Solarte no volvió a ser el mismo desde ese día, porque su vida cambió a un tono grisáceo e insoportable. El dolor que llevaba arrestado en su pecho era tan intenso y recóndito, que no sentía ganas de llorar, sino de querer rendirse ante el abismo de la muerte, de ahogarse a sí mismo ante el infortunio de haber sido partícipe al impostergable abandono de su mejor amigo.
—Él te quería mucho... nunca quiso dejarte solo y siempre salvó tu vida, cuidó de ti —le decía Jazmín entre lágrimas, colgada desde su pecho y gimoteando desprovista bajo el golpe demoledor del destino incierto. El sacerdote Franz había terminado de responder preguntas y se volvió hacia Solarte, que estaba con la cabeza agachada, mirando a un piso que no tenía ninguna trascendencia.
Le tocó del hombro, profesó misericordia en su rostro y se propuso declamar unas palabras de recogimiento:
—Hijo... su alma está a salvo, puedes estar tranquilo. Sus actos lo hicieron ir a la gloria del Señor.
Solarte alzó la cabeza y vio a Franz con la mirada expirada, pronto entendió que las horas que estuvo encerrado con él mientras oraba, no eran para ser rescatados, sino para pedir por el alma de James. Franz sabía que había un muerto en el cuarto y no se lo contó a Solarte pensando que la situación no ameritaba otra desgracia, sin embargo, sí veló por él hasta su último suspiro.
Un inspector se hizo visible en cercanía de Solarte, le miró con deseos de hacer una pregunta, pero se imaginó muy imprudente; no obstante, batió su cabeza con desaprobación y se animó a hacer la interrogante:
—Caballero, lamento profundamente su pérdida, pero tengo una pregunta... ¿Quién cree que pudo haber sido el causante de esto?
Solarte lentamente profirió sus ojos hacia el inspector, abrió la boca como si fuera un acto de todos los días y cuando quiso decir quién fue, se le perdió el impulso de la voz. Se quedó suspendido y vano entre sus facultades mentales, luego tragó saliva, sacó fortaleza de la nada y en un susurro ineludible dijo el único nombre que se le vino a la cabeza:
—Estefanía. Estefanía es la culpable...
—¿Apellido?
—Bracamonte.
El inspector anotó la información y después todo en la cabeza de Solarte se volvió demasiado denso, nublándose en una especie de cortina blanca, que era puesta sobre la marcha del tiempo que quería ser olvidado cuanto antes.
(...)
La autopsia había declarado muerte súbita, y estando a horas del funeral, Solarte había recuperado su capacidad de discernir las cosas con madurez. Había utilizado gran parte de su día para evocar los recuerdos más increíbles que tuvo con su amigo, y no podía evitar que se le escapara una que otra lágrima de la desolación que implicaba saber que James lo había salvado, y él no podía decir lo mismo. Sin embargo, creyó que debía resolver el misterio que estaba detrás de su ida repentina, aunque no fuera un detective o un agente de policía.
Antes de comenzar el trámite de la despedida, Solarte se separó de Jazmín por unos momentos y dio una vuelta por la redonda del barrio donde se hallaban. Solarte estaba en la sintonía del que no lo podía creer todavía, pues discurría una y otra vez, en las últimas palabras de la carta:
«Mi vida depende de ti. Por favor, no me dejes solo. Juancho, confío en ti». Solarte había entrado en una tienda mientras lo recordaba muy vivamente y sintió el deseo de emborracharse para perderse del mundo con afán. Una empleada le había preguntado que necesitaba.
—Quiero una cerv... —Solarte ni siquiera había terminado de hablar, pues guardó su rostro en el espacio de sus manos, y como un oprimido, comenzó a llorar por James de forma desconsolada al recordar que ya no seguía con vida. Le había agolpado al pecho como un rayo, una avalancha de cruda realidad. La empleada le reconfortó como pudo, dándole palmadas a su hombro.
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El caótico arte de amar demasiado
Aktuelle LiteraturJuan Solarte se divorció hace semanas de su queridísima esposa en una noche para el olvido. Hoy, luego de divagaciones mentales y llorar por tres horas seguidas, concluye encumbrar su vida hacia una decisión inexorable: amar y seguir amando para no...