Efectos adversos

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Naruto se levantó lentamente, sus pulmones ardían con cada respiración, ahogados por el aire contaminado. A su alrededor, el paisaje era una visión desoladora de polvo y cenizas. Los restos de naves destrozadas y cuerpos carbonizados de droides y clones se extendían hasta donde alcanzaba su vista. La tierra, ennegrecida y humeante, emitía un olor acre a carne quemada que le revolvía el estómago. El casco, aún en su mano, pronto encontró su lugar sobre su cabeza, filtrando el aire viciado y dándole un respiro temporal.

Con energías reunidas, comenzó a avanzar, apartando con fuerza los restos que le obstruían el camino. Entre los escombros lodosos, distinguió el cuerpo inconsciente de Aayla Secura. Se agachó y, con un esfuerzo renovado, la levantó en sus brazos. Sentía el pulso aún presente en su cuerpo lastimado mientras la cargaba, consciente de que cada segundo contaba para salvar a los pocos supervivientes que aún quedaban.

Concentrándose, usó la Fuerza para arrastrar tras de sí los cuerpos de los clones que aún respiraban, flotando de manera precaria sobre los escombros. Cada paso que daba era una lucha contra el terreno devastado, pero no se detuvo. Debía encontrar un lugar más seguro, menos contaminado por la inmensa capa de humo y cenizas que oscurecía el cielo.

Finalmente, llegó a la cumbre de una montaña casi demolida, una de las pocas elevaciones que quedaban intactas en el devastado paisaje. Con cuidado, depositó a Aayla y a los clones a un lado, asegurándose de que estuvieran estables y relativamente a salvo. Se permitió un breve momento para descansar, su mente girando en las siguientes estrategias a seguir.

Desde su posición elevada, contempló la magnitud de la destrucción. Todo era un desastre. Las fuerzas que había comandado estaban destruidas, y la tierra quemada a su alrededor dudaba que quedara algo que valiera la pena salvar. El suelo, cubierto de cenizas y escombros, parecía haber sido arrasado por una tormenta de fuego y metal.

Respirando profundamente, sabía que el tiempo era esencial. El oxígeno en la atmósfera estaba siendo rápidamente consumido por los gases nocivos que emanaban de los restos en llamas. No había lugar para la desesperación; debía actuar rápidamente para buscar a cualquier otro sobreviviente y encontrar una manera de salir de este arruinado planeta antes de que fuera demasiado tarde.

Se levantó de nuevo, su mirada decidida. Tomó su comunicador y envió una señal de emergencia, esperando que alguien, en algún lugar, la recibiera. Mientras tanto, sabía que debía mantenerse en movimiento, debía buscar entre los restos, rescatar a quien pudiera y planear su escape de este infierno. La batalla no había terminado; ahora era una lucha por la supervivencia.

Se acercó a los clones inconscientes, su mirada evaluando sus estados. Afortunadamente, parecían estar estables y se despertarían en un par de horas o menos. El pensamiento de matarlos ahora y evitarse futuros problemas cruzó su mente, pero decidió no hacerlo. Ya tenía suficiente muerte a su alrededor. Incluso la Twi'lek Jedi junto a ellos, Aayla, no merecía ese destino. Serían prisioneros de guerra.

Mirando a su alrededor, vio los troncos quemados que aún permanecían en pie. Por lo que arrancó la corteza y comenzó a dar forma a improvisadas enredaderas, moldeándolas en una camilla de extensa longitud. Con cuidado, movió los cuerpos de los clones y de Aayla, acomodándolos uno junto al otro. Recogió todas sus herramientas y armas que aún pudieran ser útiles y las aseguró junto a ellos.

Con la camilla lista, se puso en marcha. Elevaba los trozos gigantes de naves, despejaba el polvo y separaba la tierra, buscando en cada rincón a los suyos. Cada paso era un recordatorio del devastador impacto de la batalla. En su búsqueda, logró dar con unos cuantos droides que, aunque dañados, aún podían moverse y seguirlo. Eran un testimonio de la tenacidad de su ejército.

Naruto,El Héroe SeparatistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora