Capítulo 1: ¡Vamos Marc!

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La alarma de mi móvil se activó a las siete y media, dando a sonar la canción Enamórate. Sonreí al escucharla y palpé mi cama hasta dar con mi móvil, apagando la alarma entonces. Bostecé, y me levanté con una gran sonrisa. Era domingo, así que no tenía que ir al instituto. El motivo de mi madrugón dominguero tenía nombre y apellidos.
Fui al baño, me di una ducha rápida y me vestí con un chándal. No tenía planes de salir en todo el día, así que mi atuendo sería cómodo. Me hice una coleta alta y después bajé a la cocina, dónde me preparé un cola cao bien calentito y unas tostadas con mermelada. Puse mi apetitoso desayuno en una bandeja y me dirigí a la sala de estar. Miré la hora en mi móvil, las ocho menos cinco. Sonreí y encendí la tele. La carrera estaba a punto de empezar.
Moto gp Catalunya. A Marc Márquez no le había ido bien, había dicho incluso que había luchado más contra su propia moto que contra sus rivales. Esto había provocado que el campeón del mundo más joven de moto gp tuviese resultados desastrosos, y que Honda se plantease hacer modificaciones en su moto.
Yo siempre veía a Marc. Pero cuando las cosas se complicaban, me unía aún más a Marc y a las motos. Aquel domingo era la última carrera de la competición de Catalunya. Mi ídolo era el cuarto clasificado y debía ganar 49 puntos de su adversario. Parecía imposible, pero yo sabía que para Marc no había nada imposible. A medida que iba pasando la mañana la mira temperatura iba aumentando y el termómetro alcanzó los 49 grados centígrados. Aquella carrera sería muy complicada para Marc. Comencé a desayunar mientras los reporteros iban entrevistando a los participantes, aunque sentía tantos nervios que mi estómago se había cerrado por completo. A falta de un par de minutos de la señal de salida, escuché la puerta de la entrada cerrarse. Me levanté del sofá para ver quién era y me encontré con la imagen de mi hermano mayor, de 22 años. Venía con ojeras por no haber dormido en toda la noche, con un olor a alcohol que podría notarse a kilómetros de distancia y con los ojos rojos por el consumo de alguna sustancia que no debía ser demasiado legal. Suspiré, sabía que era su vida y que no debía meterme en ella, pero era mi hermano y me dolía verle así.
- Dúchate antes de que papá y mamá se despierten, les diré que pasaste una mala noche.
Tras decirle aquello me giré y volví al salón. Él no contestó, pero sabía que agradecía que le diese una coartada de espaldas a nuestros padres. Al sentarme de nuevo en el sofá vi que la carrera estaba a punto de empezar. Respiré hondo, y le deseé suerte a Marc en un susurro que nadie pudo escuchar.
La carrera no podía ir mejor. Marc había ascendido varios puestos y ahora estaba segundo. Estaba eufórica, mordiendo mis uñas, notando como los latidos de mi corazón iban al compás de los movimientos que él realizaba con su moto. Pero entonces, ocurrió. Una de las ruedas le falló y acabó en el suelo. Mi respiración dejó de fluir hasta que no lo vi ponerse en pie. Fueron los segundos más largos de mi vida. Las lágrimas se peleaban por ver cuáles eran las primeras en deslizarse por mis mejillas. Un gran coctel de sensaciones se movían en mi interior. Pero cuando vi que él mismo hacia gestos de que no iba a volver a salir al circuito, tuve claro que la impotencia y la rabia eran los sentimientos que abundaban en mi interior.
- ¡Vamos Marc, súbete a esa puta moto y calla las bocas que dicen que no puedes ganar! -Le grité a la televisión, como si mi ídolo pudiese escucharme-
Pero no fue así. Sus técnicos corrieron hacia el lugar en el que se había caído y él se fue junto con ellos y su moto. Cerré los ojos con fuerza y apagué la televisión. Ya no me interesaba saber quién ganaba, ni qué diría Marc. Me había decepcionado. Él me había enseñado que siempre había que intentar ser el mejor en algo, por muy complicada que fuese la situación. Y ahora... Ahora simplemente se había rendido. Sequé mis propias lágrimas con la manga de mi camisa, y recogí el salón antes de abandonarlo y dirigirme a mi habitación.
Me pasé el resto de la mañana estudiando. Bueno, miento, intentando estudiar. Porque no me quitaba de la cabeza la imagen de Marc abandonando, retirándose por haber caído una única vez. Llevaba media hora peleándome con mi cabeza para que se concentrase en la operación matemática que intentaba resolver, cuando la puerta de mi habitación se abrió.
- Cariño, tienes visita. - Anunció la dulce voz de mi madre mientras su cabellera rubia se asomaba por la puerta de mi habitación-
- Ahora bajo. -Contesté mientras cerraba el libro de matemáticas-
No necesitaba preguntar quién era porque lo sabía de sobra. Bajé las escaleras y me dirigí a la sala de estar, sabiendo que me esperaría allí. Así era. Al entrar lo vi sentado en el sofá, mirando el concurso televisivo que veía mi padre, aunque sin mostrarle atención. Se le notaba en la cara que aquello no le interesaba lo más mínimo.
Lo vi más atractivo que nunca, con aquella camiseta de tirantes que dejaba ver el tiempo que pasaba en el gimnasio y aquellos pitillos vaqueros desgastados que le hacían tener mejores piernas y trasero, si es que aquello era posible. Se giró al sentir mi presencia y sonrió mientras se levantaba.
- Hola mi niña -sonrió acercándose a mí, abrazándome entonces-
Yo le seguí el abrazo, sintiendo que aquello parecía una relación de amigos e incluso de hermanos en vez de pareja. Llevaba dos años saliendo con Joel, desde que él tenía diecisiete y yo quince, aunque nos conocíamos de toda la vida, porque nuestros padres eran amigos íntimos. Él era un buen chico, había sido el primero en su promoción de bachillerato y había tenido unas calificaciones excelentes en sus dos años de universidad, además me trataba como a una princesa y me respetaba más que nadie, pero la historia de nuestro noviazgo era tan típica que me aburría hasta a mí, honestamente no creía estar enamorada de Joel, era un chico muy atractivo, pero yo sabía que aquel no era el hombre con el que me casaría y formaría una familia en el futuro.
Decidimos ir a la cocina para poder hablar con más tranquilidad, aunque en aquel momento no me apetecía demasiado tener una conversación, ni con mi novio ni con nadie.
- Sé que estás mal, pero entiende que Marc siempre se arriesga al máximo y bueno... A veces nos toca usar un poco la cabeza, Neva.
Lo miré a los ojos con una dureza y una frialdad que no había usado nunca con nadie. Pero Joel sabía a lo que se exponía al pronunciar aquellas palabras. Ni siquiera razoné lo que salió inmediatamente después de mi boca.
Él era un buen chico, había sido el primero en su promoción de bachillerato y había tenido unas calificaciones excelentes en sus dos años de universidad, además me trataba como a una princesa y me respetaba más que nadie, pero la historia de nuestro noviazgo era tan típica que me aburría hasta a mí, honestamente no creía estar enamorada de Joel, era un chico muy atractivo, pero yo sabía que aquel no era el hombre con el que me casaría y formaría una familia en el futuro.
Decidimos ir a la cocina para poder hablar con más tranquilidad, aunque en aquel momento no me apetecía demasiado tener una conversación, ni con mi novio ni con nadie. - Sé que estás mal, pero entiende que Marc siempre se arriesga al máximo y bueno... A veces nos toca usar un poco la cabeza, Neva.
Lo miré a los ojos con una dureza y una frialdad que no había usado nunca con nadie. Pero Joel sabía a lo que se exponía al pronunciar aquellas palabras. Ni siquiera razoné lo que salió inmediatamente después de mi boca.
- ¿Qué Marc siempre arriesga al máximo? ¡Por supuesto que arriesga al máximo! ¿Y sabes por qué lo hace? Porque tiene dos cojones y actúa como un hombre de verdad, a lo mejor deberías aprender de él -le grité mientras veía cómo iba poniendo mala cara, pero a esas alturas me daba igual si se molestaba- Cuando alguien quiere algo de verdad lucha por ello, Joel, y por eso Marc sale a cada carrera y a cada entrenamiento a dejarse la piel sin importarte las consecuencias, y lo hace porque le apasiona su trabajo. A lo mejor tú no lo entiendes porque no hay nada que te apasione de verdad en tu vida.
Volvió a mirarme antes de levantarse de la silla y coger las llaves de su coche, que reposaban en la mesa de la cocina hasta entonces.
- Es increíble cómo discutes con gente que te aprecia por defender a alguien que no conocerás en la vida, Nevaeh.
Y, tras pronunciar aquellas palabras, abandonó mi casa, dejándome con el corazón roto y con las mejillas empapadas de lágrimas por la gran verdad que acababa de decirme.

Conociendo a mi ídolo |Marc Márquez| [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora