Capítulo 33

7 3 0
                                    

A Solarte se le había arruinado gran parte de la vida en dos días por la prolongación de la mentira y la desaparición de la verdad, y faltaban muchísimos más para que encontrara otras razones para procurarse males al cuerpo. Sin embargo, aunque pareciera imposible y hasta impensado de conjeturar por obra de la voluntad personal, Solarte empezó a sentir nuevamente amor por Jazmín.

Pero esa resolución tan afanosa era una medida repleta de vileza y consumación, pues su alma estaba creando un agujero negro que devoraba los fragmentos más cruciales de su existencia, y así se corrió una semana en el calendario de forma sanguinaria.

En aquellos compases de tiempo, Solarte vivía entre algodones y telas diáfanas, gracias a la maravillosa comprensión e increíble altruismo que ejecutaba Jazmín, pues estaba siendo la arquitecta de la reconstrucción de una vida castigada por la tortura del mal agüero. Ella pensaba por él, comía de su boca como enfermera, bebía sus lágrimas, limpiaba el gabán y conjugaba sus definiciones como sinónimos mientras cuidaba de él en todos los ámbitos, como la absoluta dueña de su propiedad.

Los esfuerzos de Jazmín eran magnánimos, y así Solarte la valoraba con el corazón. Pero al final sin desearla, ya que lo que sentía finalmente se reducía a un amor fraternal, muy íntimo sin la carne y siendo entregado a perdurables besos en la mejilla, y pese a la controversia de saber que no estaba siendo del todo sincero, Solarte sí se sentía en el cielo con Jazmín. Es un ángel, decía de ella encantado. Pero aquella divinidad adornada de júbilo era un fracaso rotundo, porque sus verdaderos placeres; los inmundos de codicia en pretender cumplirse con profanación, ahora despiertos, eran cautivos del éxtasis de las mujeres sin pudor.

Solarte quiso desistir, porque anhelaba, con sus arranques de extraviado, hallar algo que le devolviera una pequeña porción de la verdad que siempre se le escapó, de aquella que tanto soñaba contar desde el principio, en la empobrecida realidad de sus manos añejas, distantes de esplendor.

Jazmín rápidamente le avisó que alguien le llamaba, Solarte atendió pensando que podía ser alguien interesante, pero no entendió su desespero por contestar cuando recibió la llamada. «¿Qué estaré haciendo con lo correcto?», se preguntaba con desánimo.

—Buenas tardes, ¿hablo con el contador Juan Solarte? —le notificó.

—Sí señor, qué desea. Estoy a su disposición.

—Me alegra, tenía tiempo sin conversar con usted. ¿Me recuerda?

Solarte no se le venía nadie a la cabeza.

—No lo creo... He tenido días difíciles. La edad pesa, usted sabe.

—Soy el inspector del caso de su amigo James Soldado. Tengo la fortuna de contarle que hemos capturado al principal sospechoso del caso, tal como usted nos aseveró. Me tomo el atrevimiento de invitarlo a declarar para la condena y, si lo desea, conversar con el acusado. Nos sería de gran ayuda si viene lo más pronto posible.

Solarte abrió los ojos como esferas que tomaban una curvatura perfecta, lo que pidió al destino con embotamiento, le había venido como regalo inmerecido de la providencia.

—¿A qué horas me necesita, caballero?

(...)

Cuando Solarte salió de casa, se creyó de nuevo un turista. Nada reconocía ni deliberaba porque el mundo había cambiado otra vez para él. El cielo estaba momificado en un gris de temblor de relámpagos, el ambiente pesaba como ballena dormida y la corriente de la aurora se envanecía, concluyendo en un día hostil. La comisaría que amparaba la ciudad de los malhechores, quedaba en una ciudad distante, pero no alejada del todo. El viaje se prolongó hasta dos horas y media. Solarte había concluido con sus andanzas poniendo un pie en la seguridad del recinto con la confianza de saber que estaba en el lugar indicado. La reseña del inspector había sido acertada para el vertiginoso arribo. Solarte venía solo porque Jazmín se había quedado en el hogar, producto del agotamiento por los cuidados que nadie le había pedido.

El caótico arte de amar demasiadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora