Capítulo 11: Te quiero

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Ni una sola llamada perdida. De nadie. Ni de Raúl, ni de mis padres, ni de Joel... ¿Es que no le importaba a nadie? ¿Veinticuatro horas sin dar señales de vida y nadie se preocupaba por mí? No podía, ni quería creerlo.
- Nevaeh, ¿Todo bien?
Miré a Marc y suspiré.
- Nadie me ha llamado en todo el día... Ni mis padres, ni mi hermano, ni Joel... Nadie.
- Bueno, a lo mejor han estado ocupados...
- ¿Tan ocupados que no se han dado cuenta de mi ausencia? Sabes Marc, creo que la culpa es mía. Hace mucho que ni mis padres ni mi hermano deben preocuparse por mí. Hago mi propia comida, saco buenas notas, no salgo con mis amigos... Y claro, como nunca tuvieron que ocuparse de mí... Es como si fuese invisible para ellos.
- No sé si serás invisible para ellos, pero te aseguro que no lo eres para mí.
A pesar de que estaba mirando hacia la carretera porque obviamente seguía conduciendo, sabía que me estaba diciendo la verdad, que estaba siendo completamente sincero conmigo.
- Marc, te quiero.
Esta vez sí que apartó la vista de la carretera para mirarme y me sonrió con una ternura que hizo que estuviese a punto de derretirme en el asiento del copiloto de su coche.
- Te quiero -contestó él mientras acariciaba mi mano-
No tardamos en llegar a la casa que tenían los Márquez en Barcelona, cuando Marc aparcó su coche en el garaje ya habían pasado las diez de la noche.
- Tengo un hambre feroz.
Me dijo aquello mientras cargaba su equipaje y yo reí mientras cogía el mío.
- ¿Qué te apetece cenar?
- ¿Pasta?
- ¿Por la noche? Vas a reventar.
Él comenzó a reír y entre los dos subimos el piso que separaba el garaje del resto de la casa. Marc subió al segundo piso a colocar nuestras maletas mientras yo hacía la cena. Realmente no me ilusionaba tomar tanto carbohidrato tonto, pero quería hacerle el capricho a Marc. Mientras cocinaba escuché mi móvil sonar. Dejé la pasta al fuego y miré mi móvil. Era Joel. Sonreí sarcástica, alguien se acordaba de que tenía novia. Aunque yo tampoco había sido la mejor novia del mundo que digamos...
- ¿Sí? -contesté con tono de dejadez-
- Te llamé anoche.
- Sí, y hoy me has llamado un millón de veces.
Guardó silencio, y yo puse los ojos en blanco.
- Tú también podrías haberme llamado a mí.
Y entonces lo entendí. No lo llamaba porque no estaba interesada en él, sino en Marc. ¿Cómo había tardado tanto en darme cuenta de algo tan simple?
- Mira Joel... Creo que tú y yo ni siquiera nos gustamos, y que si estamos juntos es para complacer a nuestros padres. Pero yo me he dado cuenta de que ya no quiero satisfacer a nadie, y a partir de ahora me dedicaré a ser feliz y a intentar que la gente que me quiere de verdad lo sea.
Escuché los pasos de Marc y me giré para verlo entrar en la cocina.
- ¿Qué quieres decirme con todo esto?
- Pues... Que no quiero seguir contigo, Joel. Lo siento, gracias por estos casi tres años, pero... Siento que esto se acabó hace mucho.
- Nev, ¿Me estás dejando por tele...?
No dejé que terminase la frase. Simplemente colgué y miré a Marc, que tenía una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Esa sonrisa es por la llamada o por la pasta?
- Por las dos cosas.
Los dos reímos, y se acercó a mí para besarme. Y esa vez no debía sentirme mal, porque no estaba engañando a nadie.
-Narra Marc-
Había sido un día agotador. El viaje, todo el día en el hospital, la vuelta a casa... Pero, aún así, sabía que todo aquello era una prueba que nos estaba poniendo el destino, a Nevaeh y a mí, y la habíamos pasado con nota. Estaba loca, como una cabra, como diría ella, y eso me encantaba. Porque muchas de las locuras que hacía, las hacía por mí. Cómo viajar hasta Barcelona sin permiso de sus padres, o hacerse pasar por una estudiante del MIR para poder ver a mi hermano. Y, por si fuese poco, había dejado al idiota de su novio. Bueno, ex novio. Cenamos tranquilamente mientras me contaba que tendría que volver a Tenerife para prepararse para la PAU, y aunque yo tenía otros planes para ella, decidí callarme y darle la sorpresa.
Después de cenar, recogimos la mesa y la obligué a que me dejase subirla en brazos hasta mi habitación. Cuando la tumbé en mi cama la vi más bella que nunca, riendo como una niña pequeña, a pesar del cansancio que llevaba sobre sus hombros.
- ¿bajamos los carbohidratos que acabamos de cenar juntos? -Le pregunté con voz insinuante mientras me quitaba la camiseta, intentando no reír-
- Eres idiota Marc -contestó ella sin dejar de reír-
Sonreí, y me tumbé a su lado. Y así, hablando de tonterías, riendo hasta provocar cierto dolor en nuestros estómagos, nos dejamos dormir.

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Conociendo a mi ídolo |Marc Márquez| [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora