Dualidad

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El pelirrojo quiso volver al barco, pero el contrario insistió en que siguieran avanzando, pues notaba que mientras más se adentraban, la fauna se volvía mucho más inusual y el camino también se empinaba bastante. Llegó un momento en el que Shanks solo suspiró y cedió ante la gran emoción del pequeño.
–Si el viento o el cielo empeoran, volveremos inmediatamente al Red Force, ¿está bien?–decretó el capitán.
–Trato hecho–respondió el niño mientras tomaba su mano y volvían a encaminarse hacia el centro de la isla.

Al de sombrero no le agradaba estar afuera con Anchor cuando se avecinaba una tormenta, pero solo en pocas ocasiones podía ver al contrario tan emocionado y eso era cada ves que se aventuraran a una nueva isla, no quería verlo decepcionado y además, si pasa cualquier inconveniente, él estaría allí para protegerlo.
–Shanks, mira–llamo luego de un rato, ya estaban aproximadamente cerca de la mitad de la isla.
–¿Que sucede?–pregunto acercándose a donde el azabache estaba de pie encima de una de las tantas ramas de un gran árbol el cual había trepado.

El capitán al caminar hacia las grandes ramas y subir a ellas junto con él, se impresionó al notar lo que las numerosas raíces y troncos ocultaban, era un gran acantilado el cual por debajo se observaba la selva desde arriba y si enfocaban su visión, lograban divisar el borde de la isla.
–¿Podemos bajar?

Cuestionó el azabache con gran ilusión, pero antes de que el mayor pudiera contestar, una ráfaga de viento casi igual a la anterior sacudió la selva nuevamente, causando que el pequeño perdiera el equilibrio, pues esta fue mucho más violenta que la anterior. Sumándole la humedad del tronco en el que estaba parado, no se le fue difícil resbalar. Dio un fuerte grito antes de caer de espaldas contra el suelo, a los pies del árbol el cual antes escaló.
–¡Anchor!–llamó preocupado el pelirrojo, bajando rápidamente para ver al menor–¿Estas bien?, ¿te lastimaste?
–Solo un poco–respondió con una voz quebrada mientras miraba sus piernas.
–Me asustaste mucho, por un momento pensé que caerías para el acantilado–le dijo en un claro tono de alivio al ver que no fue así.

El pelirrojo volteo a donde miraba el azabache y solo recién allí se percató que se había hecho un corte algo profundo en la rodilla, el cual dejaba un fino camino de sangre por su pantorrilla.
–Oh, debiste de golpearte contra las rocas, ¿te duele mucho?
–No es para tanto–replicó, tratando de parecer fuerte, aún que Shanks, no dudo en cargarlo y comenzar a caminar de vuelta al barco.
–Lo mejor será que mañana sigamos adentrándonos en la isla junto con el resto y así también podríamos ir al borde contrario, ¿que te parece?–sugirió, tratando de animarlo, cosa que pareció funcionar.

–Lo mejor será que mañana sigamos adentrándonos en la isla junto con el resto y así también podríamos ir al borde contrario, ¿que te parece?–sugirió, tratando de animarlo, cosa que pareció funcionar

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Al llegar al Red Force, Lucky los esperaba a ambos con chocolates calientes, pues ya hace un rato había comenzado a chispear.
Ahora el más pequeño estaba acostado en la cama del capitán mientras comía unas galletas de coco que el cocinero le había preparado.
–Hola–saludó el de sombrero, entrando en el cuarto–¿Que haces?
–Esperar a que la lluvia pase–contestó, haciéndole un espacio en la cama al contrario para que se siente a su lado, cosa que hizo.
–¿Te sigue doliendo la herida?
–No, Hongo ya la limpio y desinfectó, ahora solo arde un poco.
–Mh...oye.
–¿Si?
–¿Sabes que hacía yo de niño cuando llovía?
–¿Sentarte junto a la chimenea de tu hogar?–inquirió con ironía, causándole algunas carcajadas al capitán.
–Por supuesto que no, crecí en un barco, pase toda mi vida en el mar, después de todo, mi padre era un pirata–le explicó, impresionando de gran manera al azabache–Y en días como estos, lo que hacíamos era ir bajo cubierta con varias mantas y luego papá nos hacía elegir un cuento, nos lo leía con emoción hasta que la tormenta pasara o se hiciera demasiado tarde.
–Eso suena genial–comentó risueño el más pequeño, imaginándose el cálido panorama.
–Es por eso que te traje esto–le revelo, sacando de debajo de su capa un libro verde que en la portada tenía un dibujo de un barco y un hombre en él–Era mi cuento favorito de niño "Noland, el mentiroso".
–Tu...¿puedes leérmelo?

Inquirió con verdadero interés, a lo que el contrario sonrió y abrió el libro en la primera página, mientras que el pequeño se acomodó apoyándose en su hombro para ver mejor las ilustraciones.

Ya al terminar de leer el cuento, la lluvia había cesado, pero el pequeño había perdido las ganas de salir al estar totalmente concentrado en lo que le relataba el pelirrojo sobre cosas que no salieron en ninguna página

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Ya al terminar de leer el cuento, la lluvia había cesado, pero el pequeño había perdido las ganas de salir al estar totalmente concentrado en lo que le relataba el pelirrojo sobre cosas que no salieron en ninguna página.
–Estas mintiendo, en ninguna parte aparece un tal Kalgara–reprochó el niño con una sonrisa.
–Es porque quienes lo escribieron, no conocían toda la historia.
–¿Y tu sí?
–No, pero mi papá sí, él fue a la isla del cielo hace ya mucho tiempo.
–Es solo ficción, eso es imposible.
–Skypiea es totalmente real, pero solo unos pocos logran ir–afirmó con total determinación.
–Y...¿como se llega?–indagó el azabache, menos escéptico ante la idea de aquel páramo de nubes.
–No te puedo decir todo yo–indicó el de sombrero junto con una leve risa–Estoy seguro de que cuando tengas edad, lo descubrirás.
–Pero quiero saberlo ahora.
–No querrás una aventura aburrida, ¿no es así?–cuestionó, a lo que el contrario negó.
–¿Puedes leerme otro?
–Mañana, ahora es mejor que vayas a comer algo.

Al día siguiente, el más pequeño se levantó muy temprano, se vistió, preparó algunas cosas en su bolso y fue rápidamente a la cocina a comer algo

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Al día siguiente, el más pequeño se levantó muy temprano, se vistió, preparó algunas cosas en su bolso y fue rápidamente a la cocina a comer algo. Lucky recién estaba llegando cuando el niño terminaba de desayunar algo de cereal, el cual al servirse, se derramó un poco.
–¿Anchor?, ¿qué haces despierto?
–Shanks dijo que hoy saldríamos, así que me estoy preparando, además de que hoy me leerá otro cuento.
–Pero se supone que iríamos a explorar en la tarde, luego de almorzar.
–Lo se, pero estoy algo impaciente, no hay mucho que hacer en el barco–ante el aburrimiento del menor, el cocinero soltó una carcajada.
–Eres igual que Shanks, ya veo por que desde el principio se llevaron tan bien.
–¿A que te refieres?
–Ya sabes, ese espíritu aventurero que no soporta quedarse en un solo lugar, es como si él te hubiese criado, son como padre e hijo.

El pequeño al escuchar aquello sintió un fuerte sentimiento de enojo, cerró los puños, frunció el ceño y sin pensarlo, pateo con todas sus fuerzas al cocinero en una de sus piernas. Solo se dio cuenta de lo que hizo cuando Lucky soltó un fuerte quejido de dolor.
–¡Ninguno de ustedes es mi familia!–exclamó el pequeño de manera casi inconsciente.

Pirata por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora