Shanks llegó a una isla sin ley, nada fuera de lo normal, mucha pobreza y pandillas, creyó que sería una parada corta y que podría largarse pronto, pero todo cambio cuando una pequeña sombra trato de llevarse los tesoros de su barco.
Esta historia t...
El menor respiro agitado mientras miraba al cocinero, quien no había entendido aquella reacción tan espontánea, pues el azabache se veía bastante animado momentos atrás. –Vete a la mierda...–murmuró, aún notablemente alterado. –¿Anchor?–oyó decir detrás de sí y el niño volteo, encontrándose con el capitán, quien miraba toda la situación confundido.
No quiso quedarse en aquel lugar y pasó por al lado del de sombrero, sin interesarse en darle algún tipo de explicación, corrió hasta debajo de cubierta y se acurrucó al lado de una de las tantas cajas de la bodega. Su mente no dejaba de hacer ruido, no podía escuchar a su entorno y mucho menos pensar de forma clara, mientras que una palabra se repetía cada ves más fuerte; "Familia, familia, familia..." Él no poseía el derecho a tener una, después de todo, ellos lo abandonaron en un basural a su suerte y cuando trató de entablar algún tipo de lazo en su entorno catastrófico, terminó solo, de igual manera. Estuvo al menos unas dos horas en la oscuridad y silencio, ya comenzaba a tranquilizarse y a pensar con más claridad, sintiendo una gran culpa por golpear al mayor, ya se imaginaba lo que vendría. Todos eran tan unidos y se querían tanto entre ellos, es obvio que estarían de acuerdo en echarlo por lastimar a uno de sus Nakamas. Seguía sumergido en aquel pensamiento hasta que escucho las escaleras crujir, alguien estaba bajando y al levantar la vista, se encontró con Shanks, quien rápidamente se acercó y se sentó enfrente de él. –¿Como te sientes ahora?–pregunto con calma, desconcertando al pequeño, quien creía que lo trataría con enojo o frialdad. –Perdóname por lo de Lucky, yo no quería hacerlo, te juro que jamás volveré a causar algún tipo de problema en el barco, por favor no me abandones–hablo con algo de desesperación ante la idea de ser repudiado por el pelirrojo. –No estoy hablando de Lucky, Anchor, dime cómo te encuentras tú. –Yo...me siento culpable, se que lo que hice estuvo mal y no sé exactamente el por qué reaccione así. –¿De verdad no lo sabes?–inquirió el pelirrojo, notando la mentira dicha por el menor, quien tardó un par de segundos en contestar. –Él dijo que...nosotros dos éramos como padre e hijo.
El capitán se sorprendió, pues el cocinero ya anteriormente le había contado lo que había sucedido, pero lo hizo de forma muy vaga y sin especificar nada. –¿Y eso por que te molesto? –Ah...–al pequeño se le veía visiblemente incómodo de responder, pero de igual manera lo hizo–Mi padre biológico me abandonó y no dejo de pensar en que...¿que te detiene a ti de hacerlo?, él no me quiso como un hijo y alguien como tú, es imposible que lo haga. –Entonces...piensas que si nos parecemos a tu familia, ¿también te vamos a descuidar?–el pequeño asintió, a lo que el contrario rápidamente se apresuró a hablar–Anchor, mientras estes con nosotros, nunca más tendrás que preocuparte por estar solo, se que posiblemente esté no es el lugar o las personas a las cuales te imaginaste cuando te planteaban un hogar, pero ahora lo somos y te juro que haremos todo lo posible para que nadie nunca te haga daño de nuevo. –¿Lo prometes..?–pregunto con inocencia e incredulidad ante aquel discurso. –Lo juro–afirmó y el menor sonrió.
Ambos se levantaron y el pequeño se dirigió a paso apresurado hacia la cubierta, donde estaba el cocinero junto con Benn y Bonk. –¡Anchor!–alzó un poco la voz el de verde al notar la presencia del menor–En verdad perdóname por lo que dije antes, no quería hacerte sentir ma–comenzó a disculparse, pero el azabache lo interrumpió. –Lo siento, se que es difícil manejarme y de verdad me disculpo por hacerte sentir culpable de cosas en las que no hiciste nada–hablo sin titubear. –P-Pero...–murmuró el mayor, pues verdaderamente sentía remordimiento de sus palabras. –Ya oíste al chico, Lucky, ¿por que no mejor le vas a preparar algo de comer?, recuerda que tenemos una andanza inconclusa–interrumpió Benn, a lo que el contrario inmediatamente acato, yéndole a preparar algo al más pequeño mientras esté lo seguía. –Anchor ha mejorado mucho desde que lo recogimos, estoy seguro de que encontrará un hogar pronto–comentó el músico. –Él ya es parte de la tripulación, Bonk–aclaró el vice-capitán. –Pero el jefe dijo que lo tendríamos hasta hallarle una familia. –Y ya la tiene–decreto el de sombrero, yendo a prepararse para la aventura que le prometió al pequeño.
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Ya habían zarpado de la isla y se encontraban de camino a otra, el día anterior a que se fueran, pasaron toda la tarde en aquella playa lejana que el menor había visto ayer, escondida entre las ramas y situada en el borde de la isla. Las aguas eran cristalinas y su temperatura era tibia, aunque los piratas le aconsejaron que se quedara lo más a la orilla que pudiera, siendo que las olas eran feroces, pero aún así, el azabache disfrutaba sentir la corriente chocar contra su cuerpo siendo seguida de aquella brisa náutica tan común. Ahora, el azabache se estaba escondiendo bajo de una de las mesas de la cocina cuando escucho los pasos del capitán acercarse, rápidamente se tapó la boca esperando que no lo descubriera. Veía sus pies avanzar hasta el otro lado de la habitación, en dirección contraria a la puerta y cuando observó que estaba lo suficientemente lejos, salió de debajo y comenzó a correr lo más rápido que pudo hacia el mástil principal para después gritar: –¡Gane!–exclamó con una gran sonrisa cuando vio al de sombrero salir de la cocina. –Eres muy bueno en este juego, creo que jamás podré superarte–aseguró, causando una leve risa a los presentes y varias sonrisas, incluyendo a la del mas pequeño. –¿Que ta si dejan las escondidas un rato y vienen a ver esto?–sugirió el francotirador viendo por la borda, a lo que el pelirrojo se acercó, tomando a Anchor y subiéndolo a su hombro para que pudiera observar también. –¡Genial!, ya hacía tiempo en que no tocábamos tierra–dijo el pequeño con alegría viendo la isla a lo lejos, pues ya habían pasado 4 semanas desde la ultima.
Building se aproximó al borde junto con unos binoculares para observar mejor y frunció un poco el ceño luego de unos segundos. –Parece que no podremos atracar en el puerto. –¿Por que?, ¿qué sucede?–interrogó el menor con algo de preocupación. –Hay dos buques de la Marina, lo mejor será mantener un perfil bajo mientras estemos aquí.
El contrario al oír eso, trago en seco y volteo con susto a mirar la isla, después de todo, fue la Marina quien decidió que no era lo suficientemente bueno como para ser salvado, cerró con algo de fuerza sus puños, preocupando al pelirrojo, quien estaba atento a sus acciones.