala común tratando de no hacer mucho ruido para que no nos pillaran.
Me dejé guiar por él sin soltarle la mano ni un momento. Notaba el contraste entre el calor de sus manos y el frío de sus anillos plateados, pero no me molestaba. Al contrario. Tenía ganas de sonreír todo el rato.
Cuando llegamos a unas escaleras que daban a un lugar en el que no había estado aún, me pidió que cerrara los ojos y que me fiase de él.
- Si subes con los ojos ya abiertos, no será tan alucinante. Fidate di me, Isabella. * Te va a encantar el lugar. - Me prometió, hablando bajo y con una sonrisa que me era imposible ignorar. Podría verlo sonreír todo el tiempo.
- De acuerdo, pero como me caiga... - Accedí, riéndome y con la curiosidad aumentando.
- Non ti preocuppare. * Soy muy buen guía, bastante mejor...
- Que un mapa, sí, lo sé. - Le corté, riéndome aún más y contagiándole la risa.
- Shhh, bella. No seas tan graciosa, que Filch nos va a encontrar. - Dijo, bromeando. - No queremos que nos castiguen tan pronto.
Con algo de ayuda e insistencia, logró llevarme hasta arriba de las escaleras sin que ninguno sufriese daños. Hacía algo de frío en aquel lugar. Noté sus manos en mi cintura durante todo el tiempo y, siendo sincera, me gustaba la sensación de tenerlo tan cerca. Era reconfortante.
- Emm, vale. Ya puedes abrir los ojos, Isabella. - Dijo Theodore, quitando sus manos de mi cintura y colocándose ante mi para ver mi reacción.
El lugar era increíble. Estábamos en una de las torres del castillo, que tenía unas vistas espectacularmente bonitas. El cielo estaba oscuro porque el Sol se había puesto hace horas y las estrellas brillaban con energía alrededor de la luna que se encontraba creciente. Además, en el suelo de la torre había un colchón hecho de mantas con cojines desde los cuales se podía ver la noche estrellada a la perfección.
- Theodore... - Empecé, aún maravillada.
- ¿Te gusta? - Me preguntó él, esperando mi reacción.
- ¿Que si me gusta? Es lo más bonito que he visto en mi vida, Theo. - Me acerqué a él y le di un abrazo, colocando mis brazos alrededor de su cuello, pudiendo oler de cerca su perfume de olor a menta y bosque. Noté como se quedó un par de segundos sin reaccionar, pero después me envolvió con sus brazos en mi cintura y me sentí muy feliz.
Al separarnos, me volvió a coger la mano y nos tumbamos en el "colchón" que él había creado. Hablamos muchísimo y de una infinidad de temas. Era una persona muy inteligente a la que le interesaban una gran cantidad de cosas diferentes: los encantamientos, la astronomía, las costumbres y deportes muggles, la lectura...
- Esa constelación de ahí es Orión. - Me dijo, cogiendo mi mano y apuntando con mi dedo las estrellas que la formaban. - Esa es Andrómeda y esa Pegaso. Pegaso es mi favorita, porque me encanta su estrella más brillante: Enif.
- Son preciosas. - Respondí yo, sintiéndome llena por dentro. - A mí siempre me ha gustado Casiopea. - Añadí, cogiendo su mano y señalando la constelación. Tuve una tortuga llamada así.
- ¿Una tortuga llamada Casiopea? - Dijo él, riéndose ante la información y mirándome a los ojos con las cejas ligeramente levantadas.
- Sí. - Asentí, riéndome yo también. - Como en "Momo", el libro de Michael Ende. Fue por ese libro por el que empecé a leer.
- A mi también me encantaba esa historia. Mi madre solía leérmela cada noche antes de irme a dormir cuando era muy pequeño.
- ¿Cómo se llama tu madre? - Le pregunté, curiosa. Me incorporé a la vez que él y nos quedamos ahí sentados.
- Ophelia. - Me respondió él, perdiéndose en sus recuerdos. - Murió hace ya bastante, cuando yo tenía siete años. - Lo miré, sintiéndome muy triste por él. - Era muy buena conmigo y con mi padre. Era cuidadosa, inteligente, guapa y tenía una sonrisa que alegraba a todo el que supiera apreciarla. La echo de menos.
- Seguro que estaría muy orgullosa de ti, Theodore. Has heredado todas esas características. - Le dije, acercándome más a él y colocando mi cabeza en su hombro y mis manos sobre su pelo, acariciándolo. - Sé que esta frase suena siempre muy automática e insincera, pero de verdad que siento que falleciese. - Posó sus ojos verdes en mi rostro y sonrió levemente.
- Gracias, Isabella. - Me respondió.
Yo decidí levantar mi cabeza de sus hombros y darle un beso en la mejilla, cosa que me dio vergüenza al segundo, sobre todo cuando noté sus ojos en mí durante todo el tiempo. ¿Había sido acaso un gesto que no le había gustado? ¿Por qué tenía que ser tan impulsiva? Por el Jesusito de los muggles...
Mis dudas se esfumaron enseguida, porque me miró como solo él sabía hacerlo al alejarme de su rostro. Parecía que esos ojos eran capaces de explorar cada rincón de mi alma. Me levantó suavemente la barbilla con su mano y me besó.
Me besó. A la luz de la luna y de las estrellas, con un suave viento ligeramente frío que movía la forma de nuestro pelo. Con una de sus manos en mi mandíbula y la otra en mi cintura. Con mis manos enredándose en su pelo. En aquel lugar tan especial y bonito, especial y bonito como lo era él.
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"Rosier" - Theodore Nott
FanficEn el expreso de Hogwarts, a Isabella la corroían los nervios. Llegar nueva de Beauxbatons para empezar su tercer curso iba a llamar la atención, pero era una chica lista y tendría a su hermana con ella, además de a cierto italiano. Espero que disf...